La sociedad, a lo largo de la historia, ha estado influida por ciertas normas de conducta y modelos a seguir. La llegada de los medios de comunicación ha hecho que dicha influencia se propague frenéticamente a millones de personas alrededor del mundo, moldeando inconscientemente la forma que tenemos de apreciar nuestra realidad, influyendo en la forma en que concebimos el amor, la felicidad, el éxito y la violencia.
Hablando de violencia, hoy en día ésta nos ha rebasado, la situación en la que vivimos, añadiendo la influencia del cine, de la televisión, de los videojuegos, etc., nos han hecho inmunizarnos a los sucesos trágicos que hoy forman parte del pan de todos los días.
A la generación de hoy es más difícil sorprender, los niños se educan jugando videojuegos con alto contenido violento, las noticias se encargan de mostrarnos el resumen del día, el derrame diario de sangre. Los periódicos amarillistas muestran, sin reserva alguna, los cuerpos sin suerte de las víctimas del día de ayer. Las redes sociales fomentan la histeria colectiva. La dosis diaria de trauma, tal cual veterano de guerra.
Hace algunos ayeres, los veteranos de guerra eran considerados héroes, gente que estuvo dispuesta a pelear y a morir por su país, a matar por él.
El cine se ha encargado de mitificar a estos héroes de guerra, les ha dado un rostro conocido en nombres de actores famosos como Clint Eastwood, Al Pacino. Algunas de estas películas inclusive nos muestran el lado humano de estas figuras, sus miedos; antes que ser héroes o veteranos son personas y tienen que vivir con el recuerdo de cosas inimaginables para aquel entonces. Sus personajes hablan de incontables travesías y desventuras entre fuego cruzado, explosiones y fieros combates. Un rasgo general en estos personajes es el síndrome post guerra, los traumas, los delirios y la paranoia generados a causa de los violentos acontecimientos.
En la película Gran Torino tenemos a Walt Kowalski (interpretado por Clint Eastwood), un veterano de la guerra de Corea; patriota, racista y amargado, que se ve obligado a tener que vivir y ser vecino de una comunidad hmong (grupo étnico asiático). El personaje está lleno de un gran rencor hacia la vida y su amargura se debe a que no se puede perdonar a sí mismo de los sucesos acontecidos en la guerra; atormentado por sus fantasmas decide ir en busca de su redención y del perdón a sí mismo.
El actor sueco Max von Sydow interpreta no necesariamente a un veterano, pero sí a alguien que comparte estos traumas inducidos por la guerra en la película Tan fuerte, tan cerca. Su personaje nunca mató a nadie y nunca sostuvo un arma en sus manos (puesto que era un niño durante la Segunda Guerra Mundial) y aún así las experiencias traumáticas le dejaron una marca muy profunda: un silencio autoinducido para evitar recordar tan amarga experiencia.
El contraste entre estos dos personajes nos demuestra que no es necesario ser partícipe directo en la guerra para que la violencia deje huella y se introduzca sutilmente entre nosotros. No intento decir que sea totalmente negativo, porque a pesar de la influencia también tenemos la capacidad de saber qué es lo que está bien y qué está mal y que a pesar de todo, el cine (aun con sus semejanzas con la realidad) es sólo ficción.
En la actualidad, la violencia nos superó a tal grado que lo que antes era inimaginable, hoy lo podemos imaginar, y después de todo, ya no nos sorprende. Hoy en día hemos aprendido más que los mismos veteranos en cuestiones de violencia, hoy todos somos veteranos.