El 70% de los casos de asma inicia antes de los cinco años y diagnosticado oportunamente puede ser controlado sin mayor dificultad. INGIMAGE
El asma es una enfermedad controlable y relativamente curable si se diagnostica a tiempo, porque hay una variedad de medicamentos efectivos que hacen innecesario el uso continuo de broncodilatadores o aerosoles.
Según cifras, 80% de los casos de asma son consecuencia de una alergia y 20% se debe a problemas cardiacos, a la anatomía de la vía aérea respiratoria o endocrinológico.
El asma se puede confundir con complicaciones de la vía aérea superior, como rinitis o sinusitis porque las manifestaciones son muy parecidas, por lo que el diagnóstico preciso se basa en los datos clínicos del asma como la tos, silbido en el pecho, dificultad para respirar y en algunos pacientes la presencia de neumonía.
Igualmente hay que realizar una radiografía de tórax para evitar la confusión con otras enfermedades o problemas, porque también hay pequeños que aspiran un cuerpo extraño como el frijol, cacahuate u otro que se atora en alguna zona de las vías respiratorias, y por la dificultad para respirar se confunde con asma.
Asimismo, se practican pruebas de función respiratoria, cutáneas o de sensibilidad a alergenos para conocer el agente causante de la alergia.
Esta enfermedad afecta de 10 a 20% de la población infantil de entre uno y 12 años, y muchos de ellos no sólo tienen asma, sino otras alergias como rinitis, dermatitis atópica o conjuntivitis. El 70% de los casos inicia antes de los cinco años de edad.
El tratamiento contra el asma se basa en medicamentos de rescate –broncodilatadores- y antiinflamatorios o controladores –esteroides inhalados-, y de preferencia combinados para un mejor control.
La suspensión del tratamiento sin indicación médica genera recaídas aun cuando el paciente se “vea bien”, o incrementa los síntomas que obligan a incrementar la cantidad y variedad de medicamentos.
Se recomienda que el pequeño que padece alguna enfermedad respiratoria sea atendido de inmediato por un médico general o pediatra, y si hay inadecuada respuesta al tratamiento, cronicidad de síntomas, recaídas frecuentes a pesar de los medicamentos, además de complicaciones pulmonares y sistémicas, hay que llevarlo con el neumólogo o alergólogo.
