Me encantan los homenajes a los muertos en la Plaza México. Son tan bonitos, que hasta piensas "cuando yo estire la pata, quiero que me traigan aquí". Se los cuento porque ya arrancó la temporada grande y lo primero fue rendirle tributo a Mariano Ramos, un torero muy valiente y quien en 40 años sólo recibió una cornada (muestra de su poderío).
Pero les decía que lo del domingo fue precioso porque Mariano, ya convertido en cenizas y en una cajita, dio su última vuelta al ruedo y 38 mil personas le aplaudimos de pie, le gritamos y le dijimos adiós, unos con un nudo en la garganta y otros con la cerveza en la mano, pero con mucho sentimiento. Eso sí. Bueno, para que vean la unión que hay entre el público taurino cuando se trata de algún caído, todos se suman. Había personas que no sabían quién era el difunto ni para quién eran las porras porque llegaron tarde (y al señor del micrófono no se le entendía nada porque susurraba como en chino), pero igual se unieron al homenaje.
Algunos aficionados lloraron mucho. Yo, esa tarde, no traía lágrimas, pero aplaudí con intensidad de la buena porque recordé cuando conocí al matador Ramos y me enseñó toda la lista de vírgenes, santos y figuras religiosas que dominaba. Creo que se las sabía hasta por abecedario. Debo confesar que no soy tan devota, pero cuando algo malo pasa ¡las recito todas! Al estilo Mariano, suelto la retahíla empezando por "ay Virgen de Guadalupe, Santo Niño de Atocha, Cristo de las tres caídas, Señora del Pilar, Virgen de la Macarena, Jesús del Gran Poder", y me quedo en paz.
Pues ¡buen viaje, Mariano! Los que nos quedamos aquí, nos pusimos contentos con Diego Silveti, quien se está convirtiendo en un torero bueno y, físicamente, se parece tanto a su papá que da mucho gusto verlo.
Luego me emocioné cuando descubrí entre las barreras al bailaor Joaquín Cortés, que es una maravilla. Es más, podía verlo todo el día sin cansarme, ya ven que soy rara, intensa y a veces no tengo mucho quehacer. Ahora que, no es fácil identificarlo fuera del escenario, sin los tacones y el pecho desnudo, ¿eh? Yo le decía a mi amiga "¡te juro que sí es!", y ella contestaba "claro que no, es Diego Verdaguer, seguro Amanda no pudo venir". Es que ahora Joaquín y Diego traen el mismo corte de pelo y lentes idénticos para el sol.
La verdad es que soy una suertuda encontrándome al bailarín español y siempre pienso "ah, cómo me gusta. Qué sexy es. Uy, pero qué bajito". Si lo ves en el escenario, parece más grande porque se estira con una elegancia increíble. Por eso hay personajes que no deberían salirse de sus entornos de éxito, digo yo, porque rompen ilusiones a diestra y siniestra. Por ejemplo, a mí me gusta Pablo Hermoso de Mendoza arriba del caballo. Cuando veo que se baja, corro para el otro lado. Por citar casos.
Mi editor, que es muy buena persona, dice que a los lectores les gusta cuando damos lista de asistentes a los toros, así que le haré caso. Ahí les va:
Onésimo Cepeda; Miguel Alemán Magnani; Emmanuel, quien está más joven que cuando nos volvía locas; Ana Gabi Peralta, guapa guapa guapa; los Pérez-Teuffer brothers; Emilio Checa, muy combinado de pies a cabeza; Carlos Peralta sin señora esposa; Fernanda Meade, de Pandora; Daniel Karam en tenis y puro en mano (les digo que les quitas el entorno y 'desmerecen' jaja. Amo esa palabra) y Luis Téllez Kuenzler ¡hasta que veo relajado a este pobre buen hombre! (Iba a poner a Elías Sacal, elegantísimo, pero se enoja cuando aparece en esta columna, así que mejor no).
Ah, perdón, por poco olvido a Enrique Ponce, quien también estuvo ahí. Se me va la olla.