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Difícil encontrar las diferencias en las propuestas

JESÚS CANTÚ

En el primer minuto del viernes 30 de marzo arrancaron las campañas electorales Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota y, más allá de las diferencias en la parafernalia de cada uno de los actos, ambos estaban más preocupados por ser los primeros en iniciar que por los mensajes y propuestas, es decir, desde el primer minuto de campañas prevaleció la forma sobre el fondo. Aunque Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri, prefirieron esperar hasta el amanecer para hacer lo propio, tampoco mostraron diferencias sustanciales.

Al revisar los libros de los tres candidatos con mayores preferencias electorales y las plataformas que los partidos políticos y coaliciones registraron ante el Instituto Federal Electoral, uno se da cuenta que lo que existen son promesas vagas y lugares comunes, que en poco ayudan a diferenciar las ofertas de los distintos candidatos. Todos parecen más preocupados por ganar adeptos y, por lo tanto, evitan pronunciarse sobre los temas controvertidos o hacer precisiones que permitan analizar la viabilidad de sus promesas.

Sus documentos son una colección de postulados con los que nadie puede estar en desacuerdo: regresar la paz y la tranquilidad al país, reducir en 50% la criminalidad, incrementar los empleos y demás afirmaciones muy plausibles, pero sin mayores elementos para poder tener claridad sobre las posibilidades reales de lograrlos o quedarán en simples promesas campaña incumplidas.

La situación es tan preocupante que son varias las voces de intelectuales, figuras políticas y líderes de opinión que se levantan para pedirles definiciones puntuales y compromisos concretos.

Primero fue un grupo de académicos y figuras públicas, entre los que se encontraban Sergio Aguayo, Héctor Aguilar Camín, Pedro Aspe, Roger Bartra, Cuauhtémoc Cárdenas, Mario Amparo Casar, Jorge Castañeda, Rolando Cordera, Juan Ramón de la Fuente, René Drucker, Luis González de Alba, Fernando Gómez Mont, Marta Lamas, Ángeles Mastretta, Cecilia Soto y Joaquín Vargas, entre otros, los que publicaron un desplegado en algunos diarios de la capital, los que exigieron a los candidatos presidenciales fijar su postura en asuntos controvertidos y fundamentales para la buena marcha de la nación.

En el desplegado aparecido el martes pasado, entre los temas enunciados se encontraban: la reelección de alcaldes y legisladores, las candidaturas no partidistas, la iniciativa popular y la segunda vuelta en la elección presidencial, entre los asuntos vinculados a la vida política. Pero también incluyeron temas sociales como la interrupción voluntaria del embarazo, la distribución de la píldora del día siguiente, los matrimonios entre personas del mismo sexo y la despenalización de las drogas. Y asuntos varios como el definir con claridad el rol que asignarán al Ejército en la lucha contra la delincuencia organizada, si se comprometerán con una política de transparencia gubernamental y la posibilidad de que sea la Auditoría Superior de la Federación la que revise los fondos que los gobiernos estatales ejercen del llamado ramo 33.

Todos temas muy controvertidos y muchos fundamentales para la buena marcha de la nación. Y el grupo que hace esta demanda es un grupo diverso y plural, incluso incluye a personajes como Juan Ramón de la Fuente, mencionado por Andrés Manuel López Obrador, como Secretario de Educación Pública, en caso de ganar la elección.

Tres días después, el viernes 30, el rector de la UNAM, José Narro, hizo un llamado a los candidatos presidenciales a establecer compromisos y no quedarse en simples promesas. El rector enfatizó la importancia de establecer un compromiso colectivo para exigir a los candidatos posicionamientos concretos y compromisos específicos, como la única forma posible para que la ciudadanía tenga la posibilidad de elegir la mejor opción tras una reflexión informada.

Lo cierto es que la excesiva mediatización de las campañas electorales y, desde luego, su consiguiente spotización ha derivado en campañas cada día más carentes de contenido y más llenas de frases impactantes e imágenes espectaculares, que en nada ayudan al avance de la vida democrática nacional. Las propuestas concretas y los compromisos pasan a un segundo término y prevalecen las frases prefabricadas y los lugares comunes.

Todo indica que en esta campaña electoral tendremos más de lo mismo y, por lo tanto, la ciudadanía tendrá pocos (por no decir ninguno) elementos para hacer una elección razonada. Los candidatos seguirán apelando a los sentimientos, su carisma, su imagen y los eventuales errores del contrario para lograr ganar la contienda.

Sin embargo, aunque el rígido formato de los debates presidenciales es reiteradamente criticado, los cinco debates que se han celebrado fueron decisivos en los resultados electorales. En 1994, permitieron el crecimiento del candidato panista Diego Fernández de Cevallos y el declive del perredista Cuauhtémoc Cárdenas; en el 2000, catapultaron las preferencias electorales de Vicente Fox; y en el 2006, la ausencia de AMLO en el primero lo desplomó y su actuación en el segundo le permitió cerrar la diferencia con Calderón. Así que hay que estar muy atentos a lo que suceda en los dos encuentros que tendrán los cuatro candidatos, así como las actitudes y posiciones que cada uno asuma, pues nuevamente pueden ser determinantes para el resultado de la elección.

Los debates han sido determinantes porque son los momentos en los que los candidatos están más expuestos al escrutinio público y aunque no aporten mucho en materia de propuestas y compromisos, sus actitudes, omisiones, acciones y demás son más espontáneas y brindan mejores elementos para evaluarlos. Por lo visto hasta hoy, son la única esperanza de que haya más y mejores elementos para tomar una decisión informada y razonada.

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