Siglo Nuevo

Dos de fresa y cuatro de chocolate

CINE

Dos de fresa y cuatro de chocolate

Dos de fresa y cuatro de chocolate

Fernando Ramírez Guzmán

Una interesante historia coronada por chispeantes e ingeniosos diálogos, dirigida con tino e interpretada con naturalidad y solvencia escénica por jóvenes actores de formación teatral universitaria, hizo de Los caifanes un indiscutible clásico de la cinematografía nacional.

A mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos.

Lope de Vega

Cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando.

Jorge Manrique

En 1966 la producción cinematográfica en nuestro país alcanzó la nada despreciable cifra de 98 largometrajes realizados, de los cuales 55 se filmaron en color, un hecho inédito. De ellos, 28 fueron de aventuras, 35 dramas y 35 comedias. Simultáneamente, El Santo quedó despojado del monopolio de las películas de luchadores al irrumpir en escena Blue Demon y Mil Máscaras.

Al anterior escenario sería preciso agregar que en el total de rodajes del 69, la constante fue por un lado el predominio de las historias ambientadas en la ciudad, derrocando las atmósferas campiranas; asimismo las producciones de pretensiones eróticas, los omnipresentes melodramas clasemedieros y las cintas juveniles que en el ritmo en boga, el à gogo, encontraron su justificación y pretexto.

Filmada en diciembre de dicho año, en los Estudios América y en locaciones del Distrito Federal, Los caifanes (que llevó también como título tentativo Fuera del mundo), fue escrita y adaptada por su director Juan Ibáñez y por el reconocido literato mexicano Carlos Fuentes (dato del que, por cierto, no muchos se acordaron a la hora de hablar de la trayectoria de éste, con motivo de su fallecimiento el pasado mes de mayo).

El guión, ganador en el Primer Concurso Nacional de Argumentos y Guiones Cinematográficos organizado en 1965 por el Banco Nacional Cinematográfico, retrata las aventuras de una pareja de novios pertenecientes a la clase alta, quienes debido a fortuitas circunstancias se ven inmersos en una odisea nocturna por la Ciudad de México, conviviendo con cuatro mecánicos de origen humilde: los caifanes.

LO QUE DURA UNA NOCHE

Toda la acción transcurre durante una sola noche de diciembre, en la cual los protagonistas transitan de un sitio a otro, visitando sitios tan dispares como un antro, taquerías, una funeraria, el Zócalo o el monumento a la Diana Cazadora. Es una road movie donde aparte de los traslados físicos se da la transición entre lugares para ‘gente bien’ y sitios en los que se reúne ‘el pueblo’. Igualmente, marca un viaje a través de los sentimientos, desde los más nobles hasta evidentes connotaciones eróticas.

La producción se realizó con economía de recursos (su costo no superó el millón de pesos), sin embargo el filme se vio beneficiado por el concurso de su muy competente elenco actoral. Y es que al oficio de su muy joven pareja estelar, Julissa (Paloma) y Enrique Álvarez Félix (Jaime de Landa), se sumó el debut de cuatro talentosos histriones, dos provenientes del INBA, Ernesto Gómez Cruz (el Azteca) y Eduardo López Rojas (el Mazacote), y dos más de la Compañía de Teatro Universitario de la UNAM: Sergio Jiménez (el Capitán Gato) y Óscar Chávez (el Estilos), quienes dieron a la película interés y trascendencia.

La historia no se limita a explotar el conflicto de clases. Influenciada en lo visual por el cine de Fellini, en sus diálogos consigue mezclar con cierta naturalidad el caló popular con el culteranismo, ya que a lo largo de toda la historia se pueden escuchar fragmentos o frases de Octavio Paz, Lope de Vega, Jorge Manrique y Santa Teresa, entre otros.

