Qué nos pasa, carecemos de sentimientos humanitarios en tal forma que nos enteramos que solamente en los últimos quince días murieron en accidentes laborales, en el lóbrego interior de dos minas localizadas en nuestra entidad, 15 personas que dejaron en la orfandad a sus familias, atribuyéndose la tragedia a las pésimas condiciones de seguridad que existen en esos centros de trabajo. No sé cuánto se paga actualmente por una jornada, pero conociendo como conocemos a los patrones, no creo que sea muy arriba del salario que se cubre al trabajador que labora en la superficie. Los que se dedican al noble oficio de horadar la tierra para extraer el carbón se ignora si perciben las prestaciones mínimas a que legalmente tienen derecho. Por lo común nos enteramos de lo que ocurre, en ese mundo de sombras, una infortunada desgracia que en tratándose de trabajo minero suele ser apocalíptica, horrenda y devastadora… cuando un fantasmagórico personaje, el gas grisú, se manifiesta.
Es un gas que se forma quiérase o no asociado a los mantos carboníferos. En épocas antiguas era común ver como los mineros entraban a su trabajo con un canario que se veía afectado, al grado de llegar a morir, ante la presencia del gas grisú (al que los expertos le dan el nombre de gas metano) dando tiempo a los trabajadores para apresuradamente abandonar el lugar. Este gas se creyó hubiera causado las explosiones en el sistema de alcantarillado de la ciudad de Guadalajara en el año de 1992, que destruyeron 14 kilómetros de sus calles, mataron a 209 tapatíos, hubo 500 heridos y 15,000 se quedaron sin hogar. Dio lugar a que el entonces gobernador del Estado, Guillermo Cossío Vidaurri dimitiera no obstante que habiéndose detenido numerosas personas, todas fueron exoneradas, sin que en la actualidad haya alguna que purgue condena a causa de esos hechos. Causó gran conmoción el hecho que provocó un daño económico calculado en cerca de mil millones de dólares. La zona afectada se encuentra en el céntrico barrio de Analco pudiéndose notar que en las áreas que fueron dañadas la actual arquitectura es más moderna que el resto de las construcciones. Que se sepa, no se ha definido qué fue lo que realmente produjo las explosiones, pero de que ocurrió en el sistema del drenaje no hay duda.
Pero que conduce a que halla quien se arriesgue a perecer en estos pozos del demonio donde tan sólo falta que en el dintel se escriba la frase "los que aquí entran pierdan toda esperanza" o alguna parecida. ¿Qué intereses económicos se esconden detrás de esta riesgosa actividad? ¿Por qué no ajustarse a cubrir el costo de la seguridad que debe prevalecer en esas grutas de dolor? ¿Las normas de protección a los trabajadores son letra muerta? Los accidentes se repiten año con año sin importar el número de víctimas. Usted pregunte quién cubre los gastos que se derivan de la prestación de servicios y se enterará que nadie. Los medios nos enteran a cada momento de las deplorables condiciones que rodean a los obreros que laboran en las minas para extraer el mineral. Cada vez que ocurre un hecho calamitoso de esta naturaleza muchas voces, llenas de aparente ira, denuncian las irregularidades con las que trabajan los mineros para después de que transcurre algún tiempo no vuelva nadie a ocuparse del asunto hasta que de nuevo ocurre una tragedia, igual o peor que la anterior.
No pasa nada que no haya pasado antes y esto, no es lo más grave que puede pasar. Décadas van y décadas vienen y los mineros siguen igual que hace cien años. Un trabajador en la localidad del Barrio Seis, Agujita la llaman, situada en el municipio de Sabinas, me confiaba que en esos lugares que abarcan a Barroterán y a Palaú no hay más trabajo que el que proporciona la extracción de carbón. Tomó el nombre de Agujita por un cerro que lucía delgado en su punta, ya desaparecido a raíz de que un matrimonio que radicaba en sus faldas escarbó en busca de un tesoro que nunca encontraron, destruyendo la cima de basalto, no confirmando la leyenda y perdiendo la heredad su fisonomía, pero sin embargo, su pintoresco nombre, ha perdurado hasta nuestros días. Es una lástima, pero así es: los trabajadores carecen del equipo adecuado para realizar sus labores. De ahí usted parta para saber si cuentan con tecnología moderna. La Secretaría del Trabajo y Previsión Social reconoce que no cuenta con suficientes inspectores para garantizar la seguridad de los trabajadores en sus centros de trabajo. Los propietarios, muy cómodos, en lujosas oficinas, descorchan una botella de Champaña y ven pasar los días sin apuro, mientras, el luto y el llanto, se siguen cerniendo encima de humildes hogares. En fin, así están las cosas.