Tres amigos expertos en cosas de amoríos cambiaban impresiones acerca de un tema relacionado con las mujeres con quienes tenían trato íntimo: hablaban del brassiére, llamado también sostén, sujetador, corpiño, almilla o ajustador. Dijo uno: "A mí me gusta sencillo y sin adornos". "En cambio -acotó otro- yo lo prefiero con encajes, adornos y detalles atrevidos". "Pues a mí -opinó el tercero-, me gusta que el brassiére de la mujer que acaricio sea como los libros que leo". "¿Cómo?" -le preguntaron extrañados. Respondió el otro: "Que tengan un gran contenido humano"... Y hablando de gustos, cierta universidad estadounidense obtuvo un fondo millonario donado por un rico ex alumno para investigar un tema de importancia capital: ¿qué tipo de hombres prefieren las mujeres: los de muslos gruesos o los de muslos delgados? Se hizo una encuesta, y resultó que el 98 por ciento de los encuestados respondieron que les gustaba más bien lo intermedio... El reloj de la sala había desgajado ya las 12 de la noche, y sin embargo el novio de Susiflor no daba traza de dar fin a su visita. El papá de la chica se asomó por la escalera de la sala y le dijo: "Susiflor: ya es hora de ir a la cama". Habló el galancete: "Exactamente eso mismo le estaba diciendo yo, señor, pero no quiere"... El Padre Arsilio puso un aviso en el tablero de su iglesia: "Los que van a bautizar entren por la puerta delantera. Los que van a confirmar entren por la puerta trasera. Los que se van a casar están autorizados a entrar por ambos lados"... Lord Feebledick le dijo con tono de amenaza a mister Busygroin: "Señor mío: me he enterado de que usted galantea a mi mujer, lady Loosebloomers. Le advierto una cosa: si le sigue mandando recaditos y hablándole por teléfono en mi ausencia, se la voy a dejar''... De una cosa podemos estar ciertos: con Peña Nieto se acabará eso que recibió el nombre de "Feuderación", vale decir los feudos que establecieron los gobernadores sustrayéndose al control de la Federación. Sobre todo en lo que hace al manejo de los dineros el Gobierno federal ejercerá una estrecha vigilancia sobre los estados, e impondrá un régimen estricto de transparencia y de responsabilidad fiscal. Lo mismo se hará en relación con las delegaciones de las diversas secretarías, que en el curso del sexenio que está por terminar se manejaron muchas veces en forma discrecional, y que ahora serán objeto igualmente de una supervisión contínua. Se hará política, eso es obvio, pero habrá también mucha administración. No estoy dando ideas: estoy describiendo en forma sencilla, para que yo pueda entenderlo, lo que sucederá... Llegó a su casa don Cornulio y halló al plomero trabajando en la cocina. Había terminado de arreglar un grifo que él no había podido reparar. Sacó un billete don Cornulio, se lo dio al plomero y le dijo: "Aquí está su pago, buen hombre, y además una propina adicional. Salga esta noche a divertirse con la señora". Respondió el individuo: "Si no tiene usted inconveniente usaré ese dinero en otra cosa. Ya me divertí con la señora aquí mismo, y no me cobró nada"... El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite el adulterio a condición de que no se cometa en horas de trabajo), fue a visitar a la familia recién llegada al pueblo. Se sorprendió al ver que el matrimonio tenía 15 hijos. "Veo que les gustan mucho los niños'' -le dijo a la pareja. "Ni tanto, reverendo -contestó el señor-. Lo que nos gusta es otra cosa. Los niños son una especie de efecto secundario''... Viene enseguida un cuento de deplorable gusto. Las personas que no gusten de leer cuentos de deplorable gusto deben suspender en este mismo punto le lectura... Doña Cicata le dijo al médico de la familia: "Descubrí una manera de ahorrar. Estoy alimentando a mi esposo con puras croquetas para perro''. "¡No haga semejante cosa! -se escandalizó el galeno-. ¡Ese régimen va a matar a su marido!''. Opuso la mujer: "Pues él parece estar contento con el régimen. Seguiré dándole croquetas''. A los seis meses el doctor se topó en la calle con doña Cicata. Iba vestida de luto. "¡Le dije que su marido iba a morir con esa alimentación canina!'' -la amonestó, severo. Llorosa contestó doña Cicata: "No fue la alimentación, doctor. El pobrecito estaba echado en el sillón; quiso lamerse abajo como hacen los perros, y se rompió el cuello''... FIN.