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Dinero sin rumbo

A dónde va tu economía

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Ivonne Gómez Ledezma

Si está contando los días para que arribe la quincena, si no sabe en qué momento sus tarjetas de crédito llegaron al tope, y no tiene idea de lo que es ahorrar, usted pertenece al enorme porcentaje de mexicanos que no suele administrar sus finanzas personales. Mientras más pronto lo identifique, será mejor para su economía.

¿A cuánto asciende su ahorro? ¿Qué tantos intereses le ha generado en los últimos años? O si lo tiene en casa ¿cuál es su ‘lugar secreto’ para colocar ese capital? ¿Debajo del colchón? ¿Un simpático puerquito de barro? ¿Un calcetín o una lata de galletas? O ¿acaso no tiene dinero ahorrado?... de hecho, tal vez esté pensando: “¿Quién en estos tiempos de crisis puede darse ‘el lujo’ de ahorrar, si apenas gana uno lo suficiente para vivir?”.

Cualquiera de nosotros ha escuchado (o expresado) en más de una ocasión cómo alguien advierte entusiasmado que “ya va a ser quincena”, pues tampoco es un secreto que innumerables personas libran una batalla constante para llegar a fin de mes y solventar el costo de la luz, el teléfono, el Internet o el gas, pagar una colegiatura o surtir la despensa, porque se venció el plazo para cubrir esos gastos y el presupuesto “no alcanzó”. En el mismo contexto, muchas personas acostumbran pedir “un pequeño préstamo” a familiares o amigos para salir de apuros. Y es más usual todavía que se recurra al ‘tarjetazo’, como se denomina coloquialmente a recurrir a la tarjeta de crédito cuando la cartera se queda vacía.

En efecto, en México la generalidad de los salarios no son correspondientes al costo de vida, las tasas de desempleo son altísimas, la crisis del 2008 sigue causando estragos... pero toda esa realidad no justifica la negligencia a cuidar las finanzas personales. Así como a la mayoría de la gente le resulta ‘imposible’ ahorrar, muchos mantienen una economía envidiable y no porque perciban grandes sueldos, sino porque saben organizar sus ingresos, distribuirlos de manera adecuada para cubrir sus necesidades y además guardar cierta cantidad no sólo para poder enfrentar una contingencia, sino también para cumplir metas a corto o largo plazo, viajar, tener un ‘colchón’ para cuando llegue la jubilación, etcétera.

Los expertos en finanzas no se cansan de repetir que no es preciso ser rico para vivir bien, sino aprender a cuidar ese dinero que tanto cuesta ganar. Aun así, gran parte de la población mexicana pareciera haber tomado un curso de cómo dilapidar sus recursos hasta el punto de vivir permanentemente endeudado, o ser parte de una campaña en contra del ahorro.

Tal vez piense que éste no es su caso. Pero haga memoria: ¿cuántas veces ha visto con sorpresa su cartera, porque estaba seguro de que tenía ahí 300 pesos o más, y de repente sólo encuentra un billete de 50? ¿Cuántas veces ha pensado en reservar alguna suma para destinarla a sus próximas vacaciones, y cuando llega la fecha ve que sus opciones son quedarse en casa, o pagarlas con la tarjeta de crédito? ¿Cuántas veces ha dicho que no le queda “ni un quinto” para invertir en un seguro de vida, mientras empieza a pensar cómo ampliar su clóset, porque no cabe la ropa que compró en el último año en sus visitas a la frontera?

Admitámoslo: entre las diversas contradicciones que se viven en México, está la de quejarse por la falta de dinero luego de malgastarlo. Afortunadamente es posible cambiar ese panorama y la buena noticia es que sólo depende de nosotros mismos. Para ello, es indispensable emprender un recorrido e identificar a los enemigos de nuestros bolsillos. ¿Nos acompaña?

“TE LO DEBO”

Aunque comprar a crédito no es una práctica exclusiva de los mexicanos, nuestra cultura sí muestra una alta preferencia por este tipo de sistema para adquirir sus bienes. Podemos observarlo desde la antiquísima costumbre de “pedir fiado”, que permanece vigente en las tienditas de las zonas habitacionales populares. Comprar así no necesariamente se relaciona con la falta de ingresos, pues muchas veces se toma como una alternativa ‘fácil’ para pagar todo junto a fin de semana o quincena.

