Lo hemos comentado en los diversos espacios amablemente nos ofrece: el mundo está cambiando, pero en serio.
Vivimos una época de transformación que no estamos entendiendo plenamente. Tan importante como la que se vivió hace cien años, y más importante que cualquier momento intermedio, aunque no lo parezca.
En el último medio milenio sólo encuentro tres momentos de transformación comparables. Uno, inmenso, es el cambio del Siglo XV al XVI. Es el ascenso de España, gracias al descubrimiento de América, de la que cosechará metales preciosos con los cuales podrá financiar su guerra en Flandes, pero también la defensa de Europa frente a los turcos. En 1492 los Reyes Católicos "unificaron" España, en el sentido de que lograron terminar con el último reducto musulmán, pero también expulsaron a los judíos en ese mismo año. Por eso su fama de católicos. Por pura suerte, también en ese año se encontró América (que ya era conocida para marineros portugueses, ingleses y sobre todo nórdicos, pero sólo como un terreno baldío al final del camino del bacalao), y gracias a ello esta pareja de reyes sigue teniendo un lugar en la historia mundial, a pesar de que sus triunfos católicos hoy son más bien excesos.
Muy poco tiempo después del descubrimiento sobreviene la Reforma, que es una herejía católica que cae en buen momento. El descendiente de los Reyes Católicos es en ese momento también el Emperador del Sacro Imperio. Un joven de menos de veinte años que al mismo tiempo está administrando América, luchando contra Flandes, deteniendo a los Turcos, y de pronto se le aparece una revuelta semi-religiosa en el centro mismo del Imperio. Por eso triunfa la herejía de Lutero, como no triunfaron las previas. Y la transformación del mundo que significan América y Lutero (ambos más exitosos gracias a la imprenta), no hay forma de menospreciarla.
No vuelve a ocurrir un fenómeno de tal magnitud sino a fines del XVIII y principios del XIX. Es nuevamente la combinación de dos grandes transformaciones. Una, la aplicación, por vez primera, de una nueva forma de gobierno: la República. No es que nunca hubiese existido antes (algunas islas de Grecia y algunos momentos de Roma), pero ahora su existencia se sostiene en la transformación mental que la Reforma había iniciado. A este cambio profundo en la forma de vida (Estados Unidos en 1783, Francia en 1789) se le suma el inicio de la transformación económica. Aunque puede encontrarse crecimiento económico del tipo moderno en zonas de los Países Bajos desde el siglo anterior, es a mediados del XVIII cuando esta nueva forma económica se empieza a extender. Para muchos, el inicio de la Revolución Industrial se fecha en 1780, algo que no tiene mucho sustento, pero sí puede usted imaginar, con sustento, una forma distinta de ver la economía para esa década.
Finalmente, el tercer momento de gran cambio ocurre a fines del XIX e inicios del XX. Nuevamente, es un cambio que depende de lo anterior. Aunque festejamos mucho la Revolución Francesa, no hay que olvidar que su ejemplo no cunde en Europa sino hasta la Primera Guerra Mundial. Todavía en 1914 la inmensa mayoría de Europa es de imperios y reinos, Asia y África son colonias, y América Latina pura imaginación. La gran transformación económica se centra en la electricidad, pero también en el motor de combustión interna. Todo cambia.
Estamos en la cuarta transformación en este medio milenio. Los experimentos políticos propios del Siglo XX se acabaron en los años noventa. La gran transformación económica ocurre en las tecnologías de información y comunicaciones. Aunque cuesta trabajo imaginarlo, es de la misma magnitud, si no mayor, que la llamada Revolución Industrial o la introducción de la electricidad y la combustión interna. Si no fuese por las comunicaciones y capacidad de cómputo que hoy tenemos, sería imposible alimentar a los 7 mil millones de humanos que hay hoy. Mucho menos podrían hoy vivir mejor que en los años setenta, como ocurre.
Y al igual que en las tres transformaciones previas, es difícil entender lo que ocurre mientras está ocurriendo. Ya después habrá quien lo explique, pero hoy no lo entendemos bien. Por ejemplo, al inicio del Siglo XIX la nueva tecnología destruyó empleos, al extremo que hubo movimientos populares que buscaban destruir las máquinas (el más famoso es el de los Ludditas). A inicios del Siglo XX, la transformación en las relaciones sociales fue brutal. Acá nos encanta atribuir a la Revolución Mexicana el cambio social, pero es nada más porque somos ignorantes. Una revisadita a cómo cambió Europa exactamente en la misma época nos ayudaría a entender mejor.
Hoy la transformación está significando menos empleos, y una distribución del ingreso diferente, en donde se está pagando más a quienes tienen las habilidades que la nueva tecnología requiere, y menos a quienes tienen habilidades adecuadas para la tecnología que se va. No me refiero a México, me refiero al mundo entero. Es más, precisamente por este cambio es que México, Brasil, China o India están construyendo una plataforma industrial relevante, porque en el "centro del mundo" esa tecnología ya no tiene sentido. Hay que aprovechar lo que nos llega, pero también hay que entender que es el pasado. China lo entiende, y no sólo están haciendo juguetes de plástico o ensamblando computadoras personales, están apostando a la más alta tecnología. Igual de mal que como lo hizo Japón en los sesenta y Corea en los setenta, lo que significa que serán igual de buenos que los japoneses en los noventa y los coreanos hoy mismo.
Más allá de la coyuntura, elecciones y crisis financieras, la transformación está en proceso, y sólo entendiéndola la podemos aprovechar. Para eso, hay que ver lejos: muy atrás en la historia y muy amplio en el espacio, para poder imaginar un futuro totalmente diferente a lo que hoy conocemos.
