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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En horas de la madrugada don Pitorro se levantó del lecho sin hacer ruido, y con pasos tácitos se encaminó a la habitación que ocupaba la linda criadita de la casa. Llamó con leves toques a la puerta, según había convenido previamente con ella. En eso -¡horror!- se percató de que su esposa lo había seguido, y estaba atrás de él mirándolo con ominoso gesto. "¡Shhh!" -le impuso silencio don Pitorro. Y hablando en voz muy baja le explicó: "Estoy poniendo a prueba a la muchacha. Si me abre sabremos que es de moralidad dudosa, y de inmediato la despediremos"... La maestra le preguntó al niño de nuevo ingreso: "¿A qué se dedica tu papá?". "Trabaja en un teatro -respondió con orgullo el pequeñín-. Es mago". "Qué interesante" -dice la profesora. Añade el niño: "En estos días está ensayando un nuevo truco, ése de meter a una persona en una caja y luego partirla en dos con un serrucho". "Fantástico -replica la maestra-. Y dime: aparte de ti ¿hay más familia?". "Sí -contesta el chiquillo-. Tengo una media hermana y dos medios hermanos"... En reunión de amigos se comentaba lo molesto que resulta el exceso de anuncios en la televisión a la hora de la telenovela. Dijo uno: "Yo los disfruto mucho". "¿Cómo es eso?" -se asombraron los demás. Explica el otro: "En los comerciales mi mujer me deja que le haga el amor". (Luego seguía la acción de la novela, y el pobre tipo debía suspender su acción hasta el siguiente comercial)... La mamá del niño demandó al hombre que la puso en camino de ser madre y que se negaba a reconocer la paternidad de la criatura. El juez de lo familiar, después de oír los alegatos de ambos, se quedó pensando. Luego le ordenó al demandado: "Vaya usted a traer un puro y démelo". "¿Por qué?" -se asombró el sujeto al escuchar aquella peregrina petición. Explica el juez: "Los que acaban de ser papás de un niño acostumbran regalar un puro, y en este momento usted acaba de ser papá"... El manso marido sospechaba de su esposa. Contrató a un detective para que la siguiera. Ese mismo día el sabueso le entregó su informe: la señora se había encontrado con un tipo en un discreto bar; después de tomar un par de copas subieron al automóvil del sujeto, y el detective los siguió hasta que entraron en un hotel de paso. "¿Y luego?" -preguntó ansiosamente el infeliz esposo. "¿Luego? -se desconcertó el detective-. Luego me vine aquí para entregarle mi reporte". "¿Y no vio lo que pasó ahí? -se afligió el señor-. ¡Ah! ¡Mis sospechas siguen sin confirmar!"... Se quejaba una guapa señora: "Ya no aguanto a mi marido. Piensa que soy equipo de sonido". "¿Cómo es eso?" -le preguntó una amiga que no entendió aquello. Explica la señora: "Me pide fidelidad"... Tres individuos llegaron al mismo tiempo a las puertas del Cielo. San Pedro les dijo: "Pueden entrar, pero si cuando estén en la morada celestial dicen alguna mentira serán condenados a pasar el resto de la eternidad con una mujer espantosamente fea". No transcurrió una semana sin que el primero de los recién llegados contara una mentira: dijo que allá en la Tierra había sido un hombre rico, multimillonario. ¡Plaf! Al punto se miró al lado de una mujer horrible. Poco después le sucedió lo mismo al segundo hombre: contó una mentira. Había sido, dijo, un galán irresistible. Aún no acababa de decir tal cosa cuando ¡plaf!, se encontró acompañado por la más fea arpía que es dable imaginar. Unos días después iban los dos lacerados con sus parejas horripilativas cuando de pronto se toparon con su amigo. Éste iba del brazo una bellísima mujer. El rostro de la hermosa joven era como de náyade, dríade o nereida; sus cabellos, una cascada undosa de oro; tenía cuello de gacela que invitaba a hundir el rostro en él para llenarlo de húmedos besos pasionales; senos ebúrneos y turgentes, semejantes a los de la sulamita que el sabio Salomón cantó con eróticos acentos; juncal cintura que se ensanchaba para volverse grupa poderosa de potra arábiga urgida de los efluvios del amor; muslos promisorios... (Nota: Con pena y todo nos vemos obligados a cortar aquí la interesante descripción que nuestro amable colaborador hace de la mujer del cuento, pues al hacer la enumeración de sus encantos está bordeando ya los peligrosos límites de la sicalipsis). Se asombraron los dos al ver a su amigo junto a aquella ninfa de pródigos encantos, y le preguntaron cómo es que iba con ella. Se vuelve el tipo hacia la joven y le pide: "Cuéntales". Responde, hosca, la muchacha: "Dije una mentira"... FIN.

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