LA MANO DE FUENTES

Los caifanes fue estrenada el 17 de agosto de 1967 en las salas Roble, Mariscala y Estrella del Distrito Federal y permaneció en cartelera por siete semanas. Su triunfo en taquilla no hizo sino confirmar el interés de un amplio sector de cinéfilos por un nuevo cine mexicano.

La cinta supo ser reveladora en su momento, ya que dejó de lado los lugares comunes de la pantalla grande nacional de aquel entonces, mayoritariamente predecible y rutinaria. La contribución de Carlos Fuentes en el resultado final fue decisiva para que esto ocurriera.

Vale la pena comentar que además de su conocida cinefilia, Fuentes ejerció crítica del séptimo arte y junto a un grupo de intelectuales apoyó la producción de un cine de amplio aliento en el país. De manera más directa, se desempeñó como adaptador y guionista en el mediometraje Un alma pura (Juan Ibañez, 1965), Pedro Páramo (Carlos Velo, 1966), El gallo de oro (Roberto Gavaldón, 1964) y en la sorprendente ópera prima de Arturo Ripstein, Tiempo de amor (1965); en las dos últimas trabajó junto a Gabriel García Marquez. Por cierto, Ripstein, el autonombrado “director preferido de nadie”, sale como extra en Los caifanes.

Entre otras breves apariciones que incluyen a figuras como Tamara Garina, Alberto Dallal o Martha Zavaleta, es digna de resaltarse la escena en donde participa Carlos Monsiváis, como un Santa Claus ebrio que irrumpe en una taquería. El teporocho interrumpe al Estilos mientras éste recita El brindis del bohemio, de Guillermo Aguirre y Fierro, y lo hace justo antes de que llegue al verso que dice: ¡Por mi madre, bohemios! Como se sabe, esa frase fue el título de la columna que Monsiváis mantuvo durante muchos años en diferentes medios escritos.

QUÉ FUE DE TANTO CAIFÁN

En su tiempo y aun ahora, el título de la película es motivo de curiosidad para muchas personas. En alguna entrevista previa al estreno de la cinta, Juan Ibáñez habló sobre el significado del término caifán: “Es un sujeto que tiene cierta preeminencia entre sus prójimos. La palabra tiene muchas connotaciones, según el caso. ‘Caifán’ es un gigoló, es un individuo apto, un abusado, un sujeto bien vestido, un jefe de palomilla. El ‘caifán’ se produce en los barrios pero también en el mundo burgués. Es más frecuente sin embargo en los primeros”. Quizá de mayor sencillez es la explicación que se da durante el largometraje; luego de que Jaime le diga a Paloma que caifán es pachuco, el Azteca lo corrige: “Caifán es el que las puede todas”.

Independientemente del verdadero significado, tras ver el filme la palabra caifán remite a una notable muestra de talento y de entretenimiento de calidad y buen nivel, siendo el guión y las interpretaciones el mayor acierto. Los seis protagonistas obtuvieron reconocimientos por sus actuaciones, incluyendo un premio al mejor actor de cuadro otorgado por Pecime (Periodistas Cinematográficos de México, A. C.) a Monsiváis. En cuanto a los entonces debutantes, no es un secreto que tras este rodaje Jiménez, Gómez Cruz y López Rojas construyeron prestigiosas carreras histriónicas, mientras que Chávez se consolidó en el mundo de la música.

En septiembre de 2006 la revista electrónica Filmeweb conmemoró los 40 años de la película, homenajeando a los caifanes aún presentes y recordando a quienes se habían adelantado en el viaje, que en ese tiempo eran sólo López Rojas y Álvarez Félix. En los años siguientes se les unirían Jiménez, Monsiváis y Fuentes.

Cinta en su momento paradigmática, Los caifanes representa hoy para la cinematografía nacional todo un clásico y un referente de la nostalgia.

Correo-e: ladoscuro73@yahoo.com.mx

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Dos de fresa y cuatro de chocolate

Clasificados

ID: 822793

elsiglo.mx