El alquimista del cine
Catorce años y ocho películas le han bastado a Christopher Nolan para colocarse en la cima del parnaso fílmico; desde ahí, lo mismo seduce a la crítica que atrae al gran público a la taquilla.
Chris Nolan, alquimista del celuloide, encontró muy pronto la piedra filosofal con la cual ha transformado sus relatos en oro y ha logrado extraer el elixir de la inmortalidad en la competida industria cinematográfica. Lo consiguió además sin renunciar a sus inquietudes artísticas, tejiendo historias como laberintos en donde la psique del personaje y su relación con el mundo son lo esencial, y la pérdida, la culpa, el sacrificio y la dualidad se convierten en motores del conflicto.
Londinense de 42 años, hijo de una azafata norteamericana y un publicista británico, posee la doble nacionalidad anglo-estadounidense. Su infancia transcurrió entre las metrópolis de Chicago y Londres y a la edad de siete años empezó a filmar su mundo con la cámara Super-8 de su padre. Entró a estudiar Literatura Inglesa en la reputada y progresista University College London, en la que tuvo oportunidad de desarrollar también sus inquietudes por el séptimo arte. Se graduó a los 23, en 1993, y a los 27 se casó con su novia Emma Thomas, quien a la postre se convertiría en su productora.
LABERINTOS PARA LA MENTE
Nolan entró de lleno al mundo del cine con Following (1998), película que sienta las bases de su estilo narrativo. Rodada en blanco y negro, con bajo presupuesto y actores desconocidos (muchos de ellos amigos suyos), cuenta la historia de un joven escritor en crisis de creatividad, quien para inspirarse decide seguir a gente extraña en las calles. Pero un día se topa con la persona equivocada y de pronto, sin darse cuenta, se verá atrapado en el laberinto del crimen, en donde siempre hay un alto costo por pagar. Con una cuidada estética, sobrias actuaciones, un guión de diálogos precisos y una narración fragmentada con tiempos intercalados, el londinense logró llamar la atención de la crítica.
Bastarían sólo dos años para confirmar todos los augurios. Con Amnesia (Memento, 2000) Nolan tiene una precoz consagración en la que explota al máximo su talento y las posibilidades narrativas sugeridas en la cinta anterior. Este thriller psicológico, basado en un relato corto escrito por su hermano Jonathan (colaborador asiduo) se centra en la vida de Leonard (Guy Pierce), un investigador de seguros que carece de memoria a corto plazo y busca vengar a su esposa, quien fue violada y asesinada por dos hombres. El filme comienza por el final y retrocede en saltos para conocer las causas de las acciones. Entre cada una de las escenas se intercalan otras a blanco y negro que siguen una secuencia progresiva y sirven de contexto a la historia regresiva, hasta que ambas rutas se juntan.
Más allá del argumento, la obra posee el mérito de involucrar al espectador en la construcción de la historia. Motiva, provoca y exige echar a andar la neurona. El laberíntico edificio fílmico, donde el tiempo adquiere en plenitud su cualidad relativa, es una característica del cine más personal del realizador británico. Pero este recurso no es sólo un mero artificio, sino que pone al espectador en la condición del protagonista, quien va armando su venganza como un rompecabezas. Hay una perfecta comunión entre forma y fondo. La película es considera no sólo la más lograda de Nolan, sino uno de los 10 mejores thrillers contemporáneos.
Superar o siquiera igualar el suceso de Amnesia fue todo un reto. Insomnia (2002) representa el salto de Nolan a la puerta de la gran fábrica de ensoñaciones. Con amplio presupuesto y actores consagrados (Al Pacino, Robin Williams y Hilary Swank), retoma el guión de un largometraje noruego sobre un detective que por error asesina a su compañero mientras investiga la muerte de un joven en una Alaska de días larguísimos. Recuerdos tormentosos, perturbadoras alucinaciones y un devastador insomnio acosan al protagonista en esta cinta que quizá sea la menos nolaniana de todas. El resultado es un efectivo thriller psicológico y criminal.
NUEVAS ALAS AL MURCIÉLAGO
De estar en el umbral de Hollywood, Nolan pasó a sentarse en la sala cuando tomó la franquicia del superhéroe más enigmático de la mitología norteamericana. Con Batman inicia (Batman Begins, 2005), rescató la saga del hombre murciélago del pantano de la ridiculez en el cual la había hundido Joel Schumacher.
