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Diagnósticos de crecimiento

Rogelio Ramírez de la O

Se escucha con frecuencia que la falta de crecimiento de México está sobrediagnosticada. Aunque esto suena aceptable, en la realidad no lo es. Si lo fuera, todos los agentes políticos y grupos de interés ya se habrían puesto de acuerdo, pues todos pierden con la falta de crecimiento.

Por supuesto abundan diagnósticos, pero el problema es que no convencen a todos. Y la experiencia de grupos políticos opositores que, sin estar convencidos del diagnóstico del Gobierno en turno, deciden apoyar las medidas que propone a cambio de dinero ha sido que sólo se han desacreditado como políticos.

La relación causa-efecto es que si el diagnóstico fuera correcto las medidas propuestas serían correctas, y los políticos que las apoyaran afines o de oposición estarían hoy encumbrados. No es el caso. De ahí el enorme desgaste político de los partidos de oposición.

El diagnóstico más familiar hace un repaso estadístico de ciertas variables, como el crecimiento o la competitividad y sin más salta a conclusiones sin mucho qué ver con datos. Por ejemplo, "la mezquindad de los políticos que obstaculizan los acuerdos para las reformas".

Y es ahí en donde diagnósticos y propuestas se debilitan y encallan. Entre otros, no se ha analizado lo suficiente porque desde las reformas iniciadas en los 80 el crecimiento del país se desplomó. Comparando el largo periodo de la posguerra hasta 1980 y el periodo posterior es fácil ver una gran diferencia. En el primer periodo el crecimiento rara vez se interrumpió, y cuando lo hizo su efecto fue leve. Todas las interrupciones se originaron en mayor parte en el exterior, por ejemplo, fines de los 50 y principios de los 60, fines de los 60 y 1974-75. En todos los casos el crecimiento de EU se desaceleró.

Lo mismo ocurrió en el periodo posterior a 1980, sólo que en éste nuestro crecimiento era mucho más débil. Las caídas de México fueron mucho mayores que en el primer periodo.

Una razón aparente es que en el segundo periodo la economía mexicana estaba mucho más abierta al exterior. Si eso es aceptado, la apertura, reduciendo tarifas a la importación y eliminando toda protección a la industria doméstica, no fortaleció la economía interna. Si la hubiera fortalecido, los choques externos no nos hubieran golpeado como lo hicieron. Incluso en mayor proporción que en economías donde se originaron los choques; por ejemplo, en 2009, cuando caímos (-6.1%) más que EU (-3.5%).

El diagnóstico más familiar es incompleto, pues no se plantea la pregunta de por qué la apertura no fortaleció a la economía doméstica. Se reconoce el problema de monopolio, pero se deja de lado por qué éste fue parte tan inherente de las reformas iniciadas en los 80. Y si así es, deja bajo interrogante si dichas reformas en la práctica empeoraron más que mejoraron la capacidad de crecimiento de la economía, por lo menos en el tema del monopolio. Más aun, no se inquiere en el significado que tiene que, después de muchas reformas en los 80 y 90, haya aumentado la concentración y el abuso de precios y se haya tolerado por las autoridades.

Tampoco se analiza la corrupción sistémica ni la reducción abrupta de salarios, ambos acentuados en el periodo posterior a los 80.

Desde luego se puede pretender que ya está hecho el diagnóstico y que la culpa por la falta de cambios es de los políticos, pero eso suena cada vez más hueco.

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