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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"La Mujer a la que le Gustaban los Ostiones". Tal es el nombre del inverecundo cuento que al final de esta columnejilla viene. ¿Por qué se publica hoy? Voy a decirlo. Doña Tebaida Tridua es Presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y tiene a su cargo velar por las buenas costumbres. Alguien le dijo que su labor de vigilancia debía ejercerla sobre las malas, pero éstas le inspiran aversión, de modo que prefiere dedicarse a las buenas. Sucede que este fin de semana doña Tebaida viajó a Falfurrias, Texas, lugar famoso por su excelente mantequilla. Ahí vive su hermana Constantina, quien sufre de eczema crónico, y fue a llevarle una pomada muy buena que consiguió para ese mal, llamada de Banyer, hecha a base de calomelanos, carbonato de plomo, alumbre, trementina de Venecia y espermaceti. La ausencia de la señora Tridua -¡bendito sea el eczema de doña Constantina!- me permite dar a las prensas el cuentecillo mencionado ut supra, que de otro modo no podría aparecer por su carácter altamente sicalíptico. Léanlo mis cuatro lectores al final. Antes, sin embargo narraré una historieta más ligera, y haré una reflexión tendiente a orientar a la República. Un señor y su esposa cumplieron 50 años de casados. En la fiesta de aniversario bailaron el vals, pero el director del conjunto musical tuvo la infortunada ocurrencia de tocarles "Las patinadores", que es vals de mucho movimiento, lo cual fue causa de que en el curso de la danza el infeliz señor sufriera un síncope fatal que lo llevó expeditamente al otro mundo. Los asistentes a la fiesta, claro, se afligieron mucho, pues ya no se sirvió la cena. Transcurrieron unos meses, y la viuda pasó también a mejor vida, no por causa de la tristeza de haber perdido a su señor esposo, sino por un aire colado que le dio en la espalda, y que le provocó una pulmonía cuata que en pocos días la llevó a la tumba. Ya se sabe: aire por atrás, nomás el que sale es bueno. Sucedió que la señora llegó al más allá. ¿A quién fue al primero que vio en la región etérea? ¡A su marido! Corrió hacia él y lo abrazó, exultante. "¡Carmelino!" -le dijo jubilosa-. ¡Otra vez juntos! ¡Y ahora por toda la eternidad!". "¡Ah no! -exclamó el señor al tiempo que se deshacía del abrazo-. Yo dije: 'Hasta que la muerte nos separe', nada más". En estos días -y me temo que permanentemente- México está enfermo de política. Yo viajo por los cuatro rumbos cardinales del territorio nacional (A ver: Norte, Sur, Este y Oeste. Sí son cuatro), y advierto en la gente un gran hartazgo causado primero por el acoso mediático a que nos sometieron las campañas de los candidatos, y ahora por los conflictos derivados de la elección presidencial. Pienso que tanta política es una rémora que frena el desarrollo nacional. Más énfasis deberíamos hacer en la economía, y menos en estos ires y venires que tanto estorban las tareas productivas. Se han hecho avances de importancia en la reforma política, y qué bueno, pues los cambios que ahí se proponen fortalecen el ejercicio democrático. Pero el hecho de que esa reforma se haya emprendido antes que la energética o la laboral es indicio de que a la política, por esencia improductiva, se le da mayor importancia que a las tareas que en verdad beneficiarían al país. Uno de los lemas del porfiriato fue: "Poca política; mucha administración". Y, a pesar de sus indudables sombras, esa etapa de la vida mexicana propició el desarrollo nacional. Nuestro problema ahora es que hay demasiada política. Y la política no se come -aunque muchos coman de ella-, ni está ayudando al bien comunitario. Ya no hagan tanta política los políticos, pedimos. Hagan lo necesario para que México salga del atraso en que lo ha puesto la falta de atención de los verdaderos problemas que tiene la Nación. Y más no digo, porque estoy muy encaboronado. Sigue ahora el tremendo chascarrillo que arriba se anunció: "La Mujer a la que le Gustaban los Ostiones". Dos amigos fueron a "Las sonrisas de Leopardi", restorán de moda. Uno de ellos advirtió que en la mesa vecina una atractiva mujer estaba comiendo ostiones en su concha. Le dijo en voz baja el tipo a su compañero: "Voy a cortejarla". "¿Por qué?" -se asombró el otro. Responde el primero: "Si es capaz de llevarse eso a la boca, seguramente también se llevará otra cosa". (No le entendí). FIN.

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