En Buenos Aires dos hombres solteros bebían en la casa de uno de ellos. Comentó el visitante en voz demasiado alta: "Che pibe, ando caliente; me gustaría tener aquí una mujer". El anfitrión, sobresaltado, le advirtió en un susurro: "Mamá está en el piso alto. Bajá la voz". "Te agradezco el favor -respondió el otro-, pero bajála vos, que yo no tengo confianza con ella"... En el hospital psiquiátrico la directora vio a uno de los internos que daba vueltas por la habitación con los brazos abiertos. "¿Qué hace, don Oratino?" -le preguntó. Contestó el alienado: "Soy un avión, y voy en él de pasajero hacia Acapulco". "Que tenga usted buen viaje" -le deseó ella. En seguida la directora pasó a la habitación contigua y vio a otro interno que estaba haciendo algo así como lagartijas en el piso. "¿Qué hace usted, señor Follocio?" -le preguntó. Respondió el tipo, que respiraba con agitación: "Aprovechando que Oratino se fue a Acapulco estoy con su mujer"... Doña Pasita y su esposo don Vetulio, septuagenarios ambos, acudieron a la consulta del doctor Ken Hosanna y le pidieron que les hiciera la prueba del Sida. "¿A su edad?" -se asombró el facultativo. Le explica doña Pasita: "Es que nos dijeron que esa prueba es necesaria después de hacer el sexo anual". Le indica el médico: "Sin u, doña Pasita; sin u"... ¡Mañana! Sí, mañana saldrá aquí el execrable chascarrillo registrado en los anales de la sicalipsis con el nombre de "El Chiste más Pelado en lo que Va del Año". La publicación de dicho cuento sacudirá desde sus cimientos la estructura de la moral social, de modo que las personas que vivan cerca de esa estructura harán bien en ponerse a buen recaudo. ¡Léanlo mis cuatro lectores!... Las naciones, como los hombres, tienen alma. No sé si esa aseveración sea correcta, pero suena muy bien: podría inscribirse en bronce eterno o mármol duradero. Los sociólogos románticos hablaban de "el alma colectiva", y pensaban que a los grupos humanos los une un espíritu común que les da identidad y coherencia. Yo soy romántico, pero no sociólogo. Ignoro entonces si exista esa tal alma, ese espíritu. Lo que puedo decir es esto: advierto que el ánimo de la Nación está hoy por hoy con López Obrador. Escucho por doquier -y no sólo eso: también por dondequiera- expresiones que favorecen al candidato perredista. Aun en labios de personas que podrían decirse conservadoras, de derecha, oigo decir que se debe dar a AMLO una oportunidad, pues tanto el PRI como el PAN tuvieron ya la suya, y ha llegado la hora de un cambio verdadero que lleve a México por caminos nuevos. Muchos votantes juzgan que López Obrador ganó la elección pasada, y que fue víctima de un fraude que en esta ocasión se debe compensar. A tal grado advierto ese deseo de cambio que creo que si AMLO pierde la elección muchos mexicanos, sobre todo de las nuevas generaciones, caerán en la frustración, en el desánimo; se apoderará de ellos un sentimiento de desesperanza que los llevará a pensar que México está condenado a seguir en un statu quo del cual nunca ya podrá salir. Esa percepción fortalece a López Obrador y lo está acorazando contra los ataques de sus adversarios. AMLO es ahora lo que Peña Nieto parecía ser hace apenas unas semanas: invulnerable. El tabasqueño puede ahora decir o hacer cualquier cosa: todo lo que haga o diga le será celebrado y aplaudido. Ya se ha visto cómo el asunto del pase de la charola no lo afectó nada. Si en el próximo debate electoral Josefina y Peña Nieto, unidos, se lanzan contra él, lo fortalecerán aún más, pues los electores pensarán que PAN y PRI han trabado secreta alianza para liquidarlo. A la hora en que escribo esto no ha tenido lugar aún el encuentro de López Obrador con los analistas del programa "Tercer grado". Si le fue bien será un triunfo muy estimable para él; si le fue mal no importará, pues sus partidarios asegurarán que fue víctima de un "compló" de las televisoras. Vuelvo a decirlo a modo de conclusión o corolario: el ánimo de la Nación favorece hoy por hoy a López Obrador. Si ese ánimo se traduce en votos el resultado de la elección será muy diferente del que al principio de las campañas se auguraba con plena certidumbre. Y es que en política lo único cierto que hay es que todo es incierto. (También esta frase podría inscribirse en bronce eterno o mármol duradero)... FIN.