Acabamos de aceptar renegociar con Brasil el Acuerdo de Complementación #55 y con ello aceptamos limitar durante tres años el número de autos que podemos vender libres de arancel a Brasil. El ACE 55 firmado en 2002 dispuso que desde 2007 los autos mexicanos no paguen arancel. El déficit comercial en autos de Brasil se disparó en 2011 a 1,170 millones de dólares lo que dio un artificioso pretexto a los brasileños para amenazar denunciar el acuerdo. Así lo tuvimos que conceder. Ahora nuestras ventas a ese país tienen tope.
Argentina, tan directamente ligada a la economía de su imponente vecino al norte también quiere lo mismo. El ACE 55 se firmó también con Argentina, Uruguay y Paraguay y aunque sus compras de vehículos mexicanos no sean tan significativos como las que nos hace Brasil, nuestro Secretario de Comercio, correctamente, se negó a hacer modificaciones para ellos.
El que el argumento brasileño haya sido el déficit que repentinamente les apareció en la operación del ACE 55, expresa un fenómeno que crece en todo el mundo. Las crisis financieras cunden reduciendo capacidades de compra en mercados antes atractivos.
Las dificultades en los países desarrollados son noticia de primeras planas. En Francia el presidente Sarkozy, en plana campaña para reelegirse, quiere limitar no sólo la inmigración que compite con su mano de obra sino importaciones "inmoderadas" de artículos baratos que también reducen las perspectivas de sus trabajadores.
Los Estados Unidos, a los que destinamos 70% de nuestra exportación también defienden a sus trabajadores decretando que hay que preferir el artículo norteamericano sobre el extranjero con su recomendaación: "compre americano". El que la OMC no esté de acuerdo, ni tampoco nosotros, no les inquieta.
El comercio exterior es válvula crucial que alienta o desalienta la ocupación, instrumento imprescindible para crear empleos. México aplicó en un tiempo este principio, pero desde la introducción de la política neoliberal en 1985, vigente hasta la fecha, lo olvidó para convertirse en ensamblador, armador de ajeno, y no en potencia con industria propia.
Véase si no con lo que dos expertos escribieron ayer en el Wall Street Journal: "…las importaciones de productos mexicanos en realidad crean ocupación en Estados Unidos ya que al menos 40% de su composición es norteamericana." Lo sabemos. Esos insumos son importados temporalmente. Son piezas fabricadas por trabajadores norteamericanos, pero que trabajadores mexicanos podrían producir si no hubiésemos desde hace tanto tiempo alentado, a ciencia y conciencia, la "industria" ensambladora.
El caso de los automóviles viene a cuento. Somos el 5° exportador en el mundo después de EUA es 4°, Corea del Sur 3°, Japón 2° y Alemania el 1°. Exportamos un total de 2.1 millones de vehículos en 2011 de los que 147,000 fueron a Brasil que es la sexta economía mundial, pero nuestro principal destino fue Estados Unidos por virtud de TLCAN.
La implicación es que, después de todo, el mercado sudamericano no es tan importante y por eso, aceptamos la exigencia brasileña de limitar nuestra exportación durante tres años.
Pro México nos dice que en el remoto caso de denunciarse el ACE #55 nos queda la posibilidad de diversificar nuestro comercio automotor con los 44 países con los que tenemos tratados. Como si las condiciones mundiales fueran así de favorables.
De hecho, América Latina debe crecer al 3.5 ó 4% en 2012, bastante más que los países desarrollados. Nuestras perspectivas a largo plazo están más en los mercados "emergentes" de América Latina, y los inmensos espacios asiáticos y hasta los de África que este último, por cierto, Brasil lleva años de cultivar metódicamente.
Pero el asunto de más fondo anida en que la composición de los vehículos que vendemos sólo tienen cuando mucho un 20 o 25% de origen mexicano mientras que el Acuerdo #55 dispone integraciones mucho mayores: 40% y hasta 60% regionales. México tuvo que aceptar en la negociación de la semana pasada un aumento sustancial de integración regional, lo que constituye una modificación importante en las reglas de juego a que han de ceñirse las empresas armadoras establecidas en nuestro país.
No podemos seguir así. Urge cambiar el criterio aperturista que impusieron los neoliberales, no del PAN que a penas lleva 12 años en el poder, sino el de los gobiernos que en 1985 dispusieron soltar nuestra economía a las fuerzas del mercado mientras, simultáneamente la sujetaban a las disciplinas fiscales y financieras que redujeron el campo de acción de los sectores productores que hay que fortalecer para que creen trabajo.
El corolario de lo anterior es que no tenemos una política que oriente a nuestra industria, y por ende una política de comercio exterior. Éste depende de tener capacidad real de producción, no de mero ensamblaje.
juliofelipefaesler@yahoo.com