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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Lord Feebledick llegó a su chalet campestre después de terminada la cacería de la zorra y sorprendió a su mujer, lady Loosebloomers en lo que Mister Shaw solía llamar "consortium", vale decir trato carnal, con Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de los faisanes. "By Jove! -exclamó el mitrado esposo, cuyos juramentos tendían a lo clásico-. ¿Para esto te pago, mentecato?". El mozo no tuvo tiempo de contestar, pues se le adelantó lady Loosebloomers, quien dijo: "No. Para esto le pago yo con las rentas que me dejó mi padre". Milord recobró algo de la calma que había perdido. "Menos mal -reconoció- que no gravitas sobre la economía de la casa. Aun así esta situación no se puede tolerar". "Por favor -le pidió lady Loosebloomers-. Deberías mostrar más tolerancia". Replicó lord Feebledick citando una frase de Monsieur Claudel: "¿Tolerancia? Para eso hay zonas". "Bien, bien -cedió lady Loosebloomers-. No me gustan las escenas de alcoba". "A mí tampoco -intervino Wellh Ung en ese punto-. Por eso me he permitido sugerir a milady que lo hagamos en el granero. Las escenas de granero no son tan incómodas". "Le ruego, joven, que se guarde sus opiniones -habló lord Feebledick-. Lo que usted hace es por demás inconveniente, sea aquí o sea en el granero. Le advierto, además, que si lo hiciera en el granero podría asustar a los caballos". "Mi esposo tiene razón -acotó lady Loosebloomers-. Lo mejor será seguir haciéndolo aquí, sobre todo en época de lluvias: acabo de recordar que el techo del granero se gotea". "No será necesario esperar la llegada de la estación lluviosa" -se atufó lord Feebledick. Y volviéndose hacia Wellh Ung le espetó con decisión: "Está usted despedido de su trabajo, jovenzuelo". Preguntó el mozo: "¿De éste o del de la cría de faisanes?". "De los dos" -replicó son más Lord Feebledick. "No incurramos en extremos, marido -habló lord Feebledick-. Por lo menos deja que el muchacho conserve el empleo que yo le doy; el de los faisanes podremos encomendarlo a alguien más". "¡Ah! -bufó milord-. ¡No cabe duda de que se han perdido los valores que Mister Kipling predicó! De ellos provenía la fuerza del Imperio. Me temo que Inglaterra está perdida!. Y así diciendo se alejó dando un portazo... "Nada me han enseñado los años; siempre caigo en los mismos errores". Bien podría Andrés Manuel López Obrador repetir esos versos de la canción de José Alfredo. Estoy seguro de que en conciencia sabe que no tiene argumentos sólidos para demandar la invalidez del proceso electoral y de la jornada del primero de julio. Descartada la anulación por no darse las causales señaladas por la ley, el recurso ofrecido por la Constitución es de dudosa aplicación, pues este caso se basaría en interpretaciones subjetivas imposibles de sustentar en pruebas o evidencias claras. AMLO proclama siempre su honradez, tan opuesta a la corrupción universal. A fuer de honrado debe reconocer su vencimiento, que no fue "haiga sido como haiga sido", sino en forma clara y contundente. Tres millones de votos no son poca cosa. Ahora bien: la derrota no es cosa que debería avergonzarlo. Otras veces ha perdido elecciones, y luego se ha recuperado. Pese a los factores que cada vez con mayor fuerza van pesando en su contra, aún le quedaría la esperanza que se expresa en el dicho popular según el cual "a la tercera va la vencida". El caso de Lula es muestra de que la persistencia da frutos al final de cuentas. Ya debe ponerse en paz López Obrador, y ya debe dejar que México esté en paz, único modo de que el País pueda proseguir su marcha y recuperar el tiempo que ha perdido. Para esto, sin embargo, se necesita tener generosidad, grandeza de espíritu y capacidad para poner el bien común por encima de la propia persona. Con motivo de esta elección se han desatado fuerzas, no todas encaminadas a propiciar el desarrollo democrático de México, sino algunas tendientes a consagrar intereses particulares o de grupo. No se me diga que la presencia en esos movimientos de la CNTE o del SME es elemento que favorece al País. Llegará el momento en que ni el mismo López Obrador será capaz de controlar esas fuerzas. Es impensable que AMLO reconozca el triunfo de quien lo obtuvo, pero al menos debería actuar de tal manera que no propicie la violencia que se está anunciando ya. ¿Pedir tal cosa será pedir demasiado a ese paradigma de honestidad, desinterés y patriotismo que es López Obrador? Pregunto... FIN.

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