Hoy por hoy, prácticamente cualquier cosa puede conseguirse a plazos. Desde muebles, ropa y calzado hasta maquillaje, juguetes, joyería, bolsas y accesorios diversos, utensilios de cocina y la comida misma: todo lo que se venda en las grandes cadenas comerciales, tiendas departamentales, mueblerías, zapaterías y un amplio etcétera.

Aproximadamente 70 millones de mexicanos se encuentran registrados en el Buró de Crédito. Ese registro incluye no sólo a los deudores morosos, sino a todo aquél que ha solicitado algún crédito en bancos, sociedades financieras, tiendas departamentales, supermercados, agencias de autos, arrendadoras e incluso quienes tienen contratado un plan de celular o un sistema de televisión privada. Pero no negará que la cifra es reveladora, si tomamos en cuenta que el último censo del INEGI arrojó que la población total del país suma poco más de 112 millones de habitantes.

Además está el crédito que ofrecen los llamados minoristas, personas que venden su mercancía casa por casa o bien conforman su clientela entre su círculo de amistades. Al ser informal, esta clase de crédito no cuenta con estadísticas pero se estima que es muy utilizado.

El Doctor en Economía Alejandro Villagómez expone que “comprar a crédito no es malo, siempre y cuando se respete el criterio de que lo que hoy consiga por esa vía, es una responsabilidad que tengo en el futuro. Endeudarse no es algo negativo, lo problemático es comprometerse por arriba de las capacidades de pago que se tienen”.

Lamentablemente muchos individuos no hacen esa reflexión, o bien la pasan por alto frente al deseo de poseer algo de manera inmediata. “En México es muy fácil obtener un crédito, lo cual no quiere decir que sea barato. Al ver algo que quieres se te ‘queman las habas’ por tenerlo, aunque se trate de algo que no necesites”, apunta la Maestra en Finanzas Adina Chelminsky.

Y precisamente esa facilidad con la que se consiguen los créditos representa un anzuelo en el que muchos quedan enganchados. Sin embargo, cuando los negocios en general (bancos incluidos) le dicen “llévatelo hoy, págame después”, no están pensando en hacerlo feliz, ni tampoco les importa qué deberá hacer usted para responder por su deuda. Ellos actúan en función del beneficio propio, y aunque obviamente no están esperando lidiar con clientes morosos, saben que de una u otra manera recuperarán su capital. Por eso, continuamente ofrecen promociones como mercancía a plazos con intereses congelados o más aún, las famosas ventas “a meses sin intereses” que desde hace tiempo se han puesto tan de moda, volviendo aun más irresistible renovar la computadora, el televisor o los muebles de la casa, aun si los anteriores estaban en excelentes condiciones.

A decir de los expertos esta modalidad de compra puede ser benéfica para quienes saben administrar sus ingresos y planear lo que estarán pagando en el futuro. Pero asimismo es muy peligrosa si se utiliza erróneamente, pues abunda la gente que pierde la perspectiva de su nivel de liquidez y se lleva a casa numerosos artículos, más de los que puede pagar puntualmente, con lo cual su deuda se prolonga y aumenta con los intereses.

La recomendación primordial de los especialistas es que hay que evaluar si es posible solventar lo que se obtiene mediante un crédito, pero incluso antes de ello tener objetividad al decidir si en verdad se requiere adquirir tal o cual cosa, y desde luego, no descartar la opción de esperar a reunir lo suficiente para hacer la compra de contado.

No obstante, aquí interviene también el factor psicológico. Como indica la Licenciada en Psicología Kathleen Rodríguez, “las necesidades de cada uno son altamente subjetivas”. Por ello, lo que para uno es malgastar, para otro es indispensable. Depende del significado emocional que se le da al dinero. “Algunos lo ven como un medio para alcanzar seguridad. Pero para otros es una forma de restauración, de llenar vacíos emocionales o existenciales, y mientras mayores sean éstos es más factible que se embarquen con créditos sin reflexionar en su capacidad adquisitiva. Lo que piensan es ‘este televisor me va a hacer feliz’, y al llevárselo sienten bienestar, aunque la sensación es pasajera”, agrega la psicóloga.

