En las noches la luna brillaba intensamente en el firmamento. Éramos jóvenes. Hacía rato los cazadores sentados alrededor de la lumbre habían enmudecido. Las sombras nos rodeaban. Los troncos ardían creando alrededor de la fogata un estrecho círculo de luz mortecina. En un pequeño claro se había levantado la carpa que albergaría los sacos de dormir. Un visitante brilló en el cielo dejando una estela de fuego mientras se partía en dos y su luz se extinguía. La hoguera contaba de troncos encendidos como tizones. No había palabras para exponer ese milagro en su completa dimensión. De pronto el tiempo se detenía diciéndonos lo insignificantes que éramos en el universo.
Allá arriba en el disco plateado tres astronautas hacían historia. El hombre habría llegado a la luna, nada lo detendría hasta posar sus botas encima de un planeta. Era el principio de una gran aventura. Desde los tiempos de Flash Gordon (1934) personaje de los cómic los seres humanos habíamos imaginado ese instante. Quién no ha soñado que puede volar doblando las piernas. Igual que una hechicera que montada en su escoba surca los aíres para juntarse con sus compañeras en la montaña Bloksberg, donde según Goethe cuenta se reunían para realizar sus aquelarres.
(Me detengo aquí para tener la oportunidad de hablar de la obra Fausto, considerada como una de las grandes obras de la literatura universal, de todos los tiempos. Más allá del amor senil que Margarita despierta en Fausto, es de interés cómo Mefistófeles pacta con Dios la pérdida del alma de Fausto, que era su favorito. La historia es esta: a edad provecta Fausto conoce a Margarita, de la que se enamora perdidamente, logrando seducir a la joven para finalmente poseerla. Esta parte es la que interesa a los lectores de todos los tiempos, el doctor Fausto es considerado un vejestorio que recobra sus ímpetus de juventud con la ayuda del diablo, con el que firma un contrato utilizando una gota de sangre, devolviéndole la pasión que lo movía antes de ser el sabio. El demonio hará todo lo que Fausto quiera mientras esté en laTierra y a cambio Fausto servirá al demonio en la otra vida. El amor de Fausto es Gretchen hipocorístico de Margarete; Goethe usa en la obra indistintamente los dos nombres. Fausto vive su amor con Margarita ni más ni menos que como un adolescente. La aventura que sigue olvida el romanticismo, Fausto viaja en el tiempo y el espacio, acompañando al espíritu del mal).
Sigamos con Neil Armstrong que murió a los 82 años, tras complicaciones de una cirugía que se le practicó en el corazón. Desde niño tuvo la afición de volar. A los seis años de edad, dicen, realizó su primer vuelo, lo que hizo nacer en él una gran fascinación por la aviación. Lo hizo a bordo de un viejo aeroplano Ford Trimotor, al que coloquialmente llamaban un "Ganso de Lata". En 1961 el entonces presidente de los Estados Unidos de América John Fitzgerald Kennedy prometió al pueblo que lo había elegido, que Estados Unidos pondría al primer hombre en la luna antes de que finalizara esa década.
Armstrong contaba con 38 años cuando pisó la luna. USA andaba de capa caída debido a que la Unión Soviética había tomado la delantera en la carrera espacial primero con el satélite artificial Sputnik en 1957, similar a una esfera de aluminio que medía poco más de medio metro de diámetro y pesaba 83 kilogramos; este satélite contenía dos medidores de temperatura y uno de electrones, sin embargo cumplió su misión: viajar al espacio, orbitar la Tierra y herir el orgullo estadounidense. Su vip, vip, enloquecía a los científicos norteamericanos.
El avance de los rusos era manifiesto. Luego vino la perrita Laika, con lo que los rusos pusieron en el espacio el primer ser vivo. Y luego que el cohete Vanguard I de los norteamericanos fue un colosal fracaso, desbaratándose a pocos metros del suelo, los rusos por su parte, enviaban al astronauta Yuri Gagarín al espacio, durante 108 minutos, orbitando entre los 181 y 327 kilómetros de altitud. El colmo del infortunio para los americanos fue cuando la URSS aterrizó en la luna el Lunik 2 transmitiendo las primeras imágenes de la superficie lunar.
Estados Unidos necesitaba un triunfo espectacular. Apolo 11 fue la respuesta. El 20 de julio de 1969 Neil Armstrong puso la huella de sus botas en la polvorienta superficie lunar. Debo decir que, en esa época, hubo quienes dudaron que el viaje hubiera sido real. Lo que convence a cualquiera es que sus antagonistas se quedaron callados. ¿Se imaginan el ruido que hubieran hecho si sus rivales realizan un montaje?