"Tuve un divorcio testicular" --dijo un sujeto. "¿Por qué 'testicular'?" --preguntó alguien sin entender. Explica el otro: "Mi mujer ya me tenía hasta los éstos"... Inmediatamente atrás del chofer del autobús escolar Pepito iba cantando a voz en cuello: "Si mi madre fuera una elefanta, y mi madre un elefante, yo sería un elefantito". Una y otra vez repetía ese mismo estribillo, Harto ya de la tediosa cantaleta el chofer le dijo: "Oye, niño: y si tu madre fuera una piruja, y tu padre un gigoló, tú ¿qué serías?". Sin vacilar Pepito respondió: "Chofer de este autobús"... Salva una sorpresa, que sería mayúscula, no se invalidará la elección presidencial. Y eso no causará ningún estallido social, aunque lo augure López Obrador: si algún estallido surge en el futuro no lo provocará el hombre, sino el hambre. Aunque incipiente, nuestra democracia ha mostrado solidez, y no se mueve ya al impulso de personas, sino de instituciones. Por otra parte los disidentes se enfrentan al tedio que causa el déjà-vu, lo ya mirado. Si la pasada resistencia, a pesar de su costo -200 pesos diarios por manifestante-, no les reportó ningún fruto apreciable, se puede suponer que esta segunda pataleta tampoco bastará para anular la votación recogida en las urnas por los cientos de miles de ciudadanos que participaron en la jornada electoral. Hay una norma aplicable lo mismo a la vida que al acto de conducir un automóvil. Vivir es como manejar: debes mirar siempre hacia adelante, y sólo de vez en cuando echar un vistazo hacia atrás. Nos corresponde ahora ver hacia el futuro, no con el ánimo de quienes se resignan a un hecho consumado, sino con la actitud alerta y participativa que trae consigo el fundado temor de que el regreso del PRI a Los Pinos pueda significar la vuelta de los vicios y errores del pasado. Nada de lo que hemos visto después de la elección de julio nos hace pensar en "un nuevo PRI". Los coordinadores de las bancadas priistas en la Cámara de Diputados y en la de Senadores son figuras de viejo cuño. Aunque lo mismo puede decirse de los demás partidos, el PRI deberá hacer un esfuerzo para ofrecer vino nuevo en botellas viejas, vale decir, para hacer reformas importantes conseguidas a través de la experiencia de personajes pertenecientes a la estructura del priismo tradicional. El PRI no puede ser el mismo de antes, y menos si ha llevado a un hombre joven en la Presidencia, hombre de quien se espera un cambio que los panistas, tan diestros en echar oportunidades por la borda, no fueron capaces de llevar a cabo. Esperemos que las cosas mejoren. No es mucho esperar, pues hoy por hoy casi no podrían estar peor... Sombroso pensamiento este último, inane escribidor. Nos has dejado atiriciados y espiritifláuticos, poseídos por la congoja y el susidio. ¿Así ves al país, tan lleno de calígine? Ea, cobra ánimos, aunque no te los paguen, y narra un cuentecillo final que nos alegre. Haz como aquellas antiguas compañías de teatro, la de Enrique Borrás o Margarita Xirgu, que después de representar tremendos dramas como "Mancha que limpia" o "La jaula de la leona" regalaban al público sainetes hilarantes a la manera de "Buscando narices" o "Se vende una mula", para aliviar la pesadumbre que causaban aquellos sombríos culebrones, y que todos se fueran a dormir con ánimo ligero. Como dijo aquel griego de la época clásica después de asistir a la representación de "Edipo Rey": "Reconozco que Sófocles es bastante bueno, pero se le olvida que el teatro es para entretener"... Esto que voy a contar sucedió hace unos días en el programa de televisión de David Letterman. Una de sus invitadas, la escultural tenista Serena Williams, llegó luciendo un brevísimo y ajustadísimo vestido rojo que ponía de manifiesto sus más recónditos encantos. Cuando Letterman hizo alusión a la reveladora prenda dijo la deportista: "Vi cómo se te saltaron los ojos". "Y no fue lo único que se me saltó" --replicó al punto el entrevistador. Eso me hace recordar al muchacho que conducía nerviosamente su automóvil, pues a su lado iba una linda chica cuya blusa y falda hacían que por arriba se le viera hasta abajo, y por abajo se le viera hasta arriba. Se quejó la muchacha sin quitar la vista de la carretera: "Vas manejando tan mal que debo ir agarrada a la palanca de las velocidades". Replicó el turbado joven: "El coche es automático". (No le entendí)... FIN.