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El dolor de hallar a su hijo en fosa clandestina

MARTÍN VEGA NO FESTEJÓ EL DÍA DEL PADRE

Dolor. La familia Vega frente a una cruz en ofrenda a su hijo, quien murió a manos del narcotráfico.

Dolor. La familia Vega frente a una cruz en ofrenda a su hijo, quien murió a manos del narcotráfico.

EL UNIVERSAL

Para Martín Vega, el "Tigre de la Sierra", este será un Día del Padre diferente; su hijo mayor, Martín Vega Arellano, cumplió un año de perder la vida a manos de la delincuencia organizada mientras iba a Estados Unidos.

Su cuerpo fue uno de los que se localizaron en las fosas clandestinas de Tamaulipas. Martín dejó de cantar desde que supo del fallecimiento de su hijo. Ahora, sin embargo, dice que la inspiración ha regresado y por primera ocasión desde el fallecimiento de su hijo entona un par de melodías de las más de 300 que ha compuesto.

Para él, para su esposa, para sus cinco hijos y sus nietos, casi todo vuelve a la "normalidad", aunque afirma que este Día del Padre no va a celebrar. "¿Para qué?" se pregunta.

El primer día de abril del 2011, Martín Vega Arellano se despidió de su esposa y sus dos hijas; junto a dos vecinos de Agua Fría -localidad ubicada apenas a 12 kilómetros de Agua Fría, su tierra- emprendió el viaje a Estados Unidos.

Sin embargo, en el estado de Tamaulipas fueron interceptados por un grupo de personas armadas.

El 13 de abril del año 2011, la Procuraduría General de Justicia (PGJ), mediante la Agencia del Ministerio Público de Jalpan de Serra inició la averiguación previa J/166/2011, en virtud de la denuncia de familiares sobre la desaparición de Martín, que salió de su domicilio con destino a la ciudad de Reynosa, en Tamaulipas.

Su cuerpo fue uno de los primeros que se identificaron de los más de 200 que hasta ahora se han localizado en diversas fosas clandestinas encontradas en ese estado.

 SIN DÍA DEL PADRE Fernanda tiene 13 años de edad y su hermana Wendy un año y medio. Ambas son hijas de Martín Vega Arellano. Su abuelo, Martín Vega dice que la más pequeña no tiene conocimiento de lo sucedido en tanto que la mayor parece que paulatinamente se ha resignado a estar sin la figura de su padre.

Martín dice que poco a poco se ha ido recuperando y aun cuando no se resigna a la pérdida de su hijo, acepta que debe luchar para salir adelante.

En la casa de Martín Vega está claro que el dolor de perder a su hijo no le permitirá festejo por el Día del Padre. "No acostumbramos, y menos ahora", dice Martín.

Agua Fría se ubica en pleno corazón de la Sierra Gorda queretana, en los límites de los municipios de Arroyo Seco y Jalpan de Serra, a 50 kilómetros de esta última localidad y a 260 de la capital del estado.

Aquí viven 35 familias; unas 150 personas en total. Todas ellas tienen, al menos, un familiar en Estados Unidos y por eso este pueblo empezó a perder, paulatinamente, el significado del Día del Padre.

Estos días en que se cumplió un año de la muerte de su hijo, Martín siguió la tradición de su pueblo de realizar diez días de oraciones. A la medianoche del último día, se levantó la cruz y por la mañana fue llevaba al cementerio del pueblo.

Solamente fueron Martín, su esposa, un vecino y un compadre. Solos recorrieron los 2 kilómetros que separa al pueblo del cementerio. Ahí colocaron la cruz en recuerdo de su hijo.

"Hace un año sentía que no podía, hasta que me encerré y me llegó la inspiración, así que en estos días vuelvo a cantar pa' ganarme unos centavos", refiere El Tigre de la Sierra, quien se gana la vida cantando en las calles. Decidió que su regreso a la cantada será hoy domingo, Día del Padre.

 'DESDE EL CIELO, OTILIO SABE QUE NO LE FALLé' Por segunda ocasión, el hogar de la familia Cantú Cantú dejará atrás la fiesta, la música y la alegría para celebrar el Día del Padre. De nuevo, no estará presente el mayor de los hijos.

Jorge Otilio, de 29 años fue acribillado por militares la madrugada del 18 de abril del 2011, cuando se dirigía a bordo de su camioneta a laborar, después de regresar de su luna de miel. Tenía apenas 15 días de contraer nupcias con Debany.

El comando militar dirigido por Reynaldo Camacho, y compuesto por cerca de 20 efectivos militares, acribilló al joven al confundirlo con integrante de una célula criminal. Recibió varios impactos; quedó frente al volante y los militares le sembraron armas y drogas.

