Cada vez está más cerca la jornada electoral para renovar la presidencia de la república, el Senado y la Cámara de Diputados. La cita con las urnas está a menos de 40 días.
A diferencia de las dos elecciones anteriores, en esta ocasión los comicios tienen mucho menos interés porque de acuerdo a la gran mayoría de las encuestas, difícilmente se espera un resultado distinto a un triunfo del priista Enrique Peña Nieto, quien aventaja desde 8 hasta 20 puntos a su más cercano rival, dependiendo de la casa que realice la medición.
Con esas circunstancias, ahora se percibe ya al candidato Peña como el virtual presidente electo, y así se puede notar en mucho del trato que recibe de los medios de comunicación que lo abordan, y por supuesto, su equipo de campaña ha sabido blindarlo para que prácticamente de muertito llegue a la silla sin siquiera despeinarse un poco el copete.
El predecible triunfo hace que quienes optan por ser más críticos de la vida pública de México, empiecen al menos a preocuparse por el devenir de la nación, que será gobernada por el partido dominante por más de 70 años el siglo pasado en el país. Con la diferencia que en esta ocasión accederá por la vía indiscutiblemente democrática - la elección de Ernesto Zedillo en 1994, también fue en un entorno de respeto a los votos-.
México se encuentra entrampado por varios y complejos frentes; fundamentalmente en dos de ellos: el de seguridad y la economía. El primero es tal vez mucho más complejo, por los múltiples factores que actúan para que se esté viviendo una terrible realidad en el país: la geografía, al ser vecinos los Estados Unidos, el país más adicto y del mercado más grande del mundo de drogas; la corrupción permitida por casi todos por décadas, que propició un campo fértil para el actuar de las proliferantes bandas delictivas, particularmente y para efecto, en los cuerpos policíacos de casi todo el país; un sistema jurídico y confección de Estado que impide una respuesta más contundente por parte del gobierno; el surgimiento de un mercado nacional real, donde decenas de miles de consumidores demanda también sustancias prohibidas. Éstos y otros factores destaparon los índices delincuenciales, especialmente en los delitos de alto impacto, en niveles no vistos desde los tiempos de la revolución. Los asesinatos, la crueldad y mansalva de los hechos ocurridos en los últimos años, por décadas se habían ya superado.
En el renglón económico, México, irremediablemente inserto en la economía globalizada, compite contra todos los países del mundo para su desarrollo, pero nuevamente el modelo económico anacrónico le impide elevar la insustituible competitividad si es que se quiere prevalecer y desarrollarse económicamente.
Las reformas estructurales que se han postergado por cálculos partidistas, particularmente el PRI se ha encargado de que no se lleven a cabo como la fiscal integral ( lo que se hizo fue un parche y la creación de un impuesto injusto como lo es el IETU) la reforma laboral que se necesita si se piensa en un desarrollo más numeroso del empleo. La reforma energética, que al igual que la fiscal, lo que se hizo fue un remiendo insuficiente. También existe un tema en reformas al sistema de procuración e impartición de justicia, para enfrentar la nueva y violenta realidad mexicana.
Por ello hay que empezar a preocuparse por lo que parece como cosa decidida: un priista será nuevamente jefe del Estado y gobierno mexicano. El problema es que ese partido es la cuna política de personajes como Ulises Ruiz de Oaxaca, Mario Marín -el gober precioso- de Puebla, Fidel Herrera de Veracruz, Arturo Montiel del Estado de México, Humberto Moreira de Coahuila y ahora recientemente de Tomás Yarrington, de Tamaulipas, acusado en los Estados Unidos de recibir sobornos de narcotraficantes.
Muchos priistas entusiasmados comentan que ahora que tendrán la presidencia y la mayoría en el Congreso, será el entorno ideal para hacer las reformas pendientes y lanzar al país hacia el desarrollo, pero cuando uno repasa los nombres del párrafo anterior, y se revisa que en las listas plurinominales se encuentra Romero Deschamps, el líder sindical de Pemex, aquél que con Rogelio Montemayor participaron en lo que se conoció como Pemexgate; se nota que Elba Esther Gordillo mantiene un trato cordial con el cuasi presidente Peña, no parece quedar otra cosa que pensar en un ominoso futuro nacional. Aunque también se vale soñar en un mejor México, así que al menos otorgar el beneficio de la duda.
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