Día de la mujer
Las esposas, esos seres humanos a los que nadie nunca les dio importancia, aunque han estado siempre allí, por los siglos y los siglos de la historia.
Sara Sefchovich
Con poco dinero y siete hijas, mi abuela materna se quejaba. Con sólo cinco y un marido rico, mi abuela paterna se quejaba también. En voz baja mamá y sus amigas pasaban tardes enteras quejándose del interminable y desagradecido trabajo doméstico. Hoy me quejo yo también. Aunque para mí es terapéutico hacer malabares en la cocina o sembrar petunias, debo reconocer que son muy pocas las satisfacciones que se obtienen de la condición de esposa.
Para ilustrarlo mejor me voy a permitir parafrasear a Sara Sefchovich (libro La señora de los sueños): Ama de casa. Esa soy yo, ama y señora de mi hogar, aquí tiendo una cama, allá le doy vuelta al fideo, ahora paso un trapo para quitar el polvo, y una vez más arreglo las flores en el jarrón. Esa soy yo, la reina de la casa, patrona de la licuadora, de la ropa sucia, de las sartenes y la plancha, libre para elegir si gasto mi tiempo en ordenar o en limpiar, si gasto mi dinero en jitomates o en pan, si gasto mi esfuerzo en el tianguis o en el súper. La casa es mi reino. Aquí he visto crecer a mis hijos y he visto engordar y encanecer a mi marido. Aquí aprendí a sonreír cuando me cambiaron las pasiones de la cama por los elogios de la cocina. Aquí, entre estas cuatro paredes, he conocido la felicidad de tirar unos zapatos viejos, cambiar los muebles de lugar, volver a ordenar los discos. Mías son todas las horas del mundo. Mía es la luz que entra a raudales por las ventanas cuando las abro para dar paso al aire fresco que debe orear las habitaciones; y mía la oscuridad de la noche, cuando las cierro para que no entre el frío.
Está bien, eso es lo que me tocó. Un insignificante problema es que yo, la reina del hogar, escribo estas notas a hurtadillas, robando el tiempo a mis labores como una ladrona. El problema es que hace cinco años empecé una novela y sigue a medias porque permanecer sentada leyendo o escribiendo, no es trabajo y por lo tanto no merece el respeto de mi familia y ni siquiera del menordomo que me chupa la energía con sus constantes interrupciones: El muchacho que entrega el periódico quiere su aguinaldo, la aspiradora ya se fundió, afuera están esperando el cheque del gas...
El problema es que soy yo quien debe comprar regalos para presentarme en las fiestas infantiles de los niños de mis niños. El Querubín no tiene tiempo, porque él sí trabaja, y por lo tanto soy yo quien ha de sentarse en una sillita del kínder para aplaudir al payaso mientras mi computadora espera a que por la noche, arrastrando el cansancio del día, me ponga por fin a trabajar.
Te quejas de vicio, dice mamá y hay algo de verdad. Nacer en América, en la luminosa segunda mitad del siglo XX, es para el sexo femenino una eventualidad afortunada, especialmente si pensamos en el destino de las orientales que viven todavía en el oscurantismo medieval que impone a sus mujeres el musulmán. Después de estas reflexiones me adelanto un poco al próximo 8 de marzo en que celebraremos el Día Internacional de la Mujer, para presentar en mi personal pasarela a quienes así nomás a botepronto recuerdo con especial admiración.
Por edad y por derecho, encabeza esta pasarela Elena Poniatowska, mi maestra de literatura y de tenacidad. Isabel Allende por su inagotable imaginación. Carmen Aristegui por su valentía. Salma Hayek por su inteligencia y creatividad. Josefina Vázquez Mota por su osadía. Margarita Zavala por la elegancia con que desempeña su papel de consorte. Michelle Obama por el aplomo con que pisa la vida. Xóchitl Gálvez porque se toma muy en serio su trabajo pero se ríe de todo lo demás. Mi suegra que a los 17 años emigró de Lituania a México, país del que no conocía ni siquiera el idioma. Las valientes mujeres que a falta de otras destrezas, se dedican a la vida fácil que por cierto debe ser muy difícil. Por último quiero traer a esta pasarela a las meseras de Sanborns, que para ganar migajas deben soportar esos obsoletos uniformes almidonados hasta la ignominia. Que este día de la mujer sea fructífero para todas nosotras.
Correo-e: adelace2@prodigy.net.mx