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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Hijo mío -le dijo el papá de Pepito a su crío con voz grave y solemne-. Creo que ha llegado el momento de decirte la verdad acerca de cómo vienen los niños al mundo". "¡No lo hagas, papá, por favor! -rompió el chiquillo en llanto-. ¡No me digas cómo vienen los niños al mundo!". "¿Por qué?" -se sorprendió el señor. Responde Pepito: "Primero me contaste cuentos de hadas, y sucede que las hadas son pura fantasía. Luego me hablaste de Santa Claus, y resultó que tampoco hay Santa Claus. ¡Si ahora me dices que el sexo no existe me vas a quitar la única ilusión que me queda en la vida!". El dueño de un restorán llamado "El optimismo de Leopardi" se jactaba de tener los más exóticos platillos de los cinco continentes. (Déjenme ver: América, Asia, África, Europa y Oceanía. Son cinco. Sí, de los cinco continentes). Cierto día llegó un cliente burlador y le pidió a la mesera: "Quiero un bistec de elefante". Fue la muchacha a la cocina y regresó. Le informó al individuo: "Voy a quedarle mal". Le dice el visitante, chocarrero: "No tienen carne de elefante, ¿verdad?". "Sí tenemos-replica la camarera-. Pero dice el patrón que no va a matar al elefante por un sólo bistec". Un Diplococcus de Neisser, vulgarmente llamado gonococo, causante de la blenorragia o gonorrea, penoso mal venéreo, se topó en el organismo de un sujeto con otro espécimen de su misma ralea. Le dijo: "No te me acerques mucho. Creo que pillé un poco de penicilina". Astatrasio Garrajarra llegó a su casa, como de costumbre, cargándose una pítima de pronóstico reservado. Su mujer lo reprendió con aspereza: "Otra vez llegas perfectamente borracho". "Viejita -adujo él con humildad, nadie es perfecto". Deprecó la señora, gemebunda: "¡Ya no bebas, por el Sagrado Corazón!". "No, viejita -volvió a decir el temulento-. Ahora bebo acá por el rumbo del Perpetuo Socorro". "¡Desdichado de ti! -se desesperó la esposa-. ¡Estás muy borracho!". "No, viejita -opuso el beodo-. Lo que sucede es que tú estás demasiado sobria". El juez revisaba el expediente del reo en su presencia. Le dice: "Leo aquí: 'Asalto, asalto, asalto, asalto'. Y luego, de repente: 'Violación, violación, violación'. ¿A qué se debe ese cambio?". "Señor juez -responde el individuo-, creo que finalmente hallé mi verdadera vocación". Dijo el Lobo Feroz con ominoso acento: "¡Te voy a comer, Caperucita Verde!". Le indica la chiquilla: "Lo que deberías hacer es ir con un oftalmólogo. Juraría que tienes daltonismo". En el consultorio del doctor Duerf, joven analista, dice la preciosa chica que se ha despojado de toda su ropa y se ha recostado con actitud de Cleopatra en el diván: "Bueno, doctor; ahora que ya me quitó usted todas mis inhibiciones ¿qué le parece que hagamos?". Lulubelle, hermosa muchacha de Dodge City, aquel violento pueblo del Wild West, se quejó con el sheriff Jock Bigcock de que un forastero le había ofrecido darle 50 dólares si se iba a la cama con él. "Y yo soy una chica decente" -gimoteó. Jock buscó en el salón al individuo y lo llevó a la cárcel. Inquirió el tipo: "¿Me arresta usted por haberle faltado al respeto a la muchacha?". "No -contestó el sheriff-. Lo arresto por venir a subir los precios del mercado". Don Algón, el jefe de la compañía, hizo un recorrido por la planta. Le pregunta a uno de los obreros: "¿Desde cuándo trabaja usted aquí?". Responde el sujeto: "Desde que el supervisor me amenazó con despedirme si no lo hacía". Un náufrago fue rescatado de una isla desierta en la cual había estado más de cinco años. El capitán del barco que lo recogió quiso saber: "¿Cómo era la vida en esa isla?". "No tan mala -contestó el individuo-. Había agua y comida en abundancia". "Pero en cuestión de sexo -preguntó el capitán- ¿cómo se las arreglaba usted?". Dijo el sujeto: "Tampoco ese renglón estaba tan del todo mal. Había en la isla un avestruz hembra bastante atractiva, con grandes ojos estilo "Fantasía" de Walt Disney, torneado cuello y atractivas plumas blancas que le daban un cierto aire de voluptuosidad como de bailarina de burlesque. Si la agarraba yo descuidada podía tener lo mío". Pregunta con asombro el capitán: Y ¿cómo era el sexo con la avestruz?". Contesta el náufrago: "Muy bueno los primeros 50 metros. Después me era difícil mantener el paso". FIN.

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