El afamado psiquiatra Viktor Emil Frankl, en su excepcional libro El hombre en busca de sentido, afirma que "al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa, la última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino".
Y en ese sentido, ahora que se lleva a cabo la colecta anual de la Cruz Roja 2012, he elegido desinteresadamente convertirme en un voluntario, pues es una institución que sin importarle edad, sexo, rango, posición económica o social; haga frío o calor, haya violencia o paz, en días festivos o época de trabajo, siempre está en servicio con manos prestas al sacrificio, al auxilio y con un corazón dispuesto a la ayuda, para aliviar el sufrimiento de quienes requieren de ella.
La Cruz Roja, es un organismo que no recibe recursos de ninguno de los tres órdenes de gobierno, vive de los donativos que los mexicanos hacemos, de los que se vale para realizar su labor y ampliar sus servicios.
Tomé una ánfora y salí a "votear" en mi barrio, porque quiero colaborar para que la colecta anual tenga el éxito que todos deseamos y que la sociedad necesita, máxime en estos momentos de violencia y desasosiego.
Hoy, como siempre, requerimos ser solidarios con nuestros donativos para que la benemérita institución pueda contar con recursos para solventar los gastos y cumplir su loable y amorosa misión de servicio.
Los tiempos actuales reclaman nuestro apoyo, para que desde la Cruz Roja se continúen construyendo historias de éxito y solidaridad, que nos hagan vibrar en la posibilidad del ejemplo que nos diga que en México… ¡Sí se puede!
Con una generosidad sin igual, he visto -como si fuesen uno solo-, a cientos de voluntarias, médicos y socorristas con rostros sonrientes, caras amables y actitudes fraternas, organizar eventos para ayudar a quienes más lo necesitan, promover jornadas médicas y cursos de primeros auxilios.
Los he visto siempre dispuestos al servicio y al sacrificio, ayudando a nuestros conciudadanos en época de ciclones o desastres naturales, en accidentes, incendios, enfermedades, en tiempos de tormenta, terremotos, inundaciones, hambrunas y sequías, promoviendo el acopio de insumos para las zonas afectadas.
En dos ocasiones, gente cercana a mí ha necesitado el auxilio de tan respetable corporación, y solicitando ayuda de una ambulancia, el voluntariado generoso de la Cruz Roja, siempre amable, ha llegado puntual al llamado para brindar apoyo, dar aliento, servir y ayudar.
En una época de ausencia de credibilidad en la política, las damas voluntarias, médicos, enfermeras, choferes y socorristas de la Cruz Roja Mexicana, saben que la peor crisis que puede impactar a nuestro país no es la económica, ni la de inseguridad -que nos tiene a todos con el Jesús en la boca-, sino la crisis de ausencia de solidaridad y amor al prójimo, la de la insensibilidad para acudir al llamado del voluntariado mexicano, para seguir construyendo una Cruz Roja de todos y para todos.
A propósito, un regio viajaba en su avión por la selva lacandona, cuando una falla en el motor hace que descienda bruscamente y se estrelle a mitad de la selva. La torre de control llama inmediatamente a la Cruz Roja, que apresuradamente se apresta a servir llegando en poco tiempo al lugar del accidente.
Un socorrista, abriéndose paso a punta de machete entre la espesura de la selva llega al avión y le dice:
- Señor, abra la puerta… ¡somos de la Cruz Roja!
- No la 'nguen ca'ones… ¡¡¡YA COOPERÉ EN MONTERREY!!!
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