Con un elenco de lujo que incluye a Christian Bale, Michael Caine y Gary Oldman, Morgan Freeman, Liam Neeson, Cillian Murphy y Tom Wilkinson, Nolan cuenta la historia de cómo el multimillonario Bruce Wayne se convirtió en el misterioso justiciero de la noche. Y para hacerlo se toma su tiempo, se adentra en la psicología del héroe, lo desnuda en sus miedos, dudas y aspiraciones. Sin prisas ni complacencias, la mutación se da conforme cada pieza se coloca en su lugar. Para esclarecer el enigma, Nolan sigue la ruta contraria de sus anteriores trabajos en donde poco a poco va soltando cabos: ahora se trata de sujetarlos todos.
Lo peculiar es que Batman está ausente durante la mitad de la película y cuando por fin aparece lo hace con el aire patético del héroe de la novela negra, fiel a la esencia del cómic creado por Bob Kane y Bill Finger y revitalizado por Frank Miller. Los clichés son disminuidos, incluso inadvertidos en algunos casos.
Como era de esperarse, Nolan fue contratado para una secuela con una cartera más abierta. La muerte inesperada de Heath Ledger seis meses antes del estreno aumentó las ya de por sí elevadas expectativas. Y el filme no sólo no defraudó: se elevó al nivel de clásico del género. Con un guión del que se escapan muy pocas cosas, un ritmo trepidante de principio a fin y un villano insuperable, Batman: el caballero de la noche (The Dark Knight, 2008) logró cautivar incluso a los más alejados de las andanzas del hombre de la máscara y la capa.
Además del soberbio despliegue técnico e histriónico, Nolan construyó un inteligente discurso sobre el tipo de prócer que necesita la sociedad en decadencia: uno real y anónimo, o uno público aunque ficticio. La delgada y casi imperceptible línea que existe en las comunidades en crisis, entre el bien y el mal, entre lo corrupto y lo impoluto, es plasmada con maestría.
Nolan cerró el ciclo con Batman. El caballero de la noche asciende (The Dark Knight Rises, 2012), una cinta menos original en su discurso pero con grandes recursos visuales y giros interesantes. Luego de la osadía y la proeza de las piezas anteriores, el inglés decidió navegar por aguas más tranquilas para llevar su barco a buen puerto. Si Batman había quedado opacado por el Guasón, ahora recobra su centralidad y resurge como el héroe tradicional que salva a una ciudad desamparada. La línea entre buenos y malos recupera su visibilidad.
TRUCOS DE ESCAPISMO ONÍRICO
Entre los telones de la saga del murciélago, Christopher Nolan se dio tiempo de rodar proyectos más apegados a su visión. Basada en la novela homónima de Christopher Priest, El gran truco (The Prestige, 2006) narra la rivalidad entre dos ilusionistas de principios del siglo XX, dispuestos a cualquier cosa para demostrar quién es el mejor. En todo el largometraje resuena la consigna “no hay logro sin sacrificio” y los personajes la llevan al extremo. Al momento del truco final, triunfa quien ofrece el mayor de los sacrificios, no el que consigue el más grande de los artilugios, por más sofisticado y sorprendente que sea.
De una factura impecable y un buen reparto integrado por Christian Bale, Hugh Jackman, Scarlett Johansson, Rebecca Hall y Michael Caine, El gran truco no sólo muestra a un cineasta en plena madurez y dominio del arte fílmico, también representa una especie de declaración de principios.
Ya con el éxito y el reconocimiento en el bolsillo, Nolan se aventuró en uno de sus proyectos más ambiciosos en propuesta y presupuesto. Con un cartel de lujo encabezado por Leonardo DiCaprio, Marion Cotillard, Tom Berenger, Cillian Murphy, Ellen Page y Michael Caine (convertido ya en talismán del realizador), El origen (Inception, 2010) explora de forma poco usual el mundo onírico: un equipo de profesionales del robo de secretos corporativos entra en los sueños de sus víctimas para extraer información celosamente guardada. De pronto se topa con encargo especial: implantar una idea en lo más profundo de subconsciente del heredero de un imperio empresarial.
El manejo que en esta película hace Nolan del tiempo, el tejido narrativo, el pulcro montaje de las escenas, la construcción de secuencias en distintos planos y los cuidados efectos especiales, lo colocan en el nivel de los cineastas más vanguardistas del nuevo milenio.
En su corta carrera, el nativo de Londres ha demostrado ser un gran alquimista tanto en la elaboración de sus filmes como en la equilibrada mezcla de proyectos personales y del mainstream hollywoodense, sin sacrificar estilo ni dejar de lado su particular visión del cine, la cual ha oxigenado a un industria que de pronto parece languidecer.
Twitter: @Artgonzaga