¡Es increíble lo feliz que puede hacerte un derechazo!
Claro, es que no me lo dieron a mí. Pero me emocioné tanto y me metí tan a fondo en la pelea del fin de semana que hagan de cuenta que fue mi puño el que se estrelló en toda la quijada del boxeador filipino.
Sé poco de box y me gusta más o menos, pero tengo seres queridos muy fanáticos de ese deporte. Por ejemplo, mi amiga Araceli, quien un día persiguió tres cuadras a Mike Tyson para tomarse una foto y cuando lo alcanzó y lo acosó (las cosas que hace una) el pobre Tyson la vio tan grandota que le dio miedo negarse.
Me tenían que haber visto el sábado en la noche en pijama incombinable (ya saben, pantalón de una, camisa de otra, sudadera encima y calcetines de colores) encobijada hasta el cuello gritando, sin sacar ni las manos, "¡suelo, sueeelooo!" cuando Pacquiao se fue a la lona. ¡Qué suerte que Juan Manuel le soltara ese golpazo como de Hollywood! Y miren que no tengo nada personal en su contra, nada. De hecho, a la que le tengo simpatía es a su esposa Jinkee, quien me parece muy exótica y chistosa. Pero digamos que disfruté el nocaut porque al pobre Manny le puse la cara de ciertos personajes a los que no soporto e imaginé que los surtía. No se rían, por favor. Cada uno vive a su manera los grandes eventos (jaja), además soy de las que aplican las bondades de la terapia moderna a la menor provocación.
Eso sí, a esta columnista 'tan divertida' de los miércoles (según los lectores, ¡muchas gracias!) se le desdibujó la sonrisa. Qué mal que a veces la dicha se acaba pronto y nunca sabemos lo que nos espera. ¡Es lo bueno y lo malo de la vida! Nos dormimos con una muy buena noticia: Márquez le ganó a Pacquiao y nos despertamos con otra terrible: el avionazo de Jenni Rivera.
Estaba leyendo lo que escribí hace casi tres meses, por el último Grito de Calderón, o sea, la ceremonia de Independencia del ex presidente Felipe. Puse algo así:
"... presencié el último jalón de campana del Presidente, en vivo y a todo color. Con una lluvia pertinaz y el fondo musical de Jenni Rivera, que me conquistó esa noche. Yo era una de esas personas que les decías 'Jenni Rivera' y no hacía ningún gesto, ni a favor ni en contra. Ahora ¡me gusta la Diva de la Banda! por dos razones. La primera, que aguantó la lluvia como los grandes (y yo, por alguna extraña razón, confío en la gente que soporta aguaceros) y luego porque canta increíble cosas como "Detrás de mi Ventana", "Inolvidable, así me dicen mis ex amores.", "¿A Cambio de Qué?" y "Lo Siento mi Amor", que me llegan hasta la última fibra, porque estoy en un momento de la vida en que me identifico con todo lo que suene a desamor y tragedia. Soy una 'Jenni' con menos voz y menos cuerpo.".
Con las trágicas noticias me acordé de esa noche cuando conocí a Jenni. No nos dijimos "mucho gusto" ni nada, porque yo estaba parada en la orillita de la azotea del edificio de Gobierno del DF (al borde del precipicio) y ella en plena actuación, enloqueciendo a los miles de asistentes, en el Zócalo. Eso era un conciertazo y yo aplaudía desde 'alláaa', porque fue una gran sorpresa. Ya sé, es el colmo y una pena no haberla conocido antes.
Me quedo con las ganas de disfrutarla porque sé que era rebelde, fuerte, talentosa y solidaria. Como dice la querida María Antonieta Collins: "Jenni fue la esperanza de millones de mujeres de que se puede salir delante de lo que sea". ¡Buen viaje, doña Jenni!
(Columna dedicada a Arturo Rivera, gran amigo de mis amigos).