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El crimen de la injusticia

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Jacinto Faya

Para lograr la paz inalterable basta que cada cual tome lo suyo y de buen grado a los demás conceda el derecho a su parte, como es justo. Esta reflexión la escribió Goethe en su obra Las cuatro estaciones, correspondiente a su poesía lírica.

La justicia, la libertad y la igualdad han sido los grandes temas de las luchas ideológicas a través de los últimos 3,000 años. Y estos temas políticos han adquirido una fuerza descomunal a partir de la Constitución de Norteamérica de 1787, de la Revolución francesa y después de la Segunda Guerra Mundial.

Pero en el ámbito privado o en las relaciones interpersonales, los actos de injusticia han sido la principal causa de millones de crímenes, venganzas y desarmonía social. La justicia es la virtud que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece. Seguramente nada ha ofendido más a los seres humanos que las acciones inicuas de unos contra otros; y esto sucede más por parte de los físicamente fuertes y de aquellos que gozan de poder económico y social, sobre los débiles.

Para el genial griego Aristóteles “cometer una injusticia es más malo que sufrirla”. En su deslumbrante obra La república, escribió: La injusticia es el mayor de los crímenes que pude cometerse contra el Estado.

Cuando un individuo perpetra una injusticia contra otro, en el fondo se siente superior y seguro de que su conducta quedará impune. Al cometer una iniquidad sobre alguien, en esencia lo estamos ultrajando en su dignidad, atacamos sus más íntimos sentimientos de vergüenza al saber que no se defenderá.

Toda injusticia es una degradación al ser humano, una humillación y un atentado a sus derechos.

Goethe afirma que cuando cada cual toma lo suyo, se logra una paz inalterable, e insiste en la idea de la injusticia al decirnos: “Si a ser libre aspiras, hijo mío, aprende lo que es justo y a ello atente. ¡Date por satisfecho y tu mirada nunca arriba levantes impaciente!”. Goethe se refiere a una libertad del espíritu, misma que aniquilamos cuando nada queremos entender de la justicia y menos practicarla. Si nuestra conducta es injusta con el cónyuge, hijos y desconocidos, es imposible que podamos gozar de la libertad espiritual, como un don casi divino.

Los injustos, ya sea que traten de obtener dinero, ventajas emocionales, manipular sentimientos, explotar al prójimo, siempre estarán descentrados. Han perdido el equilibrio espiritual y emocional, porque quieren obtener beneficios de diversa índole actuando con prepotencia y soberbia. En la misma obra de Las cuatro estaciones, el genial poeta Goethe remata la idea, escribiendo lo siguiente: Mas por desgracia, nadie se conforma con lo que de derecho le compete; así que, para guerras y litigios, hay materia sobrada eternamente.

Debido a mi profesión y después de haber observado la conducta humana durante decenios, he percibido que la causa estructural de los problemas económicos, sociales y políticos del mundo consiste en las conductas injustas de las personas, tribus, pueblos y naciones; de empresas poderosas y de dictadores que aplastan al débil y protegen al poderoso. Y en las relaciones sociales, si nos empeñamos en conformarnos con lo que nos corresponde, nuestras vidas serían más libres, dignas y plenas.

En la raíz de las injusticias se esconde un corazón lleno de soberbia, una ambición y codicia enfermiza que todo lo atropella, lo hiere o lo mata. Las conductas injustas nos roban la libertad y la paz, y además corrompen el alma, que es lo más sagrado que tenemos. Quienes desean obtener un bien o ventaja sin ningún derecho, y no guardan las menores consideraciones con los que afectan, son injustos.

Las conquistas de naciones poderosas sobre países más débiles, han sido una constante en la Historia. Las grandes industrias y comercios quiebran económicamente a las más débiles. Todo tipo de injusticia se origina en una serie de pensamientos, emociones y vicios. Todo abusador cree poder hacer lo que quiera por el simple hecho de que su gusto o capricho es más fuerte que cualquier razonamiento.

Quien comete injusticias padece de un narcisismo enfermizo, cree que es especial y que en ese sentido no se la aplican las reglas. Se siente impune y abriga la ilusión de que no será castigado. Por esa razón, asesinar, violar, robar, son conductas que no le perturban. Es altanero y no reconoce que los demás gocen de dignidad.

¡Luchar contra las injusticias es una tarea muy difícil, pero indispensable si queremos que la especie humana no se extinga! El enorme pensador francés Montesquieu, escribió: La injusticia hecha a uno amenaza a todos.

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