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De vuelta al ruedo

CINCUENTA SOMBRAS DE GREY

Martha Figueroa

¡No! ¡Deténganse! ¡Quemar libros no es bonito! ¡Mejor tengamos sexo (no juntos, claro)! Si me notan un poquito alborotada es que estaba leyendo todas las fogatas que ha provocado el libro de moda “Cincuenta Sombras de Grey”. Por un lado, unas señoras en Gran Bretaña lo quieren quemar porque dicen que incita a la violencia contra la mujer. Y, por otro, unos señores en Norteamérica le prendieron fuego pues juran que sus esposas los abandonaron por considerarlos una lástima (ja ja ja) junto al protagonista de la novela erótica.

Es que “Fifty Shades of Grey” se trata de una estudiante virgen de literatura que conoce a un magnate guapísimo y empiezan a tener sexo como locos. En pocas palabras. Ah, pero el meollo del asunto es que el hombre quiere que la inocente mujer firme un contrato para que la relación sea sadomasoquista, que incluya juguetes sexuales dolorosos, látigos, cuerdas, “esposas” (con las que te arrestan, no con las que te casas) y demás, porque a él eso del “misionero”, la “cucharita”, el “perrito”, “la catapulta”, los besos y el sexo oral le parecen aburridos. El “señor Grey” no quiere romance, prefiere una historia de “amo” y “sumisa”.

El libro ha vendido 20 millones de copias en todo el mundo, muchos de ellos adquiridos por amas de casa y ha dado paso a un nuevo género literario que los expertos bautizaron como “mommy porn”, o sea, pornografía paramamás.

Aunque su distribución fue prohibida en estados como Georgia, Ohio o Florida, son ¡20 millones! Lo que quiere decir que al menos 15 millones de personas traen las hormonas desatadas (porque a algunos no les gustó). Es que dicen los críticos literarios que E L James, la autora, escribemuymal. Lo que no entienden esos experimentadísimos críticos es que los lectores no están buscando en este caso una obra literaria inolvidable, sino un afrodisiaco. Pues sí, hay momentos en la vida en que encuentras plumas que encienden mucho más que Fuentes, García Márquez y José Emilio Pacheco.

Sinceramente, es un libro que se lee muy fácil y que te engancha, no por el uso del idioma, sino porque somos unas (unos) curiosas que queremos ver a una pareja que tiene grandiosos encuentros sexuales. No creo que sea el caso de millones de lectores insatisfechos, sino lectores con fantasías. Digo, ¿quién no sueña con tener una pareja que quiera tener sexo 4 veces al día?

Particularmente, no creo ser el tipo de persona que se emocionaría con los azotes, las torturas y el ‘bondage’ (‘kimbaku’, que le dicen en Japón). Digo, una cosa es que te amarren tantito con una mascada y otra que te hagan nudos ciegos y te cuelguen de quién sabe dónde, como si fuera el “Ataúd Egipcio” del profesor Zovek. Pero creo que el libro está motivando a los lectores (hombres y mujeres) a tener sexo más divertido y placentero, y eso no puede ser malo. Con orgasmos la vida se ve mucho mejor, muchachos.

Básicamente, lo que sentí después de leer el best seller #1 de The New York Times fueron dos cosas: envidia (¡¿por qué no lo escribí yo?!) y nostalgia porque tuve un novio increíble cuyas aptitudes y nivel de complacencia dejan a ‘Christian Grey’ ¡como un verdadero inútil!

¡Yeah! Hay veces que Dios (o alguien en lo alto) se apiada de las almas solitarias, como la mía, y te envía un regalazo

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