Don Algón, maduro ejecutivo, coincidió en el elevador con la secretaria de su socio. De pronto el ascensor se detuvo entre piso y piso. Don Algón oprimió todos los botones, pero en vano. Le dice el maduro caballero con sonrisa equívoca a la linda muchacha: "El elevador no funciona, señorita Rosibel. ¿No le inquieta saber que usted y yo pasaremos aquí un buen rato solos, y en un espacio reducido y penumbroso?". "No me preocupa eso -contestó prontamente Rosibel-. El elevador no funciona, es cierto, pero estoy tranquila porque, según me ha dicho su secretaria, usted tampoco"... Babalucas y su amigo Beocio trataban de medir un alto morillo que estaba recargado en la pared. No podían hacerlo, pues no disponían de una escalera. Para medirlo Babalucas trepó sobre los hombros de su amigo, pero no alcanzó el extremo del morillo, de modo que siguieron sin poder tomar la medida. Pasó un vecino y les dijo: "¡Cómo son indejos! ¿Por qué no acuestan el morillo, y luego lo miden?". "El indejo eres tú -replicó Babalucas-. Queremos medirlo de alto, no de largo"... Astatrasio Garrajarra, ebrio con su itinerario, iba por la calle, y vio frente a sí a una señora de prominente y redondeado culamen. Le dio una nalgadita en esa parte, la única en que una nalgadita puede darse. La mujer se volvió hecha una furia. El borrachín, confuso, farfulló una disculpa: "Perdone usted, estimada y distinguida dama. Le di esa inexcusable palmadita porque la confundí con mi señora esposa". La mujer, indignada, prorrumpió en una sarta de sonorosos adjetivos: "¡Borracho grosero, indecente, pelado, sinvergüenza, majadero, bribón!". "¿No le digo que se parece a mi esposa? -exclamó sinceramente asombrado el temulento-. ¡Hasta habla igual que ella!"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue a un día de campo con don Geroncio, señor también de respetable edad. Llegaron los dos a un arroyuelo nemoroso, y a la señorita Himenia le vino en gana refrescar el cuerpo en las argénteas linfas del riatillo. (Caón, creo que voy a suspender aquí mismo la lectura. En primer lugar quién sabe qué querrá decir "nemoroso'", y en segundo eso de "riatillo" me sonó muy feo). Le pidió la señorita Himenia a don Geroncio que se alejara un tanto del remanso a fin de que no viera las impolutas y jamás tangidas galas de su desnudez. Obedeció el señor, pues era todo un caballero, incluso en las partes menos caballerosas. De ese modo pudo cumplir la señorita Himenia su deseo de refrescarse, furtiva náyade en esa agreste soledad. Pero ¡oh desdicha! Al salir de la corriente se percató de que alguien había robado los vestidos que al lado de la rivera dejó, incauta. "¡Don Geroncio! -gritó llena de angustia-. ¡Un ladrón robó mi ropa!". "¡Ah! -profirió con elocuencia el señor, lleno de enojo-. ¡Deje que le ponga la mano encima!'". "Está bien -accedió sin vacilar la señorita Himenia-. Pero prométame que luego buscará al ladrón"... Mientras muchos países avanzan México retrocede. Y no sólo retrocede: también va para atrás. Desde luego a los políticos no se les puede pedir más que política. Pero eso, que de por sí es ya un problema, se agrava cuando un país tiene más politiqueros que políticos, cuando en él se hace más politiquería que verdadera política. La política debe ser el mejor medio de servir a la comunidad. La politiquería, en cambio, es una baja forma de servirse de ella. Y aquí, por desgracia, se hace más politiquería que política. Las ambiciones personales se ponen siempre por encima del bien de la Nación. Alguien dijo que la diferencia entre un estadista y un político es que el político piensa en la próxima elección, en tanto que el estadista piensa en la próxima generación. En México, donde la politiquería priva por encima de la auténtica política, las elecciones son ocasión para que algunos políticos que bien merecen el calificativo de politiqueros pongan su interés personal y su ambición de poder por encima del bien comunitario, y siembren inquietud y zozobra en el País. Eso indica, a más de falta de madurez cívica, falta de amor a México. En tiempos de la antigua Roma, por ejemplo... (Nota: Nuestro estimado colaborador se extiende en una disquisición histórico-política que abarca desde la república en romana hasta nuestros días, digresión que pese a su gran interés nos vemos en la penosa necesidad de suprimir por razones de espacio)... FIN.