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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Simpliciano, candoroso joven, salió a pasear con Pirulina, muchacha con bastante ciencia de la vida. Estaban en una banca del parque cuando pasó un coche lleno de alegres estudiantes. Uno de ellos le gritó a Simpliciano: "¡Fóllatela!". Al púdico muchacho ese grito procaz le causó tanta vergüenza que fingió no haberlo oído, y le dijo todo turbado a Pirulina: "Te llevaré a tu departamento". La llevó en efecto, y en la puerta se despidió de ella. Mientras entraba masculló Pirulina muy molesta: "¡Indejo, y además sordo!"... Le dijo un amigo a Babalucas: "Tengo todo mi dinero en el banco". Pregunta él: "¿Qué interés te están dando?". Responde su amigo: "El dos por ciento". "¡Ja! -se burla Babalucas-. ¡Yo recibo el cuatro!". "¿De veras?" -se admira el otro. "Sí -confirma el tonto roque-. Puse mi dinero en dos bancos"... Le dijo la chica al galán que la cortejaba: "Mi mayor defecto es la indecisión". Le pregunta él con sugestiva voz: "¿Te gustaría hacer el amor conmigo?". Responde la muchacha: "Sí y no"... Estoy seguro de que elementos extraños se han infiltrado en el movimiento #YoSoy132. Lo digo porque entre los manifestantes que participaron en el asedio al edificio de Televisa en la Ciudad de México vi a uno que portaba un letrero que decía: "Conplices del fraude". Los muchachos del 132 serían incapaces de incurrir en tamaño disparate. Ellos son universitarios cultos y educados; saben incluso lo que significa "anomia", y si tú no lo sabes te lo explican. ¿Por qué, entonces, muchos habitantes del Distrito Federal se molestaron con la juventud de mi Patria por el cierre de la avenida Chapultepec y de la calle Río de la Loza, entre otras donde obstaculizaron la circulación? Algunos de esos indignados -me refiero a los ciudadanos molestos, no a los manifestantes- hasta se atrevieron a decirles a los muchachos cosas en verdad muy feas, como por ejemplo: "Lo que deben hacer es ponerse a trabajar". ¡Qué lamentable! La brecha entre las generaciones es cada día mayor... Uglilia era más fea que un coche por abajo. Tan fea era que el mirón del barrio, que solía acechar a las mujeres para verlas con un telescopio a través de la ventana, la llamó por teléfono y le pidió que bajara las cortinas de su cuarto. Cierto día Uglilia fue a un bar de solteros con la esperanza de que encontrar alguno que se fijara en ella. Le fue muy mal: el primer hombre con el que intentó entablar conversación la llamó "cara de chimpancé" y se alejó de ella. Uglilia rompió en llanto. El cantinero, compasivo como todos los de su oficio, se acercó a la infeliz y le preguntó solícito: "¿Qué le sucede, señorita?". Gimió Uglilia: "¡Un sujeto me dijo que tengo cara de chimpancé!". "No le haga caso -la consoló el del bar-. Es mentira lo que le dijo ese majadero. Mire: para desagraviarla le voy a traer un plátano cortesía de la casa"... Decía la señorita Peripalda, mujer casta y honesta: "En mi próxima reencarnación me gustaría ser una ostra". "¿Por qué?" -se extrañó alguien. Explica la señorita Peripalda: "Porque entonces tendría que ser buena únicamente los meses con ere"... Don Vetulio, señor de 80 años, y don Geroncio, caballero de 82, eran compañeros de golf. Habían jugado juntos durante más de 60 años. Cierto día don Vetulio le dijo con tristeza a don Geroncio: "Tendré que dejar de jugar, amigo mío. La vista me está fallando, y ni con lentes puedo ver ya dónde quedó la pelotita". "No te inquietes -lo tranquilizó don Geroncio-. Yo veo bien. Haz el tiro, y yo te diré a dónde fue a dar la pelota". En efecto, don Vetulio hizo su tiro. Le pregunta a su compañero: "¿Seguiste el curso de la bola?". "Sí" -contesta don Geroncio. "¿Dónde cayó?" -quiso saber don Vetulio. Responde don Geroncio, pesaroso: "Ya se me olvidó"... Doña Pasita pidió ser admitida en una casa de retiro para ancianos. Le dijo el director: "Como requisito previo deberá usted someterse a un examen psiquiátrico. Si nuestro analista la aprueba, le daremos la admisión". El psiquiatra, en efecto, le aplicó el examen. Le mostró una cuchara y le preguntó: "¿Qué es esto?". Contestó doña Pasita sin dudar: "Una cuchara". En seguida el facultativo le presentó un tenedor. "¿Qué es esto?". Con prontitud respondió doña Pasita: "Un tenedor". En seguida el siquiatra le enseñó un cuchillo y le preguntó: "¿Qué es esto?". Arriesgó doña Pasita, cautelosa: "¿Un símbolo fálico?"... FIN.

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