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Descarbonización: un desafío de la economía verde (I)

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

El Programa de las Naciones Unidas para el medio ambiente (PNUMA) define a la economía verde como "una economía que lleva a mejoras en el bienestar humano y la equidad social, y al mismo tiempo reduce significativamente los riesgos ambientales y mejora la eficiencia en el uso de los recursos" en palabras llanas es aquella que es baja en carbono, que es eficiente en el uso de los recursos naturales, que es socialmente incluyente y que reduce los riesgos ambientales. Se concibe a la economía verde como el camino para transitar del modelo de desarrollo convencional a un modelo de desarrollo sustentable o "enverdecido". Tendríamos que decir que el concepto se encuentra en plena promoción para que sea adoptado globalmente, esto es, que los países del planeta adopten este paradigma bajo la premisa de que los impactos del cambio climático serán también globales.

Un buen ejemplo de lo que se espera se aplique en empresas privadas y públicas, ya comentado en esta columna, es el caso exitoso de Interface, una compañía que fabrica alfombras con influencia nacional e internacional. La empresa ha logrado reciclar 93 millones de libras de material que sería suficiente para alfombrar 45 veces el Empire Satate Building. La energía utilizada para manufacturar cada metro cuadrado de alfombra descendió un 41 por ciento en el último año, y ese ahorro fue equivalente a 61,000 barriles de petróleo. Las emisiones de gases de efecto invernadero han descendido en un 56 por ciento, el equivalente a que dejen de rodar 21,000 autos cada año. El uso de agua bajó un 73 por ciento, un tercio de las chimeneas de la fábrica fueron clausuradas, más de la mitad de todas las tuberías fueron cerradas. Mientras tanto, las ventas se han elevado a mil millones de dólares, e Interface se ha convertido en la más grande expendedora mundial de alfombras modulares. Las nuevas tecnologías aplicadas por Interface y el trabajo en equipo de sus empleados, logró descarbonizar notablemente su industria y pretenden llegar en el 2020 a cero Carbono. La importancia de este caso es que echa por tierra las tesis que niegan la posibilidad de un desarrollo económico no confrontado con el uso sustentable de los recursos y la conservación del capital.

No obstante, aunque existan casos aislados exitosos de descarbonización, la tendencia actual es a incrementar la generación de gases de efecto de invernadero, el uso de la energía se ha multiplicado entre 16 y 20 veces, la emisión de gases más de 13 veces y la población humana sigue creciendo, se espera que para el 2050 la proyección de crecimiento varíe entre 9.1 mil millones y 11.7 millones de personas. Esto significa un incremento en el consumo de combustibles fósiles que cada vez son más caros. En el año de 2008 se llegó a un precio récord de $148.00 dólares, pero no baja el consumo, por el contrario, se destinan grandes cantidades de recursos a la innovación de tecnología para extraer el petróleo y el gas de aquellas formas en que estaba indisponible. Tal es el caso de las arenas bituminosas de Alberta, Canadá, una mezcla de arena, limo, arcilla y alquitrán, este último en un 10% que luego se transforma a petróleo. El costo ambiental de esta extracción es muy alto, tanto por su elevado consumo de agua y energía como por los contaminantes que desecha. Una situación similar es la tecnología conocida como "fracking" que utiliza un coctel de sustancias altamente tóxicas y grandes cantidades de agua para cosechar mediante presión de estos líquidos el gas que se encuentra encapsulado en las rocas, una tecnología aberrante que ya fue prohibida en Europa por su altísimo grado de toxicidad y desestabilización de acuíferos, que por desgracia se utiliza en la Cuenca de Burgos. En esta misma situación, aunque aun no comercializados, se encuentran las tecnologías para extraer los cristales de metano que se encuentran en el fondo de los océanos fríos y que se encuentran en cantidades que superan al petróleo, gas y carbón combinados. Países que no cuentan con combustibles fósiles convencionales en su subsuelo, le están invirtiendo grandes cantidades de dinero a estas nuevas formas de energía fósil.

Un caso aparte es el carbón, el cual se ha incrementado su uso a una tasa del 3% anual, es más barato, sus reservas son cuatro veces las del petróleo, y actualmente se utilizan tecnologías para la obtención de combustibles líquidos y gaseosos a partir del mismo.

Ante esta situación, cabe la duda si los elevados precios que actualmente tienen los combustibles fósiles más utilizados como el petróleo y el gas, constituyen una verdadera coyuntura para impulsar las tecnologías limpias que aseguren una descarbonización de la atmósfera y por ende una mitigación de los efectos del calentamiento global en el clima del planeta.

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