Voy a decir quién creo que será el ganador en la importante jornada de este día. Lo diré a pesar de todos los riesgos que afronta quien hace un vaticinio, y más en esta materia. Seguro estoy, por lo demás, de que mi pronóstico no será bien recibido por muchos. Algunos habrá que me tacharán de parcial y tendencioso, y aun quizá me tildarán de mentecato porque mi opinión no coincide con la suya. A pesar de todo eso haré mi augurio, sin dejar de reconocer, naturalmente, que puedo estar equivocado. Antes, sin embargo, narraré un par de lenes chascarrillos que dispongan el ánimo de la República para escuchar mi predicción. El doctor Ken Hosanna, médico supereminente, le hizo un examen físico a su joven y linda paciente. Al terminar le dice: "La encuentro muy bien, señorita Dulciflor. Su corazón está bien; sus pulmones están bien; su estómago está bien. Déjeme ver ahora esa partecita que a ustedes las mujeres las mete en tantos problemas". Dulciflor empezó a quitarse las prendas correspondientes. "¿Qué hace usted, señorita? -la detuvo, asombrado, el facultativo-. ¡Lo que le estoy pidiendo que me enseñe es la lengua!". En la oficina se organizó un día de campo. Rosibel, la secretaria de don Algón, se tomó una cervecita o dos, luego una copita de tinto o dos, y finalmente un coñaquito o dos. A consecuencia de tantos uno o dos sintió una vaga somnolencia que la hizo apartarse un poco y tenderse sobre la grama o césped de un ameno prado que estaba por ahí. Adormecida estaba cuando acertaron a llegar unas vacas que en su camino pasaron sobre ella. Entreabre los ojos Rosibel y dice: "Uno por uno, muchachos, por favor. Uno por uno". Haré en seguida mi predicción sobre el resultado que -creo- tendrá el acontecimiento de hoy. Eliot escribió que de todas las formas posibles con las que cuenta un hombre para equivocarse, la de profetizar es la mayor y más inútil. Cosa difícil, en efecto, es hacer hacer pronósticos. He recordado aquí al ingeniero Tárnava, regiomontano inolvidable, que cuando hacía los suyos sobre el tiempo añadía a sus predicciones una expresión cautelosa que lo libraba de responsabilidad. Tras de dar su pronóstico meteorológico -"Por la mañana cielo despejado; nublados por la tarde; lluvias ligeras en la noche"- decía siempre: "Todo esto si Dios quiere". La dificultad de vaticinar se hace mayor cuando se trata de algo tan complejo como es la contienda que viviremos hoy. Impredecible es su posible resultado, por más que muchos lo hayan anticipado ya, a mi juicio con premura, asegurando que hay un seguro ganador. En cosas como ésta nadie tiene el triunfo asegurado. Hay muchos factores, incluso algunos de último minuto, capaces de incidir en el desarrollo de las cosas, y por lo tanto en su final. Pese a todo lo que sucedió antes de llegar a este día nadie, ni aun los expertos, puede asegurar con certidumbre lo que sucederá. Al final de la campaña, para decirlo en el argot de los apostadores, los momios están muy parejos. Cada uno de los dos adversarios que al final se disputan el triunfo tiene ventajas y desventajas, elementos a su favor y en contra. Ambos han mostrado cualidades y defectos, fortalezas y debilidades. Cualquiera podría alzarse con la victoria. Se engañará quien piense que uno tiene todo para ganar, y que el otro forzosamente va a perder. La moneda está en el aire. Por eso se observa tan grande división, incluso entre los expertos. He hecho una especie de recorrido leyendo en los periódicos, siguiendo en la televisión o en la radio las opiniones de los que más saben de esto, y encuentro tal diversidad en sus puntos de vista, tan disímbolas opiniones, que concluyo que sus posibilidades de acertar sobre el posible ganador son tantas como las de cualquiera. Por eso me atrevo a hacer mi pronóstico. ¿En qué lo baso? En los antecedentes de los participantes; en su actuación; en sus distintas trayectorias. Confío, desde luego, en que todo se dará en condiciones de normalidad. Por la importancia del evento descarto (quiero descartar) que vaya a haber violencia en él, o actos que lo empañen. Espero, como todos, que haya -uso ahora el lenguaje del deporte- fair play. Ni la pasión ni el deseo de que gane el favorito de cada uno debe cegarnos. Las cosas deben darse de tal modo que nadie se sienta autorizado después, sean cuales fueren los números finales, a impugnar el resultado. Pero basta de rodeos. He aquí mi pronóstico sobre el resultado del importante evento de hoy: ganará España. FIN.