El diario francés Le Monde publicó hoy testimonios de torturas que las fuerzas de seguridad sirias aplican a los detractores del presidente Bashar al-Assad que son arrestados.
“Las tropas de al-Assad me castigaron poniendo un pequeño explosivo en mi mano”, denunció Abu Zeid, comerciante detenido en diciembre pasado durante una manifestación en la ciudad de Dara, cuna de la revuelta contra el régimen.
Zeid, ahora refugiado con otras nueve personas en un pequeño departamento en Ammán, capital de Jordania, relató las dos semanas que estuvo detenido en el cuartel de la inteligencia militar en Dara.
“Me ordenaron inclinarme ante una imagen de al-Assad, dije que sólo lo hacía ante Dios. Enseguida quitaron la imagen, me vendaron los ojos y pusieron un objeto en mi mano. Escuché una explosión. Entendí cuando sentí el flujo de sangre en mis pies. Caí inconsciente”, relató.
Ammán es “ahora tierra de asilo de los opositores sirios”, y el alquiler del departamento donde se refugia Zeid es pagado por un jordano caritativo, precisó Le Monde.
Decenas de refugiados se alojan también en la residencia de la organización Médicos Sin Fronteras, que gestiona en Ammán un programa de cirugía reconstructiva, destinado a las víctimas de la invasión en Irak y extendido hace un año a las de la llamada “primavera árabe”.
Uno de los compañeros de Zeid mostró cicatrices en el hombro de los disparos de un francotirador; en la espalda, piernas y pies, la evidencia de las torturas que recibió cuando fue detenido.
Tras esa crueldad, “pierde la memoria cada 10 minutos”, explicaron sus compañeros de habitación, para quienes “la máquina de tortura creada por el régimen sirio tiene aún más secretos”.
Amnistía Internacional (AI) publicó este miércoles un informe en el que detalla 31 tipos de abusos y maltratos practicados por los servicios de seguridad sirios, entre ellos palizas, quemaduras con cigarrillo y obligar a tragar grandes cantidades de sal.
Otro residente, identificado como Ghazi, obrero de la construcción, relata que fue herido por disparos de granadas en mayo pasado, y detenido dos meses más tarde cerca de un hospital en Dara.
En un recinto militar fue sometido a descargas eléctricas con el cuerpo mojado. “Duró tres minutos, nos querían fritos, pero yo saltaba. Para algunos el dolor era muy fuerte”, refirió Ghazi.
“Querían información sobre el Ejército Sirio Libre, cada vez que yo respondía que no tenía nada qué decir, me deban una descarga”, añadió.
Añadió que lo sometieron a un castigo “clásico de las cárceles sirias, me sujetaron a un neumático suspendido en el aire, recibí una andanada de azotes con una vara en las plantas de los pies”, refirió.
Ghazi relató que fue colgado de las manos, sin poder tocar el suelo con los pies, y luego fue golpeado con un cable trenzado. “Tuve la impresión de que mis hombros se iban a romper”, añadió.
Para el séptimo día “me tocó la alfombra voladora”, es decir, fue atado a un tablón de madera en donde le estiraron las extremidades, “era un dolor insoportable, terminé diciendo lo que querían escuchar, y fui liberado unas semanas más tarde”.
“Por muy loco que parezca, poco después recibí un citatorio para el servicio militar”, dijo con una gran sonrisa.
Estas víctimas de las fuerzas de seguridad sirias aseguran que el maltrato es peor que si hubieran estado en las cárceles israelíes, porque “habría sido menos vergonzoso. Todas estas humillaciones sólo advierten una sola cosa: el estallido de una guerra civil”.