Por esta acción, siete de los 20 integrantes del comando se mantienen detenidos en una prisión militar del Estado de México; después de 14 meses aún presentan pruebas en su defensa.

"Es el segundo año que no habrá celebración, pero que estaré junto a cuatro de mis cinco hijos", advierte con la voz entrecortada su padre, el doctor Otilio Cantú González.

Celebraremos con una reunión familiar, en oración por él, y por todas las 60 mil familias que ha perdido un padre, un hermano, un hijo en esta guerra insensata.

Señala que después de ratificar su denuncia en el mes de marzo, los militares detenidos por el homicidio de su hijo presentaron un recurso de apelación ante la Suprema Corte de Justicia.

Recuerda que cuando acudió ante las autoridades militares sólo, sin la asistencia de un representante legal, sintió impotencia. Cara a cara con los acusados, recuerda, "unos de ellos se reía. No pensaba en mi dolor, en lo que sentía tras perder a mi hijo".

Hace una pausa y guarda silencio, como recordando en segundos la tragedia en la que se vio envuelta su familia y tras la que él ha abanderado una lucha por la justicia de Otilio. "No le he fallado, he hecho todo lo que está a mi alcance para limpiar su nombre", asegura el hombre al confiar que su hijo se encuentra en el cielo, y desde allá le echa porras "Bravo 'pa', estás haciendo lo mejor".

"Desde el primer segundo tras saber lo que pasó, empecé mi lucha, no me he doblegado, ni por el dolor ni por nadie", advierte. Antes de concluir la entrevista, Cantú asegura que para guardar el dolor familiar a veces prefiere no dar entrevistas que revivan la tragedia, que lo hagan ver a su hijo ensangrentado, que lo hagan revivir el dolor "de perder a un hijo".

 DESCUIDA SU TRABAJO PARA SER UN BUEN 'PADRE Y MADRE' Ricardo Saénz es viudo desde hace siete años, cuando su esposa Mónica falleció tras padecer cáncer de mama.

Desde entonces su vida cambió: duerme sólo cinco horas, aprendió a cambiar pañales y cuidar a dos bebés al mismo tiempo, además de a su otro hijo. Limpiar la casa, hacer comida e ir al súper fueron "habilidades" que le llegaron después, casi de manera natural.

Ricardo o Ricky, como le dicen sus amigos, tiene 38 años. De estatura mediana, piel blanca y vestimenta seria, dice estar feliz por estar logrando sacar a sus tres "amores" adelante: Ricky, de 13 años; Armando y Alfredo, que son cuates de 8 años de edad.

"En esta casa somos cuatro hombres, como un barco con sus engranes todos funcionamos; no está mamá, la extrañamos y nos hace mucha falta, pero nosotros tenemos que salir adelante", comenta sentado en un sillón de su casa. La vivienda luce limpia y cada rincón sin rastro de polvo. "Yo me encargo de la limpieza y los niños a veces me ayudan afortunadamente somos muy unidos".

A su esposa le detectaron una anomalía en un seno cuando estaba embarazada de los cuates. Tenía la opción de decidir por su vida o por la de sus bebés, porque no podrían hacerle quimioterapia en el periodo de gestación.

Incluso así, la mujer decidió tener a los bebés cuando tenía siete meses de embarazo por cesárea y después empezar con el tratamiento. Sin embargo tras las terapias no fue posible salvarle la vida y luego de dos años de lucha su esposa murió.

Desde entonces Ricky se propuso salir adelante solo, sin ayuda de ninguna mujer y hasta le fecha no ha tenido novia ni ha querido casarse, asegura. "No busco madrastra para mis hijos".

"Mi esposa dio su vida por ellos, yo no puedo maltratarlos, hace poco la soñé, no habló, fue como si viniera a supervisarme y me dijera está todo bien; síguele", platica entre sonrisas.

 JORNADA COMPLICADA Ricky dice que se despierta a las 5:00 de la mañana para empezar su jornada del día. Primero ayuda a su hijo mayor a prepararse para la escuela, hace desayuno para todos y luego los sube al carro.

Deja primero al de la secundaria y a los otros los termina de cambiar en el carro y los lleva a la primaria. Luego se va a su trabajo, regresa por ellos; hace comida, les ayuda con las tareas y limpia la casa. Al otro día, igual.

Saénz, administrador de empresas, era subdirector en una oficina del gobierno del estado, pero luego aceptó que le bajaran el sueldo y el puesto con tal de tener la tarde para sus hijos. Su anhelo es verlos como profesionistas, que sean hombres de provecho. "Entonces me sentiré realizado", concluye.

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Escrito en: fosas Día del Padre

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