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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Empezó la noche de bodas. Solemne, él le preguntó a ella: "Dime: ¿soy yo el primer hombre con el que te acuestas?". "Seguramente no -respondió ella-. Te habría reconocido"... La abuelita de Pirulina le dijo con la mayor franqueza: "Hija: tu novio Picio es bastante feo". "Abue, -se justificó ella-, más vale pájaro en mano que ciento volando". "¡Pirulina! -se escandalizó la viejita-. ¡No andes agarrando esas cosas!"... Avaricio Cenaoscuras, hombre cicatero, iba de viaje con su esposa por la carretera. De pronto el automóvil se descompuso. Decidieron volver a la ciudad pidiendo aventón (autoestop, para mis lectores en España), si bien con pocas esperanzas de lograrlo, pues aquella era una carretera muy poco transitada, y además se había hecho ya de noche. Se alegraron mucho cuando a lo lejos vieron las luces de un automóvil que venía. Se detuvo el conductor. "Señor -le pidió Avaricio-, ¿podría darnos un aventón a la ciudad?". "Sí -respondió el hombre-, pero le va a costar mil pesos". "No tengo ese dinero" -dijo Cenaoscuras. "Entonces caminen" -replicó el automovilista. Y se fue dejándolos en aquella soledad. Avaricio y su mujer echaron tristemente a caminar. Más de 30 kilómetros los separaban de la ciudad. A poco andar los atacó un coyote. Luego una serpiente de cascabel les dio un terrible susto. A manotazos debían apartar de sí a lechuzas y murciélagos que se lanzaban sobre ellos. Se soltó una furiosa tempestad que los caló hasta los huesos, con un gélido viento que casi los heló. Por fin llegaron a su casa, ya bien avanzado el día, molidos, quebrantados y muertos de cansancio. Avaricio se tiró a la cama, y aventó los zapatos por un lado. En el interior de uno de ellos la señora vio algo. Sacó aquello: era un billete de mil pesos. "¡Avaricio! -le gritó furiosa-. ¡Le dijiste al del automóvil que no tenías dinero, y aquí traes mil pesos!". "Sí -contestó Cenaoscuras-. Pero los llevo para alguna emergencia"... Babalucas y su novia Boborronga fueron al cine. Se impacientaron porque no comenzaba la función. Pasó media hora; pasó una hora, y nada. Babalucas se puso a silbar, a aplaudir, a gritarle cosas al cácaro, pero ni así empezó la proyección. Sugirió tímidamente Boborronga: "Ya vámonos". "¡Ah no! -se opuso Babalucas con energía-. Quiero ver esta película. Tiene un título muy sugestivo". "¿Cómo se llama?" -se interesó ella. Contesta el badulaque: "Cerrado por remodelación"'... Dos amigos fueron a pescar. Uno de ellos entabló conversación con una lugareña de atractivas formas que también pescaba en el muelle. La conversación llevó a otras cosas, y bien pronto el afortunado tipo ya iba con la muchacha hacia un hotel cercano. Al pasar junto a su amigo éste le preguntó: "¿Pescaste algo?". Contesta el otro: "Espero que no"... "Me voy a Texas -le dijo el furioso marido a su mujer después de sostener con ella la enésima pelea-. Ahí los hombres son hombres y las mujeres son mujeres". "Está bien -replica ella-. A ver en cuál de los dos grupos te acomodan"... Termina esta columnejilla con dos variaciones sobre el mismo tema... Don Poseidón, granjero acomodado, se sintió mal, y fue al hospital de la ciudad. Ahí lo internaron de inmediato. Era la hora de comer, y una enfermera le ofreció un caldito de pollo. Don Poseidón, fatigado por el viaje a la ciudad, lo rechazó y se echó a dormir. Sucedió que el médico, después de considerar los exámenes que le había hecho a su rural paciente, determinó que lo único que tenía era un recargo de estómago, y prescribió un enema o lavativa. Don Poseidón, adormilado, recibió el tratamiento sin darse cuenta bien a bien de lo que le hacían. Esa misma tarde fue dado de alta, ya aliviado, y regresó a su casa. "¿Cómo te fue?" -le preguntó su esposa. "Bien -respondió el labriego-. Pero una cosa he de decirte: si llegas a ir al hospital, y te ofrecen un caldo de pollo, acéptalo inmediatamente". "¿Por qué?" -se extrañó la señora. Dice don Poseidón: "Porque si no te lo comes te lo dejan ir por allá donde te platiqué"... Conversaban varias amigas sobre el apuro más grande que habían pasado en su vida. "Yo -dice una-, sufrí un gran apuro cuando presenté mi examen profesional en la universidad". "Yo -dice otra-, cuando tuve aquel accidente de automóvil". "Pues yo -dice la tercera-, el mayor apuro que he pasado en mi vida fue la vez que mi hermana la bizquita me puso una lavativa". (No le entendí)... FIN.

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