Además, a menudo se pierde de vista que la tarjeta representa dinero. Al salir a la calle con 50 pesos en la bolsa se sabe muy bien lo que es posible adquirir con ellos. Pero la tarjeta ‘borra’ ese límite, es dinero intangible y propicia que se pierda la conciencia de la capacidad de pago.

“¿AHORRAR YO? ¡IMPOSIBLE!”

Uno de los más grandes problemas que enfrenta la economía de los mexicanos es la renuencia al ahorro. Esto es consecuencia de la pobre cultura financiera que impera en el país (aunque no es un problema exclusivo de México).

Y es que usualmente ni en casa ni en la escuela se nos enseña a administrar el dinero, base esencial para a la vez desarrollar el hábito de ahorrar. Alejandro Villagómez explica que existe un marcado “analfabetismo financiero” entre la población mexicana. Pero más allá de que no se enseñen las bases del cuidado del patrimonio en el hogar, ni durante la educación básica, a la mayoría no le interesa aprender cómo regular su capital, pues pierde de vista que las decisiones financieras no son exclusivas de los ricos.

Muchos se excusan a sí mismos diciendo que ganan muy poco y no les queda nada para guardar. Lo correcto sería decir que no han desarrollado la costumbre de ahorrar, y más aún, que no están dispuestos a hacer sacrificios en su nivel de consumo. Se ha demostrado que quien percibe un ingreso, por mínimo que éste sea, puede separar una parte y destinarla al ahorro (obviamente exceptuando a quienes viven en condiciones de miseria).

Una prueba de lo anterior es la existencia y persistencia de las llamadas ‘tandas’. Aunque pudiera parecer más un tipo de préstamo, los especialistas refieren que es un método eficiente para reunir una cifra determinada aunque no genera utilidades. Al no tener respaldo legal ha dado pie a numerosas estafas. Aun así, su permanencia refleja que cuando la gente tiene la voluntad de ahorrar, logra hacerlo aunque tenga pocos ingresos, pues por lo común las ‘tandas’ se organizan entre personas de clase media y media baja.

El otro sistema de ahorro informal al que recurren los mexicanos es a guardar el dinero en casa, en alcancías, bajo el colchón, en el clóset, en la alacena... lo cual además de no producir utilidad alguna, pone en riesgo ese capital. Con frecuencia se dan a conocer casos en donde un robo, un incendio o un descuido hacen que lo acumulado se pierda. Apenas en noviembre circuló en las noticias internacionales el caso de un hombre de 80 años radicado en Illinois que donó a la caridad varias prendas de ropa, olvidando que en un abrigo ocultaba los ahorros de toda su vida.

Sin miedo a los bancos

En el renglón del ahorro formal los mexicanos tenemos cifras muy bajas. Según el Banco de México, para marzo de 2011 había poco menos de 26 millones de cuentas de ahorro y apenas arriba de dos millones de cuentas de depósitos a plazo. El principal beneficio de llevar el dinero a una institución es la posibilidad de que tenga un rendimiento, y aunque los intereses que pagan las cuentas de ahorro son bajos, al menos se tiene la certeza de que ese capital se encuentra resguardado en un lugar seguro. Mientras que si se elige una cuenta de inversión la ganancia suele ser mayor. “Al hablar de inversión la gente se asusta, cree que se necesitan varios miles de pesos; la verdad es que desde 500 es factible empezar una cuenta que dé intereses, y conforme aumente la cantidad, habrá más rendimientos”, indica Chelminsky.

Un gran obstáculo para el ahorro formal es que incontables individuos ‘temen’ a los bancos e instituciones financieras en general. Esto se debe en primer lugar información y a que con frecuencia los instrumentos que ofrecen los bancos no son siempre los indicados para el cliente, quien de pronto se enfrenta a productos que le parecen muy raros o sofisticados.

Es importante que antes de abrir una cuenta se tenga definido el objetivo del ahorro (la compra de una casa, el pago de una maestría o un viaje, gastos a futuro, el retiro...), así como las opciones que le propone el tipo de cuenta.

Cabe señalar que los expertos coinciden en que si bien lo recomendable es tener un ahorro de tipo formal, lo primordial es desarrollar el hábito de reservar parte de lo que se recibe, más allá de cómo se resguarda. Asimismo, es fundamental tener presente que aparte de las ganancias monetarias, el ahorro también nos favorece en lo emocional pues como apunta Kathleen Rodríguez: “Tenerlo brinda la seguridad y la tranquilidad de estar preparados para lo imprevisto”.

