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De vuelta al ruedo

ÁTOMOS Y CALÉNDULAS

Martha Figueroa

El otro día fui al teatro y desde que me senté dije “ah caray”. Por varias razones. La primera fue porque nunca había visto una dulcería como esa. Nada más porque tenía el compromiso con la actriz protagonista de la obra, Laura Zapata, porque si no, me quedaba instalada ahí de compras y dándole vuelo a los antojos. Había de todo, ¡como un supercito!

Ya adentro, vino la segunda razón. Y solté el otro “ah caray” porque desde que te acomodas en la butaca, el telón está abierto para que puedas adentrarte en el ambiente, que era un cuartucho sucio, lleno de tiliches. La depresión se veía venir, sobre todo porque no sabíamos de qué se trataba con el nombre raro: El Efecto de los Rayos Gamma.

Pues ahí estábamos, tres seres queridos y esta su columnista, cuando dieron la primera llamada, se encendió una lucecilla en el escenario y una joven actriz nos empezó a hablar de los átomos y las caléndulas (las ca... ¿qué?, las ca... ¿qué?) y desde ahí ¡todos queríamos llorar! Ah qué buena obra. Primero te dan ganas de llorar, luego te ríes, después te preocupas, en medio te identificas, también te agobias y al final, suspiras.

Me encantó ver a Laura Zapata en el personaje que todas las primeras actrices quisieran interpretar, pero no se atreven, Betty la Loca, que es una madre amargada, loca, borracha y fumadora (pero que también tiene su corazoncito) que vive con sus dos hijas. Una que es la que nos hablaba de los átomos que es una maravi-lla (una geniecilla introvertida que aguanta a la loca) y otra que cada día se parece más a su madre, pero con muy buenas piernas.

Oigan, no saben qué gran sorpresa ver a Laura toda despeinada, pero en gran actriz y las dos chavitas siguiéndole el paso casi al tú por tú.

Si ustedes ya conocen a Cassandra Ciangherotti, no me hagan caso, pero si no, corran a verla porque es buenísima. Un día la entrevisté y por cosas de la vida, o llámale si quieres atarantamiento, en lugar de Cassandra le dije Vanessa y le caí muy mal. Lo bueno es que ahora sí ya no me volveré a equivocar. Y Daniela Luján (sí, ex “Luz Clarita”. Todos lo pensamos) ha crecido un montón, de tamaño y actuando.

Antes de ir a verla, porque la verdad ni se me había ocurrido, alguien me dijo que el texto de la obra era increíble y actual, a pesar del paso del tiempo, porque se estrenó en el 64, pero que las tres mujeres estaban más o menos. Pues, personalmente, me encantaron y en la función que vi nos tocaron todas las fibras y nos contagiaron de desesperanza durante dos horas. Los tres personajes son apasionantes y yo, que a veces soy bastante intensa (ay, bueno, así soy jaja), quería subirme y participar para zarandear a la madre maldita, abrazar a la pobre niña incomprendida o cachetear a la otra por pesada. Pensarán que ya me emocioné, pero es una obra que parece espejo y te empiezas a reflejar.

¿No es precioso cuando vives el teatro? ¡Lástima que la mía a veces sea una intensidad muy mal encauzada! ¿A ustedes no les ha pasado que tienen temporadas en las que ‘intensean’ de más?

Bueno, a lo que iba es que, como toda buena historia, El Efecto de los Rayos Gamma tiene final feliz (igual que algunos masajes en la sala 1 del Aeropuerto Benito Juárez). Por fortuna, cuando piensas que todo está perdido y la vida no vale nada, ¡triunfa la fuerza del corazón! Así de bonito, como título de canción de Alejandro Sanz.

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