Entre el Querubín y yo el debate fue sedoso. En principio estuvimos de acuerdo en que sólo en los países totalitarios el Poder decide lo que la gente puede ver en la televisión y lo que no. Convenimos en que la virtud más apreciable de la democracia es la libertad y quedó muy claro que cada uno de nosotros vería el canal que le diera la gana. Llegado el momento, con mis guantes de kick boxing puestos pregunté: ¿Debate o futbol? Debate, respondió el Querubín y ahí estábamos él y yo, nosotros, vosotros y ellos frente a la tele. Bocadillos y un excelente tinto de Casa Madero levantaron bastante el ambiente. Contra lo esperado, la única sorpresa que recibimos corrió por cuenta de la edecán contratada por el IFE para repartir los boletos del orden de aparición de los candidatos a la Presidencia de la República. -¡Carajo! Esa señorita ya ganó el debate, gritó uno de mis hijos y mi marido añadió: lástima que no tiene partido porque yo… comenzó a decir, pero al notar mis ojos como dos puñales de hoja damasquina, corrigió: porque muchos votarían por ella. Alborotada la grillera, irrespetuosos como son, los jóvenes comenzaron a cantar: dale a tu cuerpo alegría Macarena…
Al candidato del Panal se le fueron los ojos por el anverso y también por el reverso de la señorita y Peña Nieto, consciente de que las cámaras lo enfocaban bajó la mirada para no arriesgarse a un fiero picotazo de gaviota. Cumplida su fugaz misión, la joven edecán se retiró. ¿Qué por que usó ese vestido? Pues seguramente porque los otros que tiene son muy escotados. Después de la conmoción provocada por la guapota, todo se desarrolló de manera más bien light excepto por algunos detalles de humor involuntario como "el mundo al revés" de Peña Nieto y Salinas de Gortari en la foto de cabeza, o los ya conocidos desafueros lingüísticos del tabasqueño ofreciendo repetidamente seguridá y prosperidá para todos.
Los candidatos se golpearon con guante blanco y todo lo que dijeron tanto positivo como negativo ya lo habíamos oído hasta el cansancio. Lo único novedoso al menos para mí, fue conocer al señor Quadri quien con un aspecto entre Ciro Peraloca y Chaplin, un discurso claro y bien estructurado, actitud y tono mesurados y sus propuestas bien sustentadas, resultó ser la revelación de la noche. Es probable que la libertad con que se condujo el Señor Quadri en el debate obedezca al hecho de que no tiene nada que perder. Lo interesante sería saber qué es lo que atrajo a ese hombre inteligente y honesto para asumir el desprestigio que significa la candidatura de un negocio familiar disfrazado de partido político como el Panal.
En cuanto a Peña Nieto su mejor momento fue cuando devolvió el golpe con aquello de que "Si la televisión hiciera presidentes… usted Señor López Obrador sería ahora el presidente. No, no estuvo mal Peña Nieto lo que ocurre es que lo percibo tan satisfecho y encantado consigo mismo que tengo la impresión de que al despertar por las mañanas se canta a sí mismo aquella vieja cancioncilla que dice: "qué guapo soy/ qué bonito soy/ cómo me quiero/ y si me muero/ cómo me voy a extrañar"...
Algo digno de señalar es la agilidad que desarrollan los políticos para hacer malabares verbales y responder lo que ellos quieren y no lo que les preguntan.
"No tengo tiempo suficiente, los otros tienen más, alegó varias veces Peña Nieto para evadir las preguntas. Hubo dos o tres conatos de confrontación entre los candidatos que sin embargo fueron disueltos por el rígido formato que los productores impusieron. Ante tanta insipidez resultó inevitable que comentáramos con nuestros hijos aquel memorable debate que en 1994 sostuvo Diego Fernández de Cevallos con Ernesto Zedillo y Cuauhtémoc Cárdenas cuando los tres aspiraban a la Presidencia de México. Contundente como es Diego, confrontó y vapuleó a sus adversarios como quiso y en el tono que se le dio la gana. En ningún momento les permitió siquiera levantar la espalda de la lona. Aquello fue apasionante y esa noche por unanimidad el triunfo fue para Diego. Gracias a Dios nos equivocamos y ganó las elecciones Ernesto Zedillo porque de haber ganado el verborreico Diego, casi seguro nos hubiera oprimido con un régimen inquisitorial. Total que el esperado debate del domingo pasado terminó sin pena ni gloria.
Los tres candidatos se autoproclamaron triunfadores y salieron en hombros a celebrar con sus huestes en diferentes puntos de la ciudad. Lo malo es que el horizonte político no acaba de despejarse del todo. Lo bueno es el interés y la participación que están despertando entre los jóvenes y hasta en los niños las próximas elecciones.
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