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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Quiero morir haciendo el sexo" -le dijo un tipo a su mujer. "Bueno -replicó ella-. Al menos sabemos que será una muerte rápida"... Un paciente del doctor Ken Hosanna se quejó: "Cuando me levanto por la mañana me siento laso, feble, fatigado, decaído, postrado, lánguido y desfallecido. A la media hora, sin embargo, me siento fuerte, recio, vigoroso, dinámico, animoso, enérgico y fornido. ¿A qué se deberá eso, doctor?". "No lo sé -respondió el facultativo-. Pero una cosa le puedo aconsejar: levántese media hora más tarde"... Un hombre llamado Pimp había sido gigoló. Se topó en la calle con un antiguo amigo y le preguntó cómo le iba. "Muy bien -contestó el amigo-. Me dediqué a los negocios. Cuando mi capital de trabajo se me dobló pude retirarme. Y a ti ¿cómo te ha ido?". "No muy bien -respondió Pimp con acento pesaroso-. Fui gigoló. Cuando mi capital de trabajo se me dobló tuve qué retirarme"... Algebrito, niño de 6 años, era un genio de las matemáticas. Cierto día estaba impartiendo una conferencia sobre cálculo de probabilidades a un grupo de doctores cuando de pronto se detuvo y anunció a sus oyentes: "Tendrán que perdonarme, señoras y señores. Debo ir a hacer 6.28.32". ¿Qué significa eso?" -preguntó alguien, desconcertado. Explicó Algebrito: "Que debo ir a hacer pipí"... Don Algón le regaló a su nueva secretaria un vestido carísimo, precioso. Ella se lo probó inmediatamente. Le indicó el salaz ejecutivo: "Se te está bajando el calzoncito". Ella, apenada, se revisó apresuradamente y luego dijo: "No se me está bajando". Replica don Algón: "Si no se te baja, el vestido regresará a la tienda"... Don J. Refugio García, queridísimo tío esposo de la única hermana de mi padre, mi tía Conchita, tenía un perro al que enseñó a sacar de su jardín a los gatos callejeros que se metían. Bastaba que el tío Cuco le dijera al animalito: "¡Un gato!", para que el can se lanzara a todo correr hacia el jardín, ladrando frenéticamente, a expulsar a los descarados michos. Cierto día estábamos hablando de no sé qué prolongada huelga en Monterrey. Mi tío dictaminó, severo: "La culpa la tiene el sindicato". El perro oyó esa última palabra, que le sonó a gato, y salió disparado hacia el jardín entre ladridos furibundos. El sindicalismo bien entendido es algo bueno: protege el interés de los trabajadores. Entendido mal, el sindicalismo es cosa pésima: protege el interés del líder. En México el sindicalismo no se entiende. Cada uno de los poderosos sindicatos que aquí existen es una ínsula de poder a la que no llegan las leyes que a los demás mexicanos nos obligan. Los trabajadores pueden elegir con libertad al Presidente de la República, pero no pueden elegir libremente al secretario general de su sindicato. La democracia se detiene ante la puerta del recinto sindical: no puede entrar en él. Negar a los miembros de un sindicato el voto libre y secreto para elegir a sus representantes es hacer nugatorio un derecho elemental. Sucede que el PRI es un partido corporativista fincado en el control de los trabajadores a través de los sindicatos pertenecientes al partido. No podía el PRI dar demasiadas libertades a esos trabajadores; protegió entonces a sus eternos líderes. Desde ese punto de vista la reforma laboral constituye una reforma sin cambios. Podrá mostrar otros avances, pero en la cuestión sindical las cosas siguen básicamente como estaban. O sea mal... Una señora le pidió al carpintero de su colonia que le fabricara un armario para su recámara. Tan endeble quedó el mueble que cada vez que pasaba el Metro se le caía una pata o un cajón. La señora llamó al carpintero para que lo reparara. El tipo lo examinó y dijo: "Quizá el defecto está en la armazón interior". Le hizo algunos ajustes y le informó luego a la señora: "Me voy a meter en el armario a esperar que pase el Metro. Así veré el efecto de la vibración". Dentro del mueble estaba el carpintero cuando llegó el marido de la dama. Escuchó un ruido extraño dentro del armario, lo abrió y vio ahí al sujeto. Le preguntó, indignado: "¿Qué hace usted aquí?". "Señor -suspiró el otro resignándose a lo peor-, tendré que decirle que me estoy tirando a su esposa, porque si le digo que estoy esperando el Metro no me lo va a creer"... FIN.

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