Con mayoría priista, pero insuficiente para el control pleno de las decisiones, las Cámaras del Congreso en la LXI Legislatura oscilaron entre el acuerdo y la confrontación con el Poder Ejecutivo y las bancadas de su partido: el PAN.
En el Senado fluyeron consensos entre grupos parlamentarios mayoritarios: PRI, PAN y PRD, que sacaron adelante reformas importantes, pero en la Cámara de Diputados la mayoría priista fue un dique para algunas leyes en las que el Gobierno Federal centró sus energías: reforma laboral o de seguridad nacional, entre otras.
En San Lázaro no pasaron algunas reformas avaladas por los senadores. Quedaron en el camino enmiendas para hacer obligatorias las resoluciones del Instituto Federal de Acceso a la Información, para acotar el fuero de servidores públicos, así como el reconocimiento a la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, la Ley de Amparo, el aumento de penas por tortura, y la creación de la fiscalía Anticorrupción. También se "cercenó" la propuesta de reforma política de los senadores, que incluyó la reelección legislativa, la consulta popular y el plebiscito.