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Dos epitafios

SERGIO AGUAYO

A la memoria de

Samuel del Villar,

Campeón de la renovación moral

Miguel de la Madrid y Jorge Carpizo ejemplifican dos maneras de vivir la política "desde dentro". Dejan lecciones para quienes estamos "fuera".

De la Madrid gobernó en años borrascosos. Hizo lo que pudo, pero le faltó carácter para cumplir con sus promesas de regeneración y democratización. Después de los dispendios y corruptelas del sexenio de José López Portillo llegó prometiendo una renovación moral que pronto olvidó. Se necesitaban reformas económicas, pero la forma en que se hicieron las privatizaciones permitió un saqueo metódico de las finanzas públicas que dio paso, en el sexenio de Carlos Salinas, a un capitalismo de compadres y a la desigualdad institucionalizada que seguimos padeciendo.

De la Madrid inició su gobierno con una breve primavera democrática. Pronto capituló y en 1986 permitió el fraude patriótico en Chihuahua mientras cerraba el paso a los priistas que exigían democracia y optaba por el tradicional "dedazo". Carlos Salinas describe el momento en el cual De la Madrid le lanzó la pregunta que tantos soñaban escuchar: [¿]"listo para la presidencia, Carlos?"[¿] quien le responde con un entusiasta "listo señor Presidente".

De la Madrid redondea la faena antidemocrática en la lodosa elección de 1988. Veinte años después confiesa a Martha Anaya que intentó "destruir a Cuauhtémoc [Cárdenas] y sus seguidores" porque "no representaban un beneficio para el país" y que había ordenado al ejército de "disparar y no dejar que tomaran el Palacio". En síntesis que su gobierno iba "a defender el poder a como diera lugar".

Jorge Carpizo llegó a la rectoría de la Universidad Nacional en 1985. En abril de 1986 presentó una ruda autocrítica sobre la institución que presidía: "Fortaleza y debilidad de la UNAM". Era el anuncio de una reforma a profundidad que nunca cuajó porque la frenan los intereses que dominaban la vida universitaria. El fracaso atemperó el estilo de Carpizo quien a partir de entonces optó por los métodos de Jesús Reyes Heroles: empujar reformas "desde dentro", pero sin jamás romper con el sistema.

Sin militar en el PRI acumula cargos: empezó la década de los noventa como presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, de ahí brincó a la Procuraduría General de la República (1993) y terminó en Gobernación (1994) desde donde ciudadaniza el Consejo General del Instituto Federal Electoral. Son años frenéticos de grandes fracasos y algunos éxitos. Carpizo siempre intentó que las dependencias a su cargo sirvieran al interés general. Para ello abrió las puertas a la sociedad organizada en la cual confiaba y a la cual De la Madrid desdeñaba.

Los últimos años de sus vidas acentuaron las diferencias. Mientras que Carpizo se atrincheró en la academia y elaboró documentos, convocó a foros, firmó desplegados y defendió su honorabilidad, De la Madrid escenificó un espectáculo lamentable.

El 13 de mayo de 2009 Carmen Aristégui difunde en MVS una entrevista grabada en la cual el expresidente expresa su decepción por los "negocios ilícitos" de Raúl Salinas y acusa de complicidad a Carlos, su hermano quien, dice, pudo haberse quedado hasta con la mitad de la partida secreta (más de 400 millones de dólares). Sus palabras están teñidas de sombrío fatalismo: acepta que la "impunidad es condición necesaria para que la maquinaria" del poder funcione en México y remata con una resignada frase: "en México hay puros prófugos de la opinión pública". Faltaba el trago más amargo para su autoestima. En una parodia de los famosos juicios de Stalin cede ante las presiones de la "Familia (ya muy poco) Revolucionaria" y se autoridiculiza diciendo en un boletín que sus "respuestas [a Aristégui] carecen de validez y exactitud" porque su salud no le permitía "procesar adecuadamente diálogos o cuestionamientos".

De la Madrid y Carpizo ejemplifican formas encontradas de vivir la política "desde dentro". La capitulación de De la Madrid encuentra seguidores tipo Vicente Fox y René Bejarano. El estilo de Carpizo se reproduce en Ernesto Zedillo, Javier Corral y Jaime Cárdenas. Estoy entre quienes combaten a los primeros y buscan "desde afuera" acuerdos con los segundos.

El epitafio es una inscripción que sintetiza una vida en unas cuantas palabras. El de De la Madrid podría decir que fue un presidente pusilánime e incongruente que toleró la corrupción; el de Carpizo que fue un hombre digno y comprometido con utopías que algún día, estoy convencido, serán realidades.

Las citas provienen de Carlos Salinas de Gortari, México: un paso difícil a la modernidad (Plaza y Janés, 2000); Martha Anaya, 1988: el año que calló el sistema (Debate, 2008) y Carmen Aristégui y Ricardo Trabulsi, Transición (Grijalbo, 2009).

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Colaboraron en la recopilación de información Rodrigo Peña González y Maura Roldán Álvarez.

Agradezco a Mario Bronfman algunas sugerencias pertinentes.

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