El investigador en temas de sexualidad entrevistó a una esposa. "Dígame -le preguntó-. En tratándose de sexo, su esposo ¿es difícil de complacer?". "No lo sé -contestó ella-. Jamás he intentado complacerlo"... Nalguiria Mastosia, actriz del cine pornográfico, se negó a filmar la película que le ofrecían. "¿Por qué? -le preguntó el productor-. ¿No te gusta tu parte?". "Sí me gusta -respondió Nalguiria-. Lo que no me gusta es la parte del actor"... Los dos fatigados peregrinos avanzaban penosamente por la áspera vereda que conducía al convento. "¡Ánimo, hermano! -le dijo el uno al otro-. ¡No desfallezcamos! En lontananza columbro ya la santa casa donde habremos de hallar refugio y fortaleza, lejos de las terribles acechanzas del mundo, el demonio y la carne". Llegaron por fin casi arrastrándose a las puertas de la morada conventual, y con las últimas fuerzas que les quedaban hicieron sonar la campanilla de la puerta. Caían ya las sombras de la noche, y arreciaban la cellisca y la nevada. Un lego abrió una ventanilla, y les preguntó con dulce y apacible voz: "¿Qué buscáis en esta casa, hermanos míos?". Respondió uno de los peregrinos: "Venimos en busca de amparo, de paz y de consuelo". "¡Shhh! -les impuso silencio el alarmado hermano-. Aquí estuvieron hace rato, pero ya se regresaron al pueblo. Búsquenlas en El Foco Rojo, el Fito's Bar o El Columpio del Amor"... Doña Jodoncia pensó dedicar sus ocios al difícil arte de la pintura. Para tal efecto tomó dos o tres clases de pintura, y luego empezó a trabajar por su cuenta. Le preguntó una amiga: "¿Qué es lo que pintas?". Contestó doña Jodoncia: "Al principio hice algo de paisaje, pero ahora estoy pintando una naturaleza muerta". "¿Un bodegón?" -dijo la amiga. "No -precisó doña Jodoncia-. Un retrato de mi marido Martiriano"... Don Algón necesitaba una nueva secretaria. A tal fin entrevistó a una linda chica de quien le habían hablado muy bien, pero que al parecer esperaba un buen salario. "Dígame, señorita Rosibel -le preguntó, cauteloso-. Si le ofrezco 10 mil pesos por semana ¿me dirá usted que sí?". Contestó de inmediato Rosibel: "Por 10 mil pesos le diré que sí tres veces por semana"... Filipéndula era una chica muy ligera, y además sumamente delgada. Sucedió que cierto día se tragó entera una aceituna, y cinco muchachos huyeron del pueblo... Dos amigos se encontraron después de mucho tiempo de no verse. Fueron a tomarse unas copas, y entraron en el terreno de las confidencias. Dijo uno: "Mi vida matrimonial ha sido sumamente problemática. Mi esposa y yo nos la pasamos discutiendo siempre. Puras dificultades. En tres ocasiones no me he divorciado por un pelito". "En cambio yo -dijo el otro- me acabo de divorciar precisamente por un pelito. Era rubio, y mi mujer me lo halló en la solapa"... Un niño pequeñito iba por el campo. Estiraba con todas sus fuerzas a un enorme toro atado a una cuerda. Se veía a las claras que el niño tenía problemas para llevar al animal. Una señora de la ciudad pasó en su automóvil por ahí y se detuvo, compadecida, al ver aquello. "¿Qué haces, buen niño?" -le preguntó al chamaco. Respondió el pequeñín: "Llevo este toro a la granja del vecino para que cubra a una de sus vacas". Inquirió con enojo la señora: "¿Y qué no puede hacer eso tu papá?". "Supongo que sí -respondió el niño-. Pero las vacas prefieren al toro"... Llegó un curita joven a la parroquia, y el Padre Arsilio quiso saber si su nuevo ayudante, recién salido del seminario, tenía aptitudes para impartir el sacramento de la reconciliación. A tal efecto entró con él en el confesionario a fin de oírlo confesar. Llegó una señora a confesarse. Al final el curita le preguntó al Padre Arsilio qué le había parecido la confesión. "No estuvo mal -le dijo el buen sacerdote-. Sólo te sugiero que al oír los pecados que te confiesen las señoras digas: 'Prosigue, hija mía', o 'Entiendo', en vez de decir: '¡Uta!'"... La esposa de don Languidio, señor de edad madura, les contó a sus amigas en el club: "Mi marido tenía problemas para conciliar el sueño, pero hice un curso de hipnotismo y he podido ayudarlo mucho. Todas las noches me siento a su lado en la cama y voy sumiendo en sueño hipnótico a cada una de las partes de su cuerpo. Les digo: "Cabeza y cuello: duérmanse... Tórax: duérmete... Brazos: duérmanse... Cintura: duérmete... Vientre: duérmete... Muslos: duérmanse...". Una de las amigas le dijo con pícara sonrisa: "Te saltaste". "No -replicó la señora-. Eso ya está dormido desde hace mucho tiempo"... FIN.