El médico le preguntó a la señora: "¿Todavía conserva usted su apéndice?". "No, doctor -respondió ella-. Me divorcié hace meses"... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, llegó muy preocupado al bar donde solía tomarse un par de copas. Su amigo el cantinero se inquietó: "¿Qué te sucede?". Le contó Afrodisio: "Recibí la carta de un marido que me amenaza con darme una paliza si no dejo a su mujer". "Pues déjala" -sugirió el de la cantina. "No puedo" -replicó Pitongo. "¿Por qué?" -inquirió el otro. Dice Afrodisio, temeroso: "El tipo no firmó la carta. No sé a cuál mujer debo dejar"... Doña Pasita y su esposo don Añilio fueron a la iglesia. Se inclinó ella sobre su marido y le dijo en voz baja: "Acabo de dejar salir un aire silencioso. ¿Qué crees que debo hacer?". Responde él: "Ponerle pilas nuevas a tu aparato para la sordera"... Capronio gustaba de zaherir a su esposa. La motejaba llamándola "madre de más de cuatro", pues la señora había dado a luz cinco hijos. Cierto día tuvieron invitados en su casa, y Capronio le ordenó groseramente a su mujer: "Tráeme una cerveza, madre de más de cuatro". Harta ya, la señora dio una respuesta que dejó mudo al ruin sujeto y sorprendió a los divertidos invitados. Contestó: "Ve tú mismo por ella, padre de cuando mucho dos"... La Nicandra, robusta campesina, estaba lavando en el río. Llegó por atrás su esposo, el Chon, y así como estaba ella, de bruces sobre el lavadero, la hizo objeto de una ignífera demostración de amor de ésas que en lengua inglesa se conocen como "dog style" o "bottoms up". Acabado el breve trance Chon le dio un fuerte golpe en el trasero a su mujer. Preguntó ella con mucho sentimiento: "¿Por qué me pegas?". Responde con enojo Chon: "Por no haber volteado a ver quién era"... En la clase de Latín de don Rafael Salinas, maestro mío en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, aprendí de memoria las primeras sonoras frases de las Catilinarias, de Marco Tulio Cicerón. Puedo decirlas todavía, y repetir las palabras indignadas con que el gran orador encaró al ambicioso Catilina, quien intentaba imponer a toda costa su voluntad sobre la sociedad romana. Recordemos: "Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?...". Traduzco libremente: "¿Hasta cuándo, Catilina, seguirás abusando de nuestra paciencia? ¿Por cuánto tiempo más esta locura tuya hará de nosotros tu juguete? ¿Cuándo por fin acabará tu desbocado atrevimiento?...". Lucio Sergio Catilina aspiraba por segunda vez a ser cónsul de Roma, vale decir su gobernante. Ya había perdido la primera elección, y perdió nuevamente la segunda. Se propuso entonces hacer presión sobre las instituciones, con lo cual puso a la ciudad en estado de permanente agitación. Cicerón lo denunció en su vehemente discurso, y al final la intentona del sedicioso fracasó. La República volvió a la paz, y quedaron a salvo sus instituciones. Hay quienes han pretendido justificar a Catilina. Trotsky, por ejemplo, vio en él a un luchador social que "trataba de renovar la caduca sociedad romana". Sin embargo Jerónimo Rubio, estudioso de la antigüedad clásica, escribió esto: "... Catilina no fue jamás el hombre generoso que, llevado por un ideal, iba hacia los humildes y desheredados para levantarlos de su miseria, sino el político ambicioso de poder que se apoyaba en las masas para hacer de éstas su pedestal...". El episodio de Catilina sucedió el año 63 antes de nuestra era. Al citarlo no pretendí poner aquí una lección de historia. Quise únicamente recordar el aforismo según el cual la historia vuelve a repetirse. Cualquier parecido con una coincidencia será mera realidad... Un cazador fue a África, y lo atacó un león que de un zarpazo le cortó cierta parte que él tenía en alta estima. Afortunadamente un médico brujo le trasplantó, a falta de algo mejor, una trompita de elefante. Regresó el cazador a su país. Tiempo después se topó con un amigo, y le contó lo que le había sucedido: aquella malhadada cacería, la sensible pérdida que sufrió, y la buena solución que su problema tuvo gracias al trasplante que le hizo el médico nativo. Asombrado le preguntó el amigo: "Y ¿cómo te va con la trompita que te implantó el brujo?". "Bien en lo general -repuso el cazador-. Pero cuando voy a una fiesta y ponen cacahuates de botana me convierto en el centro de la atención"... FIN.