La semana próxima pasada tuve el privilegio de ser invitado por el M.I. Francisco Gómez Cárdenas y por el Máster Darío Montoya de la Torre, a dictar una conferencia ante unos 1,500 jóvenes y maestros, en el XV Congreso Estudiantil de Contaduría, Administración y Mercadotecnia, en la prestigiada Unidad Académica de Contaduría y Administración de la Universidad Autónoma de Nayarit.
Embelesado por las bellezas naturales, que son pródigas en las tierras del vate Amado Nervo y el paisaje humano lleno de fina anfitrionía. Darío Montoya -a quien llamo mi alma gemela, porque somos dos almas iguales en cuerpos diferentes-, me dijo que recién acababa de fallecer la mujer que tuvo el privilegio de ser la musa que inspirara la celebérrima canción del grupo tapatío, Maná, El Muelle de San Blas.
Según relata la prensa escrita, Rebeca Martínez Jiménez, quien padecía de sus facultades mentales, falleció en Monterrey, N.L. a los 63 años de edad. La gente del puerto de San Blas, Nayarit, cuenta que "hace mucho tiempo, una mujer joven de alrededor de 17 años, vivía a las orillas del muelle y trabajaba en uno de los restaurantes para marineros ubicado en dicho lugar.
Un día llegó un joven marinero extranjero, que trabaja en uno de los embarques de atún y salmón del muelle, y conoció a la jovencita, los dos vivieron un tórrido romance por un tiempo, mientras él permaneció en el lugar, antes de zarpar en su viaje rumbo al norte en las aguas del Pacífico.
El marinero prometió a la joven volver un día y casarse con ella. Ella, bañada en lágrimas, le juró por el mar que lo esperaría para casarse, ya que era su primer amor y estaba verdaderamente loca por él; por lo cual, cada domingo acudía al muelle de San Blas a esperarlo… pero su espera parecía ser eterna, ya que ningún barco a su amor le devolvía."1
Como las olas del mar, que vienen y van, con la puntualidad de alguien que va a la cita más importante de su vida, ella cada mañana iba al muelle de San Blas, vestida de novia y con un ramo de flores, a esperar a su amado… ¡que nunca llegó!
El tiempo fue cobrando en ella su factura, el cuerpo escultural de la joven, se transformó en uno con piel reseca y flácida, pelo cano, mirada perdida. Se ganaba el pan con las monedas que los turistas le obsequiaban, la voz popular empezó a llamarla como: La Loca del Muelle de San Blas.
El pueblo al verle sufrir, llamó a un hospital psiquiátrico donde su dolor desvaneciera. Una tarde del mes de abril, varias personas con vestimenta blanca, llegaron al muelle para llevarla al manicomio, ella no lo permitió.
La loca de San Blas llenó su vida, su cuerpo y su caminar del aroma más espectacular que el hombre puede conocer: el del amor, que le llevó a gozar cada minuto de su vida, a ser feliz en sus circunstancias, en el aquí y en el ahora, a vivir momento a momento a plenitud, porque eso es la vida, está compuesta de momentos y a trascender en base a su historia llena de humildad los entretelones del tiempo. El deseo de esperar al ser amado hizo que sus infortunios fueran menos y sus alegrías fueran más, se convirtió en la heroína de su vida.
Convencido soy que en la vida no hay casualidades; cierto día Fher, el vocalista de Maná, la vio, e impresionado con su historia y teniendo como aliado al ángel de la inspiración, creó la canción "En el muelle de San Blas". A pesar de que el puerto cuenta con mucha historia -fue uno de los dos principales puertos en el Pacífico durante el Virreinato junto con Acapulco; con playas de una excepcional belleza, excelentes para surfear, del limpio manantial y de la enorme hospitalidad, lo que ha hecho famoso a tan bello puerto nayarita, es la historia narrada en la canción de Maná:
"Ella despidió a su amor/él partió en un barco/en el muelle de San Blas/el juró que volvería/y empapada en llanto ella juró/que esperaría/miles de lunas pasaron/y siempre estaba en el muelle esperando/muchas tardes se anidaron/se anidaron en su pelo y en sus labios/llevaba el mismo vestido/por si él volviera/no se fuera a equivocar/los cangrejos le mordían/su ropaje, su tristeza y su ilusión/y el tiempo escurrió/y sus ojos se le llenaron de amaneceres y del mar se enamoró/y su cuerpo se enraizó en el muelle/sola… sola en el olvido/sola... sola con su espíritu/ sola... con su amor el mar/ sola... en el muelle de San Blas…"
Pareciese estar hecha a la medida la frase del Filósofo de Güémez:
"Para los amores enfermizos…no hay más cura que el párroco".
1.http://www.flickr.com/photos/xvr/7802988030
filosofo2006@prodigy.net.mx
Facebook:filosofoguemez
Twitter: @filosofoguemez