GASTANDO COMO HORMIGAS

Quizá tras leer lo anterior, usted esté pensando en que sí, le gustaría ahorrar, pero de verdad no le queda un peso libre para ello. Uno de los puntos de partida para conseguir administrar las finanzas personales de manera eficiente, lo cual permite ahorrar, es combatir una plaga que ataca los bolsillos: los gastos hormiga o centaveros.

Según un artículo publicado por El Universal en noviembre del año pasado, la Procuraduría Federal del Consumidor realizó un estudio con el cual determinó que un solo individuo puede gastar más de 300 pesos a la semana (casi 16 mil al año) en golosinas, propinas, cigarros, refrescos, chicles, revistas, cafés y otras minucias, en ‘puñitos’ de los tres a los 50 pesos. Si le parece exagerado, lo invitamos a que haga memoria de cuánto dinero tenía en la cartera al empezar esta semana, cuánto tiene ahora y dónde quedó la diferencia... es probable que se lleve una gran sorpresa.

A simple vista pudiera parecer que es imposible deshacerse de esta fuga, pero no es así. “No se trata de decir ‘no vuelvo a comprar ni una dona ni un dulce’; lo que debes hacer es: uno, tener conciencia de cuáles son tus gastos hormiga y dos, recortarlos. Si tu veneno es tomar un café a diario camino al trabajo, llévatelo de casa al menos tres veces por semana”, aconseja Adina Chelminsky.

La vía más sencilla de identificar las también llamadas ‘compras por impulso’ -y de paso sentar las bases para cuidar las finanzas personales- consiste en llevar un registro escrito de todo lo que se gasta. Es preciso que esa anotación sea muy escrupulosa, que incluya cada centavo que sale de la cartera, por insignificante que parezca. Así se podrá reconocer dónde están las ‘hormigas’ y no exterminarlas, sino reducirlas en buena medida y convertirlas en parte del presupuesto, es decir, que no sean fugas sino egresos contemplados.

DINERO QUE QUEMA

Desde hace años, conforme se acerca diciembre comenzamos a ver publicidad que aconseja usar el aguinaldo de manera inteligente, no derrocharlo. Claro que esos anuncios pueden parecer desapercibidos entre el bombardeo de comerciales que comunican las maravillosas ofertas y promociones que nos tienen preparados las tiendas.

Lo cierto es que cuando el tan esperado aguinaldo llega, la mayoría de la gente ya tiene pensado qué hacer con él; lo más habitual: pagar deudas o comprar regalos (o autorregalos); en otras palabras, gastar y no ahorrar.

Y esto no ocurre sólo con la gratificación anual. En incontables personas se observa que al recibir dinero extra (bonos, regalos, premios) pareciera que éste les quema las manos, pues en vez de tomarlo como una entrada para fortalecer el patrimonio futuro (ahorrando o invirtiendo), salen a ‘darse un gusto’ con compras superfluas. Incluso muchos se colocan el gafete de ‘generosidad’ con su círculo cercano, ‘patrocinando’ comidas y bebidas. Pareciera que la lógica en esos casos fuera “si no esperaba recibirlo, no tengo por qué cuidarlo”.

Desde el punto de vista psicológico, aquí entra nuevamente en juego el concepto que cada uno tiene de la palabra ‘necesidad’, por ello no puede generalizarse que todos actuaremos de la misma manera.

A su vez, desde la perspectiva financiera lo que se detecta es una “visión miope; no se ve la película a futuro, no se reflexiona que se está recibiendo un ingreso que es poco probable volver a obtener”, analiza el Doctor Villagómez. La acción estratégica, agrega Chelminsky, sería dividir ese extra en tres partes: una para gastar, una para pagar deudas y la otra para ahorrar.

