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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Los papás de Pepito le explicaron con delicadeza, pero con la verdad, lo que habían hecho para traerlo al mundo. Un día el chiquillo llegó mohíno de la escuela. Les contó que la maestra preguntó a los niños si sabían cómo y por qué habían nacido. "Juanito dijo que sus papás lo trajeron de París. Rosilita dijo que sus papis la habían encargado a Nueva York". "Y tú -quiso saber su mamá- ¿qué dijiste?". "Dije que me había traído la cigüeña -respondió Pepito con enojo-. Preferí usar esa teoría antes que confesar que somos tan pobres que ustedes mismos me tuvieron qué hacer"... "Grau, teurer Freund, ist alle Theorie, / Und grün des Lebens goldner Baum". Gris, querido amigo, es toda teoría, y verde el árbol dorado de la vida. La frase, citada tantas veces que ni ganas le han de dar ya de ir a la cita, pertenece a Goethe, y es de su "Fausto". Yo la interpreto así: el complejo entramado de la vida resiste todo intento de reducirla a fórmulas. Lo que voy a decir es mera teoría. Estoy sujeto, entonces, a que me contradiga la realidad, esa señora que tanto gusta de contradecir a los que andan por ahí teorizando. Mi teoría es ésta: si Peña Nieto gana la elección habrá problemas a corto plazo, pero no a mediano o largo plazo; si López Obrador gana la elección no habrá problemas a corto plazo, pero sí los habrá a mediano o largo plazo. Mark my words, recuerden mis palabras. Enrique Peña Nieto es un político institucional. Su formación, su militancia en un partido, le dan ese carácter. Si resulta triunfador, sobre todo si gana por un margen estrecho de votos, es muy probable que su adversario principal, López Obrador, impugne en las calles el resultado de los comicios. Lo hizo la vez pasada, y todo indica que volvería a hacerlo nuevamente, sobre todo porque sabe que ya no tiene otra oportunidad. Sus partidarios están aduciendo desde ahora motivos para negar la validez de la elección. Habría, entonces, problemas a corto plazo. Sin embargo Peña Nieto haría un gobierno apegado a la institucionalidad y a las formas democráticas. O sea, no habría problemas a mediano o largo plazo. El mexiquense trataría de hacer los cambios estructurales que requiere el País, pero buscaría conseguirlos por medio de la concertación y el diálogo. Difícilmente podría poner en práctica los métodos del presidencialismo autoritario que privaron en los tiempos de la dominación priista. Con López Obrador, en cambio, las cosas serían al revés: no habría problema a corto plazo, pues su victoria, aun por escaso margen, sería de seguro reconocida por los priistas. El PRI admitió su derrota en el 2000; no podría dejar de reconocerla ahora, cuando carece de la fuerza que tenía entonces. AMLO, sin embargo, no sería un político institucional. Sería un líder popular que tomaría decisiones personales y trataría de imponerlas valido de la fuerza recibida del pueblo. No advierto en López Obrador un apego a las fórmulas del ejercicio democrático. Habría entonces, creo, problemas a mediano y largo plazo cuando ejerciera el poder. Sus palabras y acciones han mostrado una y otra vez que el tabasqueño pone la voluntad de la gente -de su gente- por encima de las instituciones, contando entre ellas a su propio partido. Y eso no lo digo yo: lo dice él mismo. En un revelador artículo que escribió para Grupo Reforma, publicado hace apenas unos días, AMLO no se asume como candidato del PRD, el partido principal que lo postula, al que ni siquiera menciona en su escrito: expresa su orgullo por haber creado el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), y tras asegurar que el triunfo de sus adversarios sería transitorio añade: "... Continuaría el proceso de degradación progresiva (de la Nación) hasta que el despertar ciudadano sea más amplio y contundente. Y para eso es MORENA.". Dicho de otra manera, López Obrador se siente llamado a ejercer el poder ahora o después, y conseguido ese poder por un medio o por otro. La democracia puede engendrar gobiernos antidemocráticos, de ésos que no son de instituciones o de leyes, sino de personas. Sobrados ejemplos hay de gobernantes que, elegidos democráticamente, han desechado luego las formas democráticas. Cuando yo emita mi voto el próximo domingo lo haré pensando sobre todo en ese valor: la democracia. Sin ella no se puede salvaguardar la libertad ni buscar la justicia. Sin democracia nadie está seguro... FIN.

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