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Del automovilista víctima al automovilista victimario

Ciudad posible

ONéSIMO FLORES DEWEY

¿En serio estamos dispuestos a triplicar nuestra infraestructura vial sólo para mantener el nivel de congestión que ya sufrimos hoy?

Frecuentemente encuentro discusiones donde el problema del tráfico es planteado desde la perspectiva del automovilista. Estas discusiones habitualmente comienzan con la narrativa de un embotellamiento: "En el trayecto de A a B, que habitualmente demora 20 minutos, ¡tardé 45!"

Después de intercambiar miradas que demandan compasión, los quejosos pasan a una etapa de diagnóstico. "Las vías son muy angostas"… "los camiones avanzan muy lento"… "los peatones cruzan por donde les da su gana". Siempre hay una prescripción como corolario, porque como dijo Anthony Downs, la congestión urbana es uno de los pocos problemas técnicos donde todos se asumen como expertos. "Necesitamos otro segundo piso"… "que dejen de permitir el ingreso del transporte público a esta vía"… "eliminen esos engorrosos ciclo-carriles"… "pongan rejas en los camellones y manden a los peatones por un puente".

Curiosamente, ni el problema ni la solución que típicamente plantea el automovilista-víctima reconoce que cada automovilista es también victimario. Particularmente quienes viajan solos son más culpables que los inevitables peatones, que los intransigentes ciclistas, que los tercos usuarios del transporte público, y que los odiados microbuseros. Y sin embargo, su discurso es de víctimas: "Arreglen su desastre, para que yo pueda disfrutar la ciudad sin modificar mi comportamiento".

Lo cierto es que, lamentablemente, la única manera de reducir el creciente nivel de congestión en nuestras ciudades es utilizar menos el coche. Piénsenlo. Actualmente tenemos aproximadamente 300-400 automóviles por cada mil habitantes, y nuestras calles están saturadas, o próximas a estarlo. ¿Qué pasará en un par de décadas, cuando seguramente llegaremos a niveles que aproximen los 600-700 autos por 1,000 habitantes? ¿Qué ocurrirá si somos exitosos, y alcanzamos el nivel de desarrollo de las grandes economías, que ya tienen 900 autos/mil habitantes? El ingreso per cápita va creciendo, los precios de los automóviles siguen bajando, continuamos subsidiando la gasolina y estamos todavía muy lejos del fenómeno conocido como "peak car" (¿cúspide automotriz?). ¿En serio estamos dispuestos a triplicar nuestra infraestructura vial sólo para mantener el nivel de congestión que ya sufrimos hoy?

La discusión sobre este tema es complicada, pues requiere pensar en horizontes de más largo plazo, y considerar alternativas todavía inimaginables por ser notoriamente inferiores. ¿Caminar con estas banquetas, ante tanta inseguridad? ¿Moverse en bicicleta y arriesgar el pellejo? ¿Subirse a uno de esos camiones que nunca pasan, y que cuando pasan, pasan llenos? Hoy por hoy, lo racional es esconderse en una burbuja con llantas, encender el radio y mentar madres hasta tu destino. Para lograr que un número importante de citadinos reduzca su dependencia en el automóvil hace falta una combinación de fuertes inversiones públicas y nuevas reglas, que hagan mucho más cómodo, confiable y seguro el transporte público (y la movilidad no motorizada) y que comuniquen (vía precio) el tremendo costo social del uso privado del automóvil.

Lograr el respaldo político necesario para avanzar esta agenda, en una democracia competitiva, requiere de un serio esfuerzo de evangelización. Hay que convencer con argumentos, con ejemplos, con paciencia. Hay que convencer a los vecinos, y también a los comunicadores y políticos que habitualmente viajan en coche, que este problema no puede resolverse a partir de la perspectiva del automovilista-víctima. Esa perspectiva atrae simpatía y frecuentemente votos, pero transformada en política pública no resuelve mucho.

En una reciente entrevista, Juan Carlos Muñoz, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile y director del centro en el que colaboro, ofreció un extraordinario ejemplo de como cambiar los términos del debate. Les recomiendo ampliamente ver el video, disponible en:

Http://youtu.be/wx7qk4TTx_M.

Quienes lo vean podrán apreciar cómo el entrevistador, desde el primer minuto, plantea el problema desde la perspectiva del automovilista-víctima. Su agria queja puede resumirse así: La ciudad es un caos, y el mundo conspira para que llegue tarde. Así es como comienzan tantas pláticas de café, discusiones en los medios, y debates entre futuros gobernantes. Aceptar esta premisa como eje de la reflexión implica condenar a nuestras ciudades a una hoja de ruta que no hará sino profundizar el problema. El reto de los especialistas, activistas y políticos progresistas es lograr (como creo que logra Juan Carlos) que quienes típicamente asumen un rol de víctimas comiencen a visualizar y a entender su rol como victimarios. El reto es plantear convincentemente que los automovilistas no "están" en un embotellamiento, sino que "son" el embotellamiento. Sólo dando este primer paso será posible generar el respaldo político necesario para dotar a nuestras ciudades de la infraestructura de movilidad sustentable que tanto hace falta.

Twitter: @oneflores

Email: onesimo@mit.edu

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