CONSECUENCIAS: NI GRATAS NI GRATUITAS

Las consecuencias de no organizar las finanzas personales las enfrentamos a diario: no ser conscientes de cómo desembolsamos nuestros recursos, no ahorrar, gastar más de lo que se gana, embarcarse en créditos eternos, etcétera. Casi todos los mexicanos vivimos ‘al día’, y no nos referimos al sector que libra una batalla constante a fin conseguir qué comer, que en definitiva es caso aparte. Hablamos de la tendencia a no pensar en el futuro tratándose de la economía individual, y al no prepararnos para imprevistos mediante el ahorro, estamos expuestos a que cualquier gasto inesperado ponga en riesgo el patrimonio que tengamos. Más aún, en numerosos casos esa ausencia de administración impide que siquiera se forme un patrimonio: según el INEGI, tan sólo poco más de 28 millones de casas (incluyendo departamentos) son particulares. Eso significa que gran porcentaje de los mexicanos paga renta.

Es preciso enfatizar que al hablar de ‘gastos inesperados’ no nos referimos sólo a enfrentar una enfermedad cuyo tratamiento implique egresos extra. Simplemente no hay que olvidar la posibilidad de perder la fuente de ingresos, de un momento a otro. En el futuro inmediato, quien enfrenta una situación así tendría que buscar la forma de solventar sus necesidades básicas.

Vayamos más a futuro. ¿Está afiliado a una AFORE? ¿Ha hecho cálculos de cuánto dinero tendrá al retirarse? ¿Se siente respaldado? Es decir, tomando como base la economía actual ¿cree que esos fondos le alcanzarán para mantener el nivel de vida al que está acostumbrado? Al analizar lo anterior, probablemente concluya que necesita reducir sus gastos presentes para tener con qué enfrentar el mañana.

¿Qué medidas está tomando para la vejez? Si espera que antes de cumplir los 65 años pase ‘algo’ que resuelva esa cuestión como por arte de magia, no sucederá.

En el mismo contexto, es preciso tener presente que no sólo el bolsillo de cada uno se ve perjudicado por la tendencia a ‘vivir al día’: “El manejo inadecuado de la economía familiar se traduce en el manejo inadecuado de miles de empresas. Además se genera un mayor riesgo de crisis; una de las principales razones de la crisis de 2008 que inició en Estados Unidos, fue el exceso de consumo vía crédito y los bajos niveles de ahorro”, apunta Alejandro Villagómez.

VALORE EL PESO DE SUS PESOS

La idea de pasar los días descansando o divirtiéndose, haciendo lo que más le gusta sin tener ningún tipo de preocupación, presión o estrés, ni horarios, ni cuentas por pagar, es sin duda idílica. Imaginarlo le puede dibujar una sonrisa a cualquiera... pero es poco realista. A excepción de un puñado de gente privilegiada, el resto de los mortales debemos salir diariamente a buscar la manera de ganarnos la vida. Y ese esfuerzo nos cuesta, y con frecuencia nos perdemos de experiencias o momentos con la familia o los amigos por cumplir con las obligaciones que nos permiten tener un ingreso. Entonces ¿por qué no cuidarlo?

Esa palabra, ‘cuidar’, es la clave. No se trata de querer acumular una fortuna, ni de limitarse en todo, ni de restringir las compras para la comida, el vestido, o como coloquialmente se dice “vivir como monjes”. Se trata de ser más analíticos a la hora de utilizar nuestros recursos. La buena noticia es que nunca es tarde para aprender a administrar las finanzas personales; desde luego, ese no debe ser motivo para posponerlo.

Esperar que nuestra economía se maneje de manera positiva por sí misma, endeudarse más allá de las facultades de pago y no ahorrar, es según la psicóloga Rodríguez “una actitud inmadura e irresponsable. Se evade la realidad propia y para ello interviene un mecanismo de defensa que se llama negación, y si bien es algo inconsciente, es posible superarla justamente mediante la conciencia, aceptando para uno: ‘mi situación es ésta y no puedo hacerle frente a más’. Al hacerlo, también entenderemos que el ahorro más que un hábito es una necesidad”.

Asimismo es fundamental que aprendamos a ser constantes con el ahorro; más allá de guardar siempre la misma cantidad, lo esencial es ahorrar una fracción de cada ingreso, sin excepción.

