Observo con profunda, muy profunda, admiración las fotografías de la Duquesa de Alba en bikini en las Islas Pitiusas. ¿Ya las vieron?
Trataré de describirlas para los que no. Porque, sinceramente, con los agobios que provoca el regreso de las vacaciones y los problemas del mundo actual, cualquiera podría pasar de largo esa actividad llamada “Veamos las fotos de Doña Cayetana”.
Aparece en traje de baño, en bikini, concretamente, blanco con flores de colores, y para ‘taparse’ un vestidito de gasa verde transparente con flores que combinan con las otras flores. Gafas enormes de sol moradas y sombrero de ala ancha rosa para cubrirse del sol. Iba a poner que entre los accesorios traía a un señor de pantalones grises, pero ya vi que es su marido, Don Alfonso. Disculpen.
Hay un par de cosas que me gustan de esta mujer de 86 años. Bueno, tres cosas. Primero, su personalidad. Segundo, su gran sentido del humor. Y tercero, su lema: “Vive y Deja Vivir”.
Amo que le importe un pepino lo que piensen de ella. La mujer se pone un bañador y se sumerge en el mar de Ibiza, eso sí, bien escoltada, porque si la revuelca una ola (como a Lucero en las vacaciones pasadas) ya no la cuenta. Lectores y lectoras, eso es tener seguridad en la vida. Porque si vas a esperar tener el cuerpo de Angelique Boyer o de Sofía Vergara para sentirte la mejor mujer de la playa, puedes aguardar sentada.
Mi Duquesa confía en el cuerpo que Dios le dio y la vida fue modificando, y lo luce sin problemas. Aunque el pecho ya esté en el lugar del ombligo y el ombligo ya se haya desplazado a las rodillas, y las rodillas a los tobillos. ¡Qué importa!
Además, perdón. Pero está más fácil identificarse con ella que con la Vergara. No quiero asustar a nadie, pero nuestro futuro corporal se asemeja más al de la señora De Alba (no Rebecca, sino Cayetana, ¿eh?) que al de la colombiana. Así que ¡váyanle tomando cariño a la flacidez!
Yo me sentía una gran discípula de la Duquesa y este verano salí tan fresca a la calle, sin mangas, muy libre. Mentalmente me repetía: “Tú puedes, muestra tu fuerza interior, que tu carisma le gane a la elasticidad (jaja), ¡venga de ahí!”. Y todo iba muy bien, hasta que apareció un fresco que me mandó un mensaje en Twitter (Dios mío, qué daño nos están haciendo las redes sociales) que decía que yo “tenía los brazos más aguados que un concierto de Pandora”.
Así que ahora estoy haciendo ejercicio y no puedo mover los brazos del dolor. De hecho escribo la columna con un palito en la boca para apretar las teclas, como Javier Bardem en Mar Adentro.
¡Ah, cómo pasa factura la edad!, ¿no? Aunque hay algunos que resisten mejor los embates. Acabo de saludar a Lorena Herrera y es impresionante. Dura como roca. Todo en su sitio. Por supuesto, y para ser original, le pregunté cómo se conserva. Y contestó que va al gimnasio hasta los domingos.
¡Ahí está la cosa! Amí los domingos es cuando más antojos me dan. Los domingos es cuando me atacan todos los jinetes del apocalipsis fisiológico: el hambre, la pereza, la ansiedad.
Este último domingo, para no pensar en las tristezas del cuerpo, fui al cine. Vi La Era del Rock y aunque en la primera escena me entró un ataque de pánico por tanta cantadera, luego me divertí. A lo que voy es que TomCruise enseña casi todo el cuerpo y ya se le notan los 50 en la espalda (ya saben, cuando el cuero se afloja). Eso sí, el ‘derrière’ de Tom merece un aplauso. Es lo mejor de la película.