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El caballo de Napoleón

GILBERTO SERNA

El campo de batalla estaba lleno de barro y charcos, tras la fuerte lluvia caída la noche anterior. El 18 de junio, era la mañana del domingo, nubosa y fría. El campo de batalla era un barrizal blando. Al mediodía la neblina iba levantando poco a poco, cuando Napoleón apareció montado en su caballo blanco bajos los vítores de sus soldados. A las 11:35 horas empezó abriendo fuego sobre las tropas de Wellington. Esa batalla fue una catástrofe para las tropas francesas que sufrieron una dolorosa derrota. Napoleón fue detenido exiliándose en la isla de Santa Elba de la que saldría para protagonizar la guerra de los cien días. Durante su estancia dedicó sus días soleados a descansar y reponer fuerzas, mientras planeaba cómo volver a Francia. Es en ese lapso que el genial escritor Alejandro Dumas se las arregla para crear su inmortal novela El Conde de Montecristo. Edmundo Dantés es condenado a prisión, a purgar en el tenebroso Castillo de la Isla de If, al encontrar que tenía una carta (falsificada por sus enemigos) que supuestamente recibió de Napoleón para entregarla a grupos bonapartistas que había en París, la que le fue encontrada al llegar al puerto de Marsella.

Se habían enredado las cosas cuando Mercedes novia de Dantés, que tenía otros pretendientes. Uno que por varios años había estado tratando de conquistarla, de nombre Fernando Montego, al saber de su próximo matrimonio, pidió ayuda a un amigo para impedirlo, en eso un sastre de nombre Caderousse le aconsejó que lo único que se podía hacer era eliminarlo.
El meollo de este asunto es muy conocido por los lectores asiduos a esta obra, de la que se han escrito y hecho infinidad de películas, una de ellas estelarizada por el primer actor Arturo de Córdoba, aquél que servía a los imitadores quienes impostando la voz repetían con el estilo peculiar del artista, a manera de cuchufleta, "eso no tiene la mayor importancia". Cabe mencionar que el novelista y dramaturgo francés fue autor de gran número de relatos de ambiente histórico.

"A continuación se presentan los titulares de un periódico francés que sucedieron durante los días del destierro de Napoleón y su posterior retorno a París. Mientras Napoleón estaba lejos, la forma en que los periodistas del diario El Monitor (Le Moniteur Universel) se referían a él era despectiva y desafiante, pero a medida que el militar se acercaba a París, los redactores iban cambiando su tono, pasando primero a una forma prudencial y medida, para referirse a él para adoptar luego un tono francamente servil. Durante el mes de marzo de 1815 éstos son los titulares que figuraron en el periódico El Monitor mientras Napoleón arribaba a París": Se ignora la fecha de cada uno de esos encabezados, sin embargo los iré anotando uno por uno con rigor distinguiéndolos con un número arábigo progresivo: Día 1.- El Monstruo se escapó de su destierro; Día 2.- El Tigre se ha mostrado en el terreno. Las tropas avanzan para detener por todos lados su progreso; Día 3.- El tirano está ahora en Lyon. Cunde el temor en las calles por su aparición; Día 4.- El usurpador está a 60 horas de marcha de la capital; Día 5.- Bonaparte avanza con marcha forzada; Día 6.- Napoleón llegará a los muros de París mañana; Día 7.- El Emperador está en Fontainebleau; 8.- Su Majestad el Emperador hizo su entrada pública y llegó a las Tullerias. Nada puede exceder la alegría universal ¡Viva el Imperio¡

Esto lo encontré hace más de medio siglo en una apostilla que con bastante frecuencia incluía el magazín Selecciones del Reader Digest al término de cada tema. Me dejó impresionado cómo el estado de ánimo del ser humano cambia según vaya soplando el viento. Aunque habría que preguntarse si los titulares corresponden a un mismo periódico o son distintos titulares de diferentes periódicos, de diversa ideología. Podría ser que fueran diferentes redactores pues eran días de inseguridad, por lo que no sería raro que el personal encargado hubiese huido o substituido por unos más afines al personaje que hacía su arribo a París. Habría que hacer una somera investigación reuniendo los periódicos de la época, para constatar la veracidad del suceso. En fin, como eso no nos es posible, pensemos en aquellos lejanos años, en el acertijo que siendo niño nos planteaban los mayores: ¿de qué color era el caballo blanco de Napoleón?

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