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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Florilí, llena de orgullo, le anunció a su mamá que iba a tener una cita amorosa. "Hija mía -le dijo, solemne, la señora-. Sé que ya tienes edad para tomar tus propias decisiones. Mi consejo de madre es que esperes a estar casada antes de consumar una relación sexual. Sin embargo, si no quieres o no puedes esperar, te ruego que uses esto". Y así diciendo le entregó un paquetito de condones. Florilí, riendo, los rechazó. "No te preocupes, mamá -tranquilizó a la señora-. Mi cita amorosa es con una chica". Babalucas pidió trabajo en una mina de carbón. "¿Tiene usted experiencia?" -le preguntó el sobrestante. "Mucha -replicó él-. Trabajé tres años como minero en Estados Unidos, concretamente en West Virginia". "Ya veo -dice, impresionado, el otro-. Entiendo que ahí están usando ya la nueva lámpara de cadmio". "No lo sé -replica Babalucas-. Siempre trabajé en el turno de día". Dos amigos de madura edad que hacía mucho tiempo no se veían se encontraron en la calle casualmente, y uno de ellos invitó al otro a comer en su casa. En el curso de la comida al invitado le llamó la atención ver que su anfitrión se dirigía a su esposa llamándola "amorcito", "vidita", "cielito", "queridita" y con otros nombres igualmente cariñosos. Cuando al término de la comida la señora los dejó solos, el invitado felicitó a su amigo por tales expresiones, que denotaban amor para su esposa de tanto tiempo. "No me felicites -le dice el otro-. Lo que sucede es que hace 10 años se me olvidó su nombre, y ahora me da miedo preguntarle cómo se llama. Es capaz de matarme". Fray Servando Teresa de Mier, regiomontano, y mi paisano Miguel Ramos Arizpe, conocido también por sus apodos de El Chato o El Comanche, sostuvieron una polémica encendida sobre la forma de gobierno que México debía adoptar. El Padre Mier era vehemente partidario del centralismo, en tanto que el Chantre Ramos sostenía la tesis federalista. En teoría resultó vencedor el tozudo coahuilense, y su doctrina federal quedó plasmada en las sucesivas leyes constitucionales que nos han regido. En la práctica, sin embargo, el gobierno mexicano fue siempre centralista, hasta que el PAN desplazó de la Presidencia al PRI. A raíz de eso se instauró un estado de cosas derivado no tanto de una voluntad federalista en los nuevos detentadores del poder, sino de su falta de control político sobre los gobernadores. Surgió entonces no un federalismo, sino algo que se ha llamado "feuderalismo", pues cada Estado, especialmente los gobernados por el PRI, se convirtió en un feudo, una ínsula de la cual el gobernador era amo y omnímodo señor. México, ya se sabe, es un país pendular: vamos de un extremo a otro; parecemos incapaces de colocarnos en el justo medio. Del control absoluto pasamos al desmadre absoluto, si me es permitido el uso de esa palabra, "absoluto". Pienso que en el sexenio de Peña Nieto veremos el regreso del mercurial Padre Mier. Quiero decir que regirá de nueva cuenta un centralismo presidencialista tendiente a meter en cintura a los gobernadores, sobre todo en lo que al uso de los dineros se refiere. Volveremos otra vez al extremo opuesto. El péndulo, sabe usted. La señorita Peripalda, catequista, les preguntó a los niños. "¿Dónde está Dios?". Pepito fue el primero en responder. "En el baño" -dijo con seguridad. "¿Por qué en el baño?" -se sorprendió la señorita Peripalda. Explica Pepito: "Cuando mi hermana está ahí mi papi siempre dice: "¡Dios mío, ya sal del baño!". Una ancianita llegó a un bar. Le dijo al cantinero: "Hoy cumplo 80 años, y estoy celebrando. Dame un whisky sin agua". El hombre se lo sirvió y le dijo: "Felicidades, señora. El whisky es por cuenta de la casa". Los parroquianos escucharon lo del cumpleaños de la viejecita, y empezaron a enviarle whiskies. "Pero sin agua" -pedía invariablemente la octogenaria. El cantinero, intrigado, le preguntó: "¿Por qué pide sus whiskies sin agua?". Repuso la ancianita: "Cuando tengas mi edad aprenderás que puedes perfectamente retener el licor, pero no puedes retener las aguas". Contrajo matrimonio un hombre que tenía las piernas arqueadas. La noche de las bodas su desposada lo vio por primera vez al natural y dijo: "Me haces recordar mis lecciones de gramática". "¿Por qué? -se extrañó el patizambo, estevado, patojo o pernituerto. Contesta la muchacha: "Hay una regla según la cual las cosas insignificantes van entre paréntesis". FIN.

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