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El Congreso y la caballada mansa

Gran angular

RAÚL RODRÍGUEZ CORTÉS

El viernes pasado, después de que el Tribunal Electoral desechó por improcedente la demanda de la izquierda de anular la elección presidencial, AMLO dijo que no respeta tal veredicto, que no lo avala aunque le llamen "loco o enfermo de poder" y que la desobediencia civil será el camino que definirá en el Zócalo el próximo domingo. El PRD, en general, respaldó esta posición.

Ese mismo viernes, en sesión matutina, el TEPJF dio a conocer la sumatoria total de los votos de la elección, la calificó unánimemente de libre y auténtica, y declaró Presidente electo a Enrique Peña Nieto. Éste, en sesión vespertina, recibió su constancia de mayoría.

El movimiento #YoSoy132 tomó casetas carreteras y protestó afuera del Tribunal, también el viernes, lo que hacía suponer -en el contexto del ánimo crispado que muchos traen en estos días- que las manifestaciones de rechazo al veredicto subirían de tono al día siguiente, 1 de septiembre, en ocasión de la primera sesión de Congreso General de la nueva Legislatura convocada para conocer el sexo Informe de gobierno de Felipe Calderón.

El #YoSoy132 realizó el sábado al mediodía, afuera del Palacio de San Lázaro, lo que llamó el "contrainforme" que describió un sexenio lleno de hambre, represión y muerte; seis años de decisiones tomadas a espaldas de la sociedad, dijeron los jóvenes en su análisis del país pronunciado sobre el toldo de un camión que usaron a manera de templete y tenía como fondo el monumental escudo nacional del recinto legislativo.

Quienes como este reportero cubrían el "contrainforme" y pretendían ingresar a la sesión del Congreso, no encontraron bloqueo alguno de parte de los manifestantes. Eso sí, mucha seguridad, aunque discretamente emplazada.

Adentro, un buen número de flamantes diputados y alguno que otro senador de esos que tienen la cada vez más escasa costumbre de la puntualidad, comían algo ligero en el restaurante Los Cristales. La sala de prensa se llenaba de camárografos, fotógrafos, reporteros y uno que otro oreja de Gobernación.

Eran las cinco y media de la tarde cuando el diputado priista Jesús Murillo Karam, presidente de la Mesa Directiva, tañó la campanilla que marcó el inicio del primer período ordinario de sesiones de la LXII Legislatura con 112 de los 128 senadores y 416 de los 500 diputados.

Se optó por volver al viejo formato en el que, antes de recibirse el Informe, se fijaban posiciones respecto a la situación del país. El debate, inevitablemente, se centró en la calificación de la elección presidencial.

Fue Ricardo Monreal quien abrió fuego con un encendido discurso en el que advirtió el "gravísimo precedente que se sentó al subastar los comicios al mejor postor" e informó que la izquierda promoverá juicios políticos contra funcionarios electorales.

Pero la oratoria del ahora coordinador del Movimiento Ciudadano (¡nunca está fuera del presupuesto!) no prendió. Su colega Silvano Aureoles, pastor de los diputados del PRD, cuestionó, sí, el fallo, pero en tono muy mesurado: el veredicto del TEPJF valida una elección injusta y violenta el Estado de derecho. Pero dijo que su partido no se quedará sólo en el reclamo y tiene voluntad de negociar. Y ahí dejó una bola que el panismo ya no quiso batear. Su coordinador Luis Alberto Villarreal prefirió no entrarle y se dedicó a aplaudir la gestión de Calderón con el insistente mensaje de que después de 12 años del PAN en el poder, México es mejor hoy. ¿Quién sabe qué México ven?

Pero la tan atractiva como inexperta diputada priista Adriana Hernández Íñiguez llevaba la consigna de no dejar pasar los ataques electorales y en un discurso que parecía dictado por su jefe en San Lázaro, Manlio Fabio Beltrones, dijo que "en democracia gana la posición que es capaz de construir mayorías y presentar resultados".

Del ala izquierda surgieron abucheos acallados con el exhorto de Murillo a guardar el orden y respetar al Congreso. Se quedaron calladitos y no volvieron ni a chistar. Sólo 10 diputados de la izquierda, encabezados por el secretario general del PRD, Alejandro Sánchez Camacho, se colocaron bajo la tribuna y desplegaron dos mantas: "El destino de México no tiene precio: AMLO naciste en tiempos de mercenarios" y "La democracia ha muerto".

Vino después el receso para recibir del secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, en otro salón que no era el de plenos el sexto Informe de Calderón, quien al finalizar su mandato no habrá podido regresar a San Lázaro desde que el 1 de diciembre de 2006 llegó a recibir la banda presidencial por la puerta de atrás. Muy mansita, pues, estuvo la oposición de la izquierda. Acaso sea el preludio del deslinde de AMLO que el PRD chuchista prepara para ya, o el compás de espera para conocer lo que viene con la desobediencia civil convocada por El Peje.

Rrodriguez@angularotmail.com

@RaulRodriguezC

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