La falta de educación financiera que enfrenta nuestro país es un fuerte obstáculo, pero no una muralla infranqueable. En efecto, si el gobierno tomara medidas como la implantación de clases o cursos para la administración económica a nivel secundaria, bachillerato (pues en la adolescencia es cuando se empieza a entender realmente el valor del dinero) y universidad, tendríamos finanzas más saludables. Pero cualquiera que desea aprender, puede hacerlo. Ni siquiera es indispensable contratar a un asesor, pues gracias a Internet tenemos a la mano un sinfín de material que nos orienta al respecto. Ejemplos abundan. La mayoría de los bancos y las AFORES cuentan en sus páginas web con micrositios enfocados a la educación financiera de adultos y niños. También existen sitios como www.doktordinero.com, en donde se comparten recomendaciones prácticas en un lenguaje más que comprensible. La Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) tiene una página muy completa e indudablemente útil para personas de todos los grupos de edad; su dirección es: www.condusef.gob.mx/Sitio_Ed_Fin/index.html.

Decídase a tomar las riendas de sus finanzas. Si desea abrir su propia cuenta de ahorros o de inversión, recuerde que puede pedir asesoría sin compromiso a tantos bancos como usted desee, compare sus opciones. Lo mismo aplica a la hora de solicitar o utilizar un crédito: asegúrese de que está consiguiendo la alternativa más apropiada para su bolsillo.

Por su bien, deseche los mitos de que sólo quienes estudian Economía son capaces de tener finanzas saludables; que administrar es un don con el que se nace o no, y que las finanzas son complicadas o aburridas. Créalo: lo único que se requiere es sentido común, constancia y disposición para organizarse. ¿Se anima a comenzar hoy?

Fuentes: Doctor en Economía Alejandro Villagómez, catedrático e investigador de la División de Economía del Centro de Investigación y Docencia Económicas, A. C. (CIDE), columnista de El Universal y autor del blog Tintero Económico; Maestra en Finanzas y especialista en Valuación Corporativa Adina Chelminsky, asesora en finanzas personales y autora de varios éxitos editoriales en el tema, entre ellos Cabrona y millonaria (Editorial Diana); Licenciada en Psicología y Maestra en Terapia Familiar y de Pareja Kathleen Rodríguez; Miguel Tijerina, vocero del Buró de Crédito; Censo de Población y Vivienda 2010 (INEGI); El Universal; Revista del Consumidor (Profeco); Doktordinero.com; página de la Condusef.

LOS 10 MANDAMIENTOS DE LAS FINANZAS PERSONALES

1. Estarás convencido de su importancia

Para poder mejorar tu vida financiera, debes tener la entrega y convicción suficiente para hacer los cambios necesarios y la paciencia para esperar que los resultados se cristalicen.

2. Serás organizado

El mejor amigo de las finanzas sanas es la buena organización. Ordena y acomoda tus cuentas y papeles, y procura mantenerlos al día para evitar errores no intencionales.

3. Tendrás un mapa

La mejor manera de obtener resultados positivos es elaborando, y cumpliendo, un plan de acción concreto y personalizado.

4. Empezarás hoy

Cuanto antes empieces a organizar tu vida financiera, mejor. El mejor aliado para hacer crecer tu dinero es el tiempo. La anticipación permite tomar decisiones más tranquilas y acertadas.

5. No te desviarás

Procura seguir tu plan financiero aun ante imprevistos. Si bien los golpes de la vida te obligarán a hacer ajustes a tus finanzas, continúa con tu propósito de organización financiera.

6. Esperarás imprevistos

Lo único seguro es que no hay nada seguro; no puedes evitar los imprevistos y reveses de la vida, pero sí puedes proteger de antemano tu patrimonio para poderlos enfrentar de la mejor manera posible.

7. No copiarás a tu vecino

En el manejo del dinero no existen soluciones universales; lo que le funciona a otro no es necesariamente lo mejor para ti. Toda decisión financiera que tomes debe basarse en tus características y necesidades.

8. No buscarás soluciones mágicas

Tienes mayor probabilidad de ser golpeado por un rayo que de ganarte la lotería. El camino para conseguir lo que quieres es, simple y sencillamente, la planeación, el ahorro y la organización.

9. No renunciarás ante los errores

Hasta los más grandes inversionistas cometen equivocaciones en el manejo de su dinero; si llegas a caer en una (o en varias), no te desanimes: aprende de ellas, resuelve las fallas y continúa con tu plan de ahorro e inversión.

10. Recordarás que el dinero no compra la felicidad...

Pero su buen manejo sí puede brindarte una gran tranquilidad

Fuente: Cómo manejar tu dinero (sin enloquecer en el intento), Chelminsky, Adina, Editorial Planeta (2007).

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