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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"No traigo dinero para pagarle". Así le dijo la mujer al maduro conductor del taxi. Y añadió luego al tiempo que se reclinaba provocativamente en el asiento del vehículo: "Pero puedo pagarle con esto". "Lo siento, señora -replicó el senescente taxista-. Yo ya no tengo con qué cobrarle". Babalucas viajó a la gran ciudad, y por azar se topó con un viejo conocido de su pueblo. Le dijo éste: "¡Qué pequeño es el mundo!". "¿Pequeño? -retobó el badulaque-. A ver, bárrelo". ¡Clap clap clap clap clap clap clap! ¿A quién aplaudes, pendolista, con tan sonoro aplauso, tributado además con las dos manos para mayor efecto? Muy rara vez alabas a alguien en tu columnejilla, excepción hecha de a ti mismo, por eso las palmas que hoy envías se antojan novedad inédita e insólita, si no es que extravagante o exótica excentricidad. Responderé a la pregunta. Aplaudo nada menos que a Marcelo Ebrard, por su anuncio de que aspira a ser candidato en la próxima elección presidencial, la del 2018. No conozco personalmente a Ebrard, e impersonalmente lo conozco poco. Tengo la dicha -y tengo la desdicha- de no vivir en el Distrito Federal; jamás he cruzado con don Marcelo una palabra, y menos todavía dos o tres. Lo más cerca que estuve de saludarlo al menos fue en un ciclo de conferencias en que él tuvo participación y yo también. Escucho sin embargo muy buenas opiniones acerca del gobierno que hizo, y es claro que no arrastra las cargas negativas que empañaron la administración de quien lo antecedió en el cargo. Hizo bien don Marcelo en saltar desde ahora a la palestra, sobre todo cuando López Obrador ya está en ella, y con 12 años de campaña tras de sí. Un par de problemas afrontará Ebrard. El primero será el de mantenerse en la atención de los votantes durante todo un sexenio. El segundo problema es de dinero, pues mucho habrá de requerir para costear su precampaña. Quizá resulte ingenuo de mi parte suponer falta de fondos en un político que después de ocupar la jefatura del DF aspira a gobernar el país, pero lo cierto es que AMLO, convertido ahora en empresario de la política, tendrá asegurada una jugosa fuente de financiamiento cuando consiga, como seguramente conseguirá, el registro del partido que se propone fundar. Ebrard, en cambio, podrá verse en el trance de explicar el origen de los dineros que empleará en los largos seis años de su precampaña. A la política es aplicable el dicho napoléonico según el cual para ganar una guerra se necesitan tres cosas: dinero, dinero y dinero. La guerra de Ebrard será principalmente contra López Obrador. Gracias a la legislación electoral que padecemos, y gracias también a nosotros los contribuyentes, el tabasqueño tendrá dinero de sobra. Aún así Marcelo Ebrard es desde ahora un aspirante fuerte a ocupar la que antes se llamaba "máxima magistratura", que ahora se ve tan mínima. Convendrá no apartar la vista de él. Hiperbólica me parece la última frase, columnista. ¿Quieres decir que por no apartar la vista de Marcelo Ebrard nos perderemos de ver los hermosos crepúsculos, o los amaneceres, y no podremos ya mirar los ojos de la persona amada, o deleitarnos en la contemplación del mar, de las montañas, y de otras inefables bellezas de la Patria? Otra cosa sería si dijeras, por ejemplo: "Convendrá no apartar la vista de Ebrard de 10 a 11 de la mañana, y de 6 a 7 de la tarde". Eso nos dejaría tiempo libre para otros miramientos y contemplaciones. Pero expresada así, tajantemente, tu admonición resulta extrema. Nunca se debe exagerar. Una mujer entró en un casino de Las Vegas. El caso no tendría interés alguno si no fuera porque la dama iba corita, nuda, in puris naturalibus, eufemísticos modos de decir que iba encuerada. Se plantó frente a la mesa de blackjack, y mostró enojo al advertir que el dealer se le quedaba viendo fijamente. "¿Qué? -le preguntó con acento retador-. ¿No has visto nunca una mujer desnuda?". "A muchas he mirado, praise the Lord -respondió el hombre-. Pero en su caso tengo curiosidad por ver de dónde se va a sacar el dinero para comprar las fichas". El gorila del zoológico escapó de su jaula, tomó en sus membrudos brazos a doña Frigidia, la esposa de don Frustracio, y derribándola por tierra se dispuso a hacerla objeto de sus selváticos instintos. La señora, desesperada, le pidió a su marido: "¡Haz algo!". Desde la prudente distancia en que se hallaba le gritó el señor al prepotente simio: "¡Hoy no! ¡Le duele la cabeza!". FIN.

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