Con apenas cuatro meses de diferencia, México y Estados Unidos celebraron elecciones presidenciales en donde hubo similitudes, pero también abismales diferencias.
En ambas ganaron los favoritos, es decir quienes se perfilaron desde el inicio a la cabeza de las encuestas y sondeos de opinión.
Los dos procesos levantaron enorme expectativa y registraron un alto nivel de participación, especialmente en México en donde votó más del sesenta por ciento del padrón electoral.
Sobre las diferencias la primera notable fue la temática de las campañas. En Estados Unidos se concentraron en los temas del momento: política, desempleo, educación y política exterior. En México, la mitad de la contienda se dedicó a discutir la legalidad de los comicios, la presencia mediática del IFE y de los partidos y sus dirigentes fue abrumadora al grado que en muchas ocasiones se quedaron al margen los aspirantes presidenciales.
Las campañas negras fueron prácticamente inexistentes en la Unión Americana, hablamos de ataques insidiosos, difamaciones y otro tipo de propaganda negativa. En contraste vimos en México una proliferación de estas campañas, especialmente a través de la Internet y de algunos grupos que insisten en utilizar la ofensa y la descalificación como su estrategia de campaña.
Mientras en nuestro país vimos dos debates televisados rígidos, acartonados y monótonos, los candidatos presidenciales norteamericanos protagonizaron tres debates intensos y abiertos, uno de ellos con la participación directa del público. En este tema los políticos mexicanos tienen un largo camino por recorrer.
Las encuestas abundaron en ambos lados de la frontera, pero con la diferencia que las norteamericanas fueron más precisas a la hora de los resultados, no venían "copeteadas". Además los sondeos se realizan en un marco de libertad plena, es el ciudadano y usuario de medios quien decide en quien confiar.
Las campañas se realizaron en territorio americano hasta el día de la elección. En California vimos el pasado martes a candidatos en campaña por las calles al tiempo que medios impresos y electrónicos difundían publicidad política, incluso desplegados para desacreditar a los opositores.
En tanto en México las campañas se paralizan cuatro días antes de la elección para entrar en un extraño impasse que parece favorecer al abstencionismo. Además se prohíbe el proselitismo de candidatos, la publicidad electoral y la divulgación de encuestas. El ciudadano es tratado como un menor de edad que puede ser manipulado en el último momento.
Finalmente viene la culminación del proceso con una enorme falta de similitud. El pasado martes supimos a las 8:40 de la noche, hora del Pacífico, del triunfo de Barack Obama sobre Mitt Romney. Las casillas en California y otros estados del oeste tenían menos de una hora de haber cerrado cuando el resultado ya estaba en el aire sin enredos ni ocultamientos.
Hora y media más tarde el candidato perdedor Romney reconoce su derrota ante sus seguidores y felicita a su acérrimo competidor por su victoria. Todavía más, Romney desea la mejor de las suertes a Obama y comenta que rezará por él para que logre un buen gobierno.
Una hora después, el candidato electo Obama felicita a Romney y a su equipo de campaña por su desempeño y anuncia que lo invitará a trabajar en algunos programas de su gobierno. Si esto no es política de altura y categoría, entonces no sabemos cómo llamarla.
En México basta recordar que las pugnas, rencores y recelos entre candidatos y partidos se extienden durante meses y años, además de las denuncias legales que complican tremendamente los cambios de poder como sucedió en 2006.
Son dos países con pasados y presentes distintos. Estados Unidos goza de una tradición democrática desde su colonización por parte de los ingleses, en tanto México heredó de los españoles un sistema centralista y autoritario.
Pero somos una sociedad más madura, educada y participativa por lo que no hay pretexto para demorar el avance de la democracia. Tenemos técnicos, empresarios y científicos de clase mundial, ¿por qué los políticos se resisten a abandonar su egoísmo y su atraso?
APUNTES FINALES
El voto latino fue clave en estados como Colorado, California, Nevada, Nuevo México, Florida, Illinois y Nueva York… Se calcula que más del 70 por ciento de los votos hispanos favorecieron la reelección del presidente Obama… Los grandes capitales no estaban contentos con el resultado electoral de ahí que las bolsas de valores reaccionaron de forma negativa… La gran interrogante es si Obama sacará a Estados Unidos del desempleo y la fragilidad económica que vive desde el tronido inmobiliario ocurrido en septiembre de 2008…
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