Don Vetulio, añoso caballero, leía un libro en el sillón de la sala. Su nieto adolescente le preguntó: "¿Qué estás leyendo, abuelo?''. "Un libro de historia'' -respondió el anciano. "¿De historia? -sonrió el muchacho-. En la portada dice 'Sexo'''. "Hijo -suspiró el viejecito-, para mí el sexo ya es historia''... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, rezaba sus oraciones de la noche: "Y no me dejes caer en la tentación, Diosito. ¡Pero por lo menos de vez en cuando mándame una!'"... Dos criaditas estaban platicando. Dijo una con admiración: "Hubieras visto la reunión de damas que hubo en casa de mi patrona. Todas las invitadas eran profesionistas e intelectuales. Había famosas escritoras, políticas poderosas, altas funcionarias de gobierno...''. "¿De veras? -se asombró la otra-. Su conversación debe haber sido de mucha altura, muy interesante. ¿Supiste de qué hablaban?''. "Sí -contesta la criadita-. De nosotras''... Simpliciano, muchacho sin ciencia de la vida, contrajo matrimonio con Planicia, su novia de toda la vida. Al regresar del viaje de bodas el recién casado le hizo una confidencia a su mamá: "Planicia tiene el busto muy pequeño''. "¿Por qué te inquieta eso? -sonrió la señora-. Lo que realmente importa está más al sur". "Sí -concede Simpliciano-. Pero cuando tengamos un bebé lo único que podrá darle será leche condensada''... Sobre la chimenea de mi casa todo el año hay un misterio. Más bien un Misterio, con mayúscula. Lo forman la Virgen María, San José y el Niño. Lo compré hace ya muchos años en Guadalajara, obra de algún anónimo artesano. Misterio más hermoso no he vuelto a ver jamás. La Virgen, arrobada, acuna a su hijo en el regazo. Junto a ella San José está con actitud meditabunda, la mano en la barbilla. No se explica el misterio, por más que es parte de él. Esa Sagrada Familia está todo el año sobre mi chimenea. Todo el año, menos en septiembre. En este mes pongo en su lugar una bandera mexicana. Bella como una bandera es mi bandera, con la gala brillante de los tres colores, y en el medio el escudo nacional. No creo que cambie mucho cuando quito la Sagrada Familia y pongo en su lugar la bandera de la patria. Después de todo la patria es también una sagrada familia... Llegó una mujer a la sala de belleza. Le dijo a la encargada: "Quiero rizarme el pelo'. "Sí, señora -respondió ella-. Tenemos el rizado de mil pesos y el de 500''. "¡Qué caros!'' -se indignó la clienta. Le informó la muchacha: "Tenemos también el de 50 pesos". "Eso es más razonable -gruñó la mujer-. Lo tomo''. "Venga por aquí -le indicó la muchacha-. Ahora meta el dedo en ese socket de la electricidad''... Un turista norteamericano fue invitado a una tienta de toros en una ganadería de reses bravas. Animado por seis o siete tequilas que se había tomado, y excitado también por la presencia de las bellas señorrrritas mexicanas, pensó que era cosa fácil eso de torear. Pidió un capote, y a pesar de las advertencias del ganadero bajó al ruedo y se plantó frente al torete. Nunca lo hubiera hecho: al primer cite el bravo becerro lo prendió y le pegó una cornada en el sitio preciso en que cualquier varón menos querría ser corneado. Conducido rápidamente al consultorio del único médico del pueblo, fue sometido por el facultativo a una operación quirúrgica de urgencia. Cuando el desdichado volvió en sí su primer pensamiento fue para la parte donde había sufrido la cornada. "Decirme ousté, doctor -le preguntó lleno de angustia al cirujano-. ¿Haber perdido yo mis cousas?''. "Claro que no, mister Dickless -lo tranquilizó el médico-. Aquí se las tengo, en esta cajita''... Doña Jodoncia y su esposo don Martiriano leían el periódico en el desayuno. "Mira -comentó la señora-. Aquí dice que un lord inglés le dejó toda su fortuna a una mujer que no quiso casarse con él''. "¡Caramba! -exclama don Martiriano-. ¡Eso se llama gratitud!''... La linda secretaria le confesó a su jefe que estaba enamorada de él. "Dulciflor -le dijo el ejecutivo tomándola por los hombros y mirándola fijamente-, tú sabes bien que soy casado. ¿Te gustaría un amor a base de citas clandestinas en bares escondidos, de encuentros vergonzantes en moteles a la orilla de la ciudad?". Ella se apenó y respondió con lágrimas en los ojos: "N-no". "Bueno -se decepcionó el ejecutivo-. Era sólo una sugerencia". FIN.