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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Un joven y bien parecido abogado fue llamado por la más conocida y rica señorita soltera del pueblo. Había llegado ya a la edad madura, le dijo la señorita, y consideraba oportuno hacer su testamento. De los 40 millones de pesos que tenía en el banco, declaró, 10 serían para la Cruz Roja, 10 para el asilo de ancianos, 10 para la escuela secundaria y 10 para el orfanatorio. "Tengo además conmigo 1 millón en efectivo --le dijo al licenciado con sugestiva voz--. Se lo daré al hombre que me enseñe lo que es el amor. No quiero irme de este mundo sin conocer los arrebatos del carnal deliquio. Ciertas amigas mías me han contado que son muy interesantes, y bastante placenteros''. Esa misma noche el joven profesionista comentó aquello con su esposa. Le dijo: "Creo que yo mismo podría ser quien reciba ese dinero. Total, será sólo un rato, si no tienes inconveniente". Si alguno tenía la muchacha se disipó al punto con el pensamiento de todo lo que podría comprarse con aquella riqueza inesperada. Le dijo a su marido: "El Catecismo del Padre Ripalda nos enseña que es deber de buenos cristianos consolar al triste y enseñar al que no sabe. Cumple, pues, esas obras de misericordia con la señorita, y estarás labrando tu camino al Cielo''. Fue el letrado a cumplir la piadosa encomienda. Pero dieron las 10 de la noche, y el muchacho no volvía. Su esposa se preocupó, y más cuando sonaron en el reloj de la sala las 12 campanadas de la media noche sin que el marido regresara. La muchacha tomó el teléfono y llamó a la casa de la señorita. Le contestó su esposo, que le dijo respirando con agitación: "Ya la convencí de que se olvide de la Cruz Roja y de la escuela secundaria. Dame un par de horas más y la haré que se olvide también del asilo y del orfanatorio''... Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, perdió su bolso en el centro comercial. Pepito lo encontró, y fue a devolvérselo. Después de revisar concienzudamente si no faltaba nada en él, doña Panoplia le dijo a Pepito: "Qué extraño. Traía en mi bolso un billete de 100 pesos, y ahora veo diez monedas de a 10''. "Sí, -contesta Pepito-. Hace días encontré el bolso de otra señora, y no traía cambio para darme la gratificación''... La demanda de López Obrador en el sentido de que se invalide la elección presidencial es de tal modo irrazonable, y tan carente de evidencias susceptibles de comprobación, que le está enajenando apoyos que antes tenía, incondicionales. Lo digo porque advierto que algunas escritoras y analistas políticas que antes eran sus seguras servidoras ya no se ven tan seguras, ni se le muestran tan servidoras. AMLO está exigiendo demasiado a sus seguidores, que dan muestras de cansancio y quisieran volver la página de esta historia ya antes vista... Un hombre soltero sintió que le hacía falta compañía, y fue a una tienda de mascotas a comprarse una. "Pero no quiero cualquier mascota --le dijo al propietario-. No me interesa un perro o un gato; quiero algo raro". Replicó el de la tienda: "Creo que tengo precisamente lo que usted desea". Y le mostró un ciempiés. "Lo compro" --dijo al punto el muchacho. Lo llevó a su casa y lo puso en una caja. Esa misma noche el feliz dueño de la extraña mascota quiso mostrarla a sus amigos. Le preguntó al ciempiés: "¿Te parece si vamos al bar de la esquina a tomarnos una copa?". No escuchó respuesta alguna. Pasados unos minutos repitió la invitación: "¿Quieres ir a tomar una copa?". Desde la caja vino la contestación: "Ya te oí la primera vez. Me estoy poniendo los zapatos"... Un apuesto mocetón subió a lo alto de la tapia a robar las rojas ciruelas que daba el huerto conventual. Al hacerlo se le rompió el pantalón en la parte correspondiente a la entrepierna. En ese preciso instante pasaba por abajo una cándida novicia. Alzó la vista, vio aquello y corrió desalada a la celda de la madre superiora. Ninguna de ellas hablaba muy bien el italiano, pero se comunicaban en ese bello idioma. Dijo la novicia llena de excitación: "Parmi veder un angelo!''. "Un angelo?" --se asombró la religiosa. "Un angelo! -confirmó la novicia. "Bianco?''. "Bianco!''. "Bello?''. "Troppo bello!''. La superiora quiso saber si el ángel que la postulante decía haber visto volaba. Preguntó en su italiano macarrónico: "E vola?". Respondió la monjita, entusiasmada: "Due!''... (No entendí ese cuento, pues tampoco parlo la lengua de Alighieri. Lo único que sé es que la palabra "due'' significa "dos'')